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ESTILOS DE VIDAPese a ser latinos, los españoles se tocan menos que antes
La energía del tacto
El tacto es la forma de comunicación primaria del ser humano. Sin embargo, en la sociedad actual, el tocar no está siempre bien visto. Recuperar este instinto natural puede ayudarnos a vivir mejor nuestras relaciones
"Cuando siento algo, quiero cogerte la mano". Ya lo cantaban los Beatles en el año 1963 ("When I´ll feel that something, I want to hold your hand"). Una letra sencilla, una música pegadiza y, sobre todo, una gran verdad. El tacto es una forma directa, inmediata y espontánea de expresar nuestras emociones y nuestros sentimientos.
Los espacios vitales
¿Por qué nos incomoda cuando hay gente que nos roza en el metro o en el ascensor? Edward Hall, profesor de antropología de la Northwestern University, publicó en los años sesenta unos trabajos de investigación sobre el concepto del espacio personal. Fijó unas distancias de base, mediante las cuales "el hombre estructura el microespacio" y que varían según las distintas culturas.
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TÓCAME MUCHO ________________________________________
Cuando nacemos, el tacto es la guía que nos introduce en el mundo. La sensibilidad táctil es el primer sentido que entra en funcionamiento, la forma de comunicación más básica y primitiva. El feto ya responde a las vibraciones del corazón de la madre. El bebé recién nacido explora mediante el tacto; es así como descubre dónde termina su propio cuerpo y empieza el mundo exterior.
El ser humano posee unos cinco millones de terminaciones nerviosas repartidas en dos metros cuadrados de piel, que nos mantienen en contacto con el entorno y nos proporcionan información. De alguna manera, la piel es nuestro órgano emocional más importante y el más extenso. Los labios, el dedo índice y el pulgar ocupan una parte considerable del espacio cerebral. El área preparada para percibir y procesar el tacto es de las más grandes del cerebro. Desde la antigüedad existen escritos que revelan que los chinos ya conocían las propiedades del tacto y el masaje en el año 3.000 a.C. Fueron los primeros, pero no los únicos: helenos, egipcios, romanos e hindúes desarrollaron, a su manera, diferentes técnicas que explicaban cómo emplear este instinto hasta convertirlo en arte.
Tocar no sólo es algo natural, sino que es una práctica beneficiosa. "Según lo que hemos podido comprobar, cuando conseguimos una mejor intimidad física, logramos también mejores relaciones, tanto sea en una pareja, como un niño con su madre", sostiene Tiffany Field, del Touch Research Institute de la Universidad de Miami, en una entrevista telefónica. Sus investigaciones han demostrado que la sensación táctil, como por ejemplo la que se transmite con un masaje, produce numerosos efectos positivos. Mediante esta estimulación, el bebé aumenta su habilidad general y su capacidad de aprendizaje.
Los niños prematuros ganan peso; en los adultos, se potencia la concentración; se alivian los síntomas de depresión; se reduce el dolor y el estrés hormonal y se mejora la función inmunitaria. James Coan, profesor de psicología en la Universidad de Virginia, que ha estudiado las implicaciones del contacto humano con la resonancia magnética, ha descubierto que "cuando cogemos la mano de no importa qué persona, nuestro cerebro reduce la producción de las hormonas del estrés, al mismo tiempo que disminuye la actividad de las regiones cerebrales que reaccionan ante el miedo", explica.
"Un apretón de manos relaja el cuerpo. Y si sostenemos la mano de un ser querido, nos sentiremos más protegidos frente al peligro y notaremos un alivio inmediato", asegura. A través del tacto se activan las endorfinas, con los abrazos se segrega oxitocina y ambas sustancias causan en nuestro organismo sensación de bienestar.
Sin embargo, en nuestra cultura, lo visual se impone sobre lo táctil, hasta el punto de que menospreciamos su poder comunicativo. Crecemos aprendiendo a no tocar ("no toques esto", "deja de tocar al señor"). La sociedad condiciona qué partes del cuerpo podemos rozar y las que no. Creamos un espacio infranqueable alrededor de nuestro cuerpo que inhibe la experiencia táctil. Phyllis K. Davis, en un libro muy conocido, 'El poder del tacto' (Paidós Ed.), habla del síndrome Phecia. Consiste en asociar el comportamiento táctil con el sexual, en particular con la promiscuidad, la homosexualidad, el complejo de Edipo, el incesto y el adulterio. ¡Y hasta el acariciar y besar puede ser para algunos “manoseo’, magreo, sobar”.
Ashley Montagu, el máximo estudioso científico sobre el tema del tacto, denunciaba hace años en sus libros (entre los cuales destaca 'El tacto: la importancia de la piel en las relaciones humanas', Ed. Paidos) este fenómeno: "Hemos producido una raza de intocables. Nos hemos vuelto extraños unos para con otros. La capacidad del hombre occidental para relacionarse con sus prójimos ha quedado muy atrás respecto a su habilidad para conversar con las computadoras, comunicarse con los coches y hablar con los juguetes".
En España tenemos la reputación de ser una sociedad más proclive al contacto físico. Sin embargo, en parte estamos perdiendo esta costumbre. "Eramos una cultura más tocona, pero nos estamos volviendo más individualistas. La ética católica es más propensa al contacto y al amor al prójimo que la protestante. Pero hoy somos menos católicos, más urbanos y nos tocamos menos", afirma el psicoterapeuta Luis Muiño. Fernando Villadangos, psicólogo y presidente de la sociedad de sexología Al-Garaia de Granada, reconoce: "Hoy tocamos con más miedo. Está avanzando una cultura restrictiva y por lo general falta educación sexual. En los años 80-90 había menos limitaciones respecto a las que hay ahora".
