EL REENCUENTRO (11 parte final)

¿Y si la beso? Pensaba Alejandra. Seguro se asustará y saldrá corriendo. No, no lo hagas. Se fuerte.

¿Por qué no me besa? Pensaba a su vez Marina. Se que quiere hacerlo, lo veo en su mirada. ¿Qué teme tanto si yo también lo deseo?

Marina no podía dejar de mirar a su amiga. Se sentía nerviosa y agitada, con unas ansias hace tiempo ya olvidadas. ¡Ale bésame! ¡Bésame Ale! Le suplicaba en silencio.

Alejandra no podía soportarlo más. Le dolía todo el cuerpo por dentro de tanto deseo que sentía por ella. Pero era su amiga y no podía caer en su propia debilidad, tenía que salir de allí lo antes posible o acabaría por decaer. Acarició una vez más el rostro de Marina con sus dedos y con la otra acariciaba su mano.

Marina cerró los ojos, que deleitarse en ese momento, en esas caricias de Alejandra. Se estaba derrumbando. Quería sentirla. Sentir sus brazos, sus manos, su cuerpo contra el su suyo, sentir su piel… Amarla.

-Marina. Debo marcharme, se está haciendo tarde. Luchaba consigo misma Alejandra, deseaba quedarse en esa habitación, con esa mujer a la que siempre había amado, pero no, no debía.

Marina abrió los ojos con una mezcla de extrañeza y tristeza.

-¿Marcharte? ¿Ahora? ¿Por qué?

- Es lo mejor Marina…

Tenía que marcharse, pero no quería y tampoco podía. Luchaba consigo misma, son sus propios deseos. Soltó la mano de Marina y dio media vuelta hacia la puerta. Con toda la decisión que pudo encontrar giró el pomo abriendo ligeramente la puerta.

Marina asió su mano reteniéndola y golpeó suavemente la puerta cerrándola bruscamente.

-¡No Ale! ¡No vas a marcharte! ¡No puedes… no puedes irte ahora! ¡Ahora no Ale!

Le pedía, le suplicaba y le ordenaba, todo a la vez, al mismo tiempo, con voz tiembla y casi ahogada. Apenas podía articular palabra.

-Ale… no te vayas… por favor…

Alejandra evitaba su mirada. Si se encontraba con sus ojos perdería el poco valor que tenía

-Mírame Ale…


Levantó con su mano el rostro de Alejandra y acarició con sus dedos en perfil de sus labios. Se acercó a ella lentamente pero con paso firme hasta casi rozar su cuerpo. No dejaba de mirarla a los ojos, podía ver su propio deseo reflejado en los ojos de Alejandra. Ya no tenía miedo, no había dudas, la deseaba. No lo dudó más. Estrechó aún más la distancia entre ellas, sus pechos se rozaron, sus corazones se aceleraron, sus respiraciones se agitaron.

Las dos sabían lo que iba a pasar. No lo podían parar. No lo querían parar. Querían, deseaban que pasara.

Marina apoyó su cara en su pecho, escuchó sus latidos, se dejó mecer por su respiración, aspiró su aroma y se sonrió.

-Hueles a melocotón. Me gusta.

-Lo sé, siempre te gustó su aroma.

Alejandra se sentía perdida. Toda su vida enamorada de ella, siempre soñando con ella en sus solitarias noches y ahora que la tenía entre sus brazos era incapaz de moverse, no sabía lo que hacer.

Marina se acercó todavía más a Alejandra. Podía sentir el calor de su piel a través de la ropa. Posó sus manos en la cintura de su amiga y ascendió lenta y suavemente rozando sus pechos. Escuchó un leve gemido ahogado de Alejandra, entonces buscó sus labios y la besó. La besó, se besaron.

MUY BIEN SEDEJARÁN LLEBAR `POR SI INFINITO AMOR,ESE QUE HACE HERBIR SU SANGRE .

ESTÁ TAN ROMÁNTICO AMIGA ,ES UN ESCRITO LO MÁS BELLO QUE HAY.