La señora de los $200.oo

Hacia la 1 de la tarde con el sol calentando fuertemente, me dirigía a un lugar para sacar una copia de una imagen que necesitaba llevar a mi clase de pintura.
En la mitad del camino, una señora impecablemente vestida, sin pintura en la cara y creo que se acercaba a los 70 años o más, iba delante de mi y de pronto cuando volteó hacia atrás y me vio, me preguntó sobre el recorrido de la buseta que acababa de pasar.
Temerosa, porque uno vive prevenido y no sabe quien o qué va a suceder luego, le contesté su pregunta. Luego me preguntó:
—¡Cuál es la que va para Unicentro?
—Ah, pásese al otro lado de la calle y espera la roja, con la ruta 6 que la deja en toda la entrada.
La señora me dijo:
—No tengo sino $200.oo, ¿usted me puede prestar $2.000 pesos?
Y siguiendo con mi prevención, de inmediato le dije que no tenía sencillo. (Y efectivamente así era)
—Voy a cobrar mi pensión y sabe señora: ¡Lo que pasa es que yo tengo un hijo que es un H.P!.
Quedé sorprendida, sin comprender la situación. En su cara se le veía rabia. Luego me dijo:
—Acabo de tener un disgusto con él. El tiene carro y yo con únicamente con $200.oo. Me toca irme
caminando.
— ¡Cómo se le ocurre, ¿cómo se va a ir a pie?, está muy lejos, le contesté de inmediato.
— ¿Usted de dónde viene? Pregunté.
—De la Cascada, me dijo.
(Ya había recorrido un buen trayecto). Traté de darle soluciones: le dije que tomara un taxi y que a su regreso le pagara, pero me dijo que le daba miedo.
— ¿Por qué no paramos a alguien y le pedimos el favor que la lleve? Le dije.
—A lo mejor un particular se maneja mejor conmigo que mi hijo, me contestó desolada.
Estas palabras me llegaron al corazón y no acaté en pasar al otro lado de la calle y llegar hasta una panadería para que me cambiaran el billete que yo llevaba y haberle dado lo que me pedía, ni siquiera me estaba pidiendo el valor completo del viaje, por lo tanto no estaba diciendo mentiras, ni era una treta.
Cuando llegamos al lugar donde yo necesitaría el servicio, le dije:
—Señora, yo quedo muy preocupada por usted.
Me dijo:
—Señora, su preocupación vale más que cualquier peso que pueda darme, le quedo muy agradecida, pero yo sigo a pie.
Entré al negocio y estando ahí, empecé a recriminarme porque al cancelar mi servicio tendría el dinero que necesitaba. Cuando me despacharon, salí de inmediato a buscarla pero ya no la vi, había muchos carros y árboles y no me dejaban ver por dónde iba. Me regresé con la cabeza baja y con el corazón hecho pedacitos pensando en lo cruel que a veces son los hijos, cuando una madre los necesita. ¿Por qué no podía acompañarla a cobrar su pensión y por qué la dejó ir sola, a su edad y con el disgusto que llevaba?
Cosas que uno no entiende.
Noviembre, 2009

Un buen relato, a veces es díficil de entender,y a veces ante la soledad de muchos ancianos me pregunto¿cómo habran sido ellos?, ¿habrá sido esta señora una buena madre?.
Enjuiciamos a los otros sin saber la realidad cierta.

Es cierto Gladys, hay que también pensar en eso, pero casos se han visto donde la indolencia de la juventud es terrible...
Gracias por pasar.

Creo que la palabra “indignante” se queda corta ante semejante relato. Lamentablemente el desprecio hacia las personas de mayor edad es cada vez mayor e incluso se da en edades cada vez menores. Pero vamos, es la aplicación del típico pensamiento actual; si es viejo no sirve, no produce, se desecha. Es algo realmente lamentable sin dudas.
Como bien dijeron Gladys y Jaime Olate, es difícil saber las circunstancias que llevaron al hijo a tratar así a su propia madre, pero nada justifica ese trato a la persona que le entrego todo a uno durante años. ¡Esta tratando mal a la persona a la que literalmente le debe la vida y la existencia!.

Ojalá las personas comiencen a meditar antes de tratar a un anciano como un vejestorio sin importancia. Por que, aunque no lo quieran aceptar, todos vamos a pasar por esa etapa y no creo que merezcamos quejarnos del trato de los jóvenes si nosotros también lo hicimos en nuestras épocas.


Saludos.

El tema es para reflexionar, muchos hijos no les perdonan a sus padres, momentos de vida y se comportan de manera intolerante.
Tengo una amiga a la cual sus hijos nunca le perdonaron que ella hubiese tomado la decisión de separarse del marido, a pesar de que éste jamas se volvió a acordar de ellos, ella con su trabajo de secretaria, les dio carrera universitaria a todos, siempre la culparon de la situación, (el hombre resultó homoxesual) y ella por no descubrirlo ante los hijos se calló la boca, para no dañarles a ellos la imagen del padre. Ella hoy vive sola con su escasa pensión y sus hijos muy bien acomodados económicamente.
Y así cantidad de casos, que uno no alcanza a entender...

Gracias por haber dejado su comentario...