Por supuesto, el factor cultural tiene un peso relevante cuando se habla de comunicación táctil. El supuesto desencuentro que tuvieron hace unos meses el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y la canciller de Alemania, Angela Merkel (en el que ella se quejaba de su exuberancia… táctil) es un clásico caso desencuentro cultural. Hay muchas diferencias entre países.
En Francia, es habitual saludarse con tres besos. En Italia, nunca se besa a un desconocido, pero en cambio es frecuente besarse y abrazarse entre conocidos del mismo sexo. En Japón está prohibido tocar la nuca a una chica, mientras que en Fiji es tabú rozar el cabello. En los países árabes, el contacto entre hombres está admitido y suele ser muy cálido, mientras que una pareja de novios no puede besarse en la calle. Francisco Merino, director de la Escuela Internacional de Protocolo de Madrid, recuerda que cuando personas de cultura diferente se encuentran "existen normas escritas".
En su opinión, "quién hace el primer gesto es el que manda y es quien decide cómo se han de saludar: si al comienzo da la mano o si ofrece la mejilla, por ejemplo. Ahí tendremos una pista". Merino explica que "entre los altos mandatarios, la regla es que cada uno se adapte a los rituales del país adonde va, aunque entre los políticos que tienen cierta confianza es frecuente coger el brazo".
Cuando el rechazo al contacto físico no se funda en razones culturales, sino que se convierte en un rechazo sistemático, entonces puede haber repercusiones negativas para nuestro ser. Estudios demuestran que quienes durante su infancia no recibieron caricias de sus padres son más proclives a mostrar dificultades para dar o recibir afecto, a mantener una postura corporal rígida y tienen limitaciones para expresar su emotividad. Como consecuencia de esta carencia, estos sujetos manifiestan una tendencia a evitar el contacto físico con los demás y lo ven como algo inapropiado. En sus obras, Montagu alerta de que "una experiencia táctil inadecuada tendrá como consecuencia una incapacidad para relacionarse con los demás en muchos aspectos humanos fundamentales".
No obstante, esta rigidez táctil que puede registrarse en ciertas personas o en determinadas culturas, se basa en gran parte en un malentendido. El tacto no tiene por qué ser necesariamente sinónimo de intención o deseo sexual. Asimismo, el contacto corporal puede simplemente indicar un rol o un estatus, expresar un afecto inocente o constituir un soporte emotivo.
Flora Davis, autora de un libro de referencia en la materia, La comunicación no verbal (Alianza Ed.), sostiene que "el acto de tocar puede comunicar más amor en cinco segundos que las palabras en cinco minutos. Abrazar a alguien que ha tenido un mal día puede ser más curativo y reconfortante que todas las palabras que seamos capaces de articular". Según Mark Knapp, profesor de la Universidad de Texas y experto en comunicación no verbal, "el tacto desempeña un papel de entusiasmo, de expresión de ternura, de apoyo afectivo".
Naturalmente dependerá de la parte del cuerpo involucrada en el gesto, del tiempo del contacto, de la fuerza, del modo de tocar, de la frecuencia del toque. Por ejemplo, no es lo mismo apretar la mano, tocar un brazo o ir de la mano. Villadangos relata algún caso emblemático que ha tratado en su consulta. "Una persona que acababa de sufrir un luto aguantaba su dolor ocultándolo a los demás. Bastó una simple palmadita en el hombro para que ésta empezara a llorar y desahogara lo que llevaba dentro. El tacto también puede causar una potente reacción liberatoria".
Por suerte, hay personas que pese a los vínculos sociales a los que están sometidos tanto por cultura, como por religión, miedo o educación, no quieren renunciar al contacto físico. De hecho, ante la fuerte demanda, se han desarrollado en los últimos años algunos cursos de abrazoterapia, que tienen como objetivo redescubrir los beneficios para el cuerpo y la mente de un contacto físico prolongado.
Cristina Corbella dirige un taller de caricias desde hace más de veinte años. "Nos dimos cuenta de que las palabras quedaban cortas. Yo creo que el cuadro ha empeorado en nuestro país, esencialmente por la influencia que viene de los países anglosajones", asegura. Aun así, Corbella cree que es posible corregir el rumbo y reivindica el papel del tacto en las relaciones sociales.
"Es consolatorio, curativo, da seguridad. El contacto físico es una forma directa honesta y amigable de comunicación: lo que se presiente se transmite de forma inmediata. A veces hay mensajes que sólo pueden llegan de esta manera, con una simple caricia". Según Villadangos, "hay que redescubrir lo bueno de tocarse en el seno de la pareja. En una palabra, la ternura. Es algo que necesitamos todos, porque lo antinatural es controlar el propio cuerpo".
Incluso se habla del fenómeno del "hambre de piel", que se refiere al deseo de ser tocado, a la necesidad profunda de contacto físico. Como apuntaba el antropólogo Paul Byers, tal vez los que más sufren esta carencia son las personas mayores, quizás los menos tocados de la sociedad. Inténtelo: porque si una imagen vale más que mil palabras, una caricia, más que mil imágenes.
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Elisa. ¡Qué aproveche si se pone en práctica!