La vida a veces no devuelve lo que le damos, la realidad que aquí muestras es la de muchas persona de la tercera edad, me cuesta entender cualquier situación , pues tengo a mis viejos en un altar, y aunque no hubiesen sido los mejores padres del mundo, no puedo creer que ningun padre haga algo con la intención de dañar a su hijo, se podran equivocar, de última nnadie enseña a ser padre,pero la soledad es algo que no se merece nadie.

Un tema fuerte amiga, y bien tratado.
Que las hadas te acompañen

Es muy triste saber estas cosas pero es peor ignorarlas...Hay q hacer lo que este a neustro alcance, por algo Dios te la puso en el camino...Todo y cada cosa que vivimos es por algo...Son señales claras no debemos ignorarlas...estamos en la escuela de la vida y tenemos tanto que aprender...un universo entero
Besitos amiga, un gusto pasar
Ximena

Buen texto Ethel,un tema social y humano que se ve a diario.
Un abrazo

Gracias compañeros por leerme....

Un abrazo

las verdaderas víctimas son siempre anónimas.
sus desgracias son tan largas que se confunden con la vida y no pueden salir en la prensa.

Este comentario lo dejó Confesor por fuera de este post. Lo traslado aquí para que continue el orden de los comentarios...


Los paises nuestros estan plagados de estos casos, empezando por el Estado que abandona a los viejos que han trabajado a veces desde los 10 anos y terminan sin ninguna clase de proteccion social, maldita la reforma a la salud implementada por los chicagos boys para Reagan y maldito este que la exporto a Chile, para luego regarse por toda America. Antes de esta reforma el pobre iba al centro de salud de su barrio y pagaba una pequena cuota y era atendido y si el procedimiento seguia hasta una cirugia y una hospitalizacion, la tarifa que pagaba era tasada segun su condicion social, hoy en dia ese pobre obligatoriamente debe presentar un carne de una aseguradora y si no lo presenta, la tarifa es altisima, como si fuera de estrato alto, esa es la ley; y claro como la corrupcion se roba la plata no alcanzan todos los pobres a tener carne de salud subsidiado por el Estado. A veces pienso que los norteamericanos en eso son mas practicos, si tienen dinero, entre los hijos pagan como tenerlos en un asilo con atencion medica y si no el viejo mismo lo paga subsidiado por el Estado y sus derechos adquiridos.

La verdadera respuesta para Ethel es esta: Cierto dia me hice embolar los zapatos de un viejo, en la plaza de San Francisco, el senor silbaba y resulto gran conversador, segui frecuentando al embolador paisa y una de tantas veces el senor me pidio que le consiguiera alojamiento en alguna casa y dado que mi papa tenia una casa desocupada, lo lleve alla, con la condicion de que al resultar el nuevo inquilino, el debia irse. Todo fue de maravilla, los vecinos hablaban bien del senor, yo pasaba a visitarlo y me ofrecia cafe recien colado y seguiamos teniendo largas tertulias.

Una vez me pidio el favor de que llamara a su hijo a Medellin, el hijo me contesto y apenas me identifique, me contesto no quiero saber nada de ese senor y me tiro el telefono. Asi las cosas empece a sospechar de este amable senor, sobre todo vino a mi memoria que una de tantas veces que pase por su sitio de trabajo estaba amenazante con navaja en mano contra un colega suyo y deduje que algo muy grave habia pasado. Efectivamente lo comprobe cuando me toco decirle que desocupara, porque la casa se habia alquilado, machete en mano salio ala calle y me amenazo, los vecinos salieron y aproveche y le dije: Don fulano es mejor que agarre sus cosas y se vaya, ya ve usted que esta en minoria, no agrave la situacion, estoy seguro que un angel de esos que sacan los escritores de la nada, paso por la mente de este agresivo viejo, entro, empaco y se fue.
Es claro que no volvere a hacer lo mismo, asi lo repita y no me tengan que pagar una renta, hare un contrato, que se pueda presentar como documento probatorio.

Otro punto es el entrar a juzgar o prejuzgar, algo muy comun en los humanos, siempre recuerdo un hermoso libro, que decia: " Un gato negro solo se preocupa por ser un buen gato negro", no esta mirando el color de los ojos de los demas gatos y si tiene la cola bien peinada o no. Yo lo he resuelto de la siguiente manera: Como el infierno no existe, es aqui donde tenemos que pagar todos nuestros errores, pero como Dios cualquiera que sea es magnanimo, siempre nos esta aplicando rebajas de pena, que hacen mas llevadera la cosa, entonces porque preocuparnos por los errores de lso demas?. Con los nuestros tenemos o no es asi.
Con carino de confesor

es otro trabajo, muy diferente, a partir del original.
seguramente podrá haber muchos más, porque es condición humana ver el mundo a partir de la propia experiencia.

A mi estos ejemplos me apenan,más porque mi edad está en ese margen en el que ya ves como los hijos te observan con más inquietud, y repiten, ¡ten cuidado!, ¡no vayas sola! y cuando una se enfada por esas atenciones que parecen excesivas y te hacen sentir como vas perdiendo, lentamente, facultades, te recriminan con cariño...: "¡Mamá, es que no te dejas ayudar... y te vas haciendo mayor..." Pero nunca quieres admitir esa verdad. Sobre todo cuando siempre ha estado la dirección y el orden de la familia bajo tu mando.
Reconozco que es lamentable y tristísimo carecer de la ayuda de los hijos cuando más la necesitas. Soy madre de famila numerosa y, gracias a Dios, no es ese mi caso, pero... no sé cómo aceptaría una situación parecida.