RECOMENDADO “Una experiencia religiosa”
Dedicada a muchas mujeres que trabajan y doblan su esfuerzo diario de vuelta al hogar, pero falta les hace desdoblarse de vez en cuando como la de mi relato, cualquier comparación con la autora es pura casualidad. .
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Clara estiró las piernas sobre la cama y se acomodó las almohadas debajo de su cabeza.
Así permaneció largo rato, con la mirada perdida entre el cielo raso de la habitación. Por un instante creyó que se separaba de su cuerpo… Que algo pasaba y se rompía dentro de su ser…. ¡Era lo que más deseaba al volver del trabajo cada tarde! Romper, romper de una vez con todo y relajarse para siempre, desconectando de todo…, y de todos, familia, amigos, trabajo… ¡todo!
Pero no, no era así como ocurría siempre. Allí fuera estaban su marido y sus hijos o, a veces tan sólo estos solos, esperando que llegara para que les preparara la cena… ¡Inútiles! -murmuraba. Tenía la sensación no de ser abrazada precisamente, sino que algo caía encima de ella y ya no la abandonaba hasta volver a encontrarse con otra incómoda realidad durante el día, su trabajo en la empresa y luego en su hogar. Nadie se preocupaba por ella, pero sí ella por todos. Así transcurría la vida con toda su perfección que organizaba cada día en un lado y otro, un significativo sueldo cada mes y unas vacaciones de vez en cuando, pero con la misma sensación de trabajar como una loca sin diversión ninguna, ni uno solo de los momentos eran para ella; siempre esperaban que llevase el peso de todo, la bestia de carga… ¿por qué tenía que organizarle la vida a otros? Pero comprendía que así tendría que ser, que así era la vida, su vida sin cambios y en esa rutina diaria, tan plana y servil a la que se había acostumbrado sin rechistar. Incluso atender a aquellos que desconocía o eran parientes del marido por vacaciones. Todos se divertían mientras comían en su casa y su marido les hablaba de… “sus suculentas y deliciosas comidas tan bien hechas”… Todos bebían y reían felices y ella miraba como en una pantalla sus rostros alegres como lejanos bosquejos de un cuadro, completamente ajeno a su propia existencia. Así un día tras otro y hasta por vacaciones se repetía lo mismo.
Ahora, allí tirada como un fardo encima de su cama, cansada hasta los huesos, meditaba sobre su realidad ante el alboroto de sus hijos peleándose por no sé qué cosa que no encontraban. Pensó por un momento desaparecer saliendo por la ventana, pero para salir había que dejarse caer de lleno sobre la acera de la calle, el toldo del almacén del local de abajo o, con mucha más mala suerte, encima de algún transeúnte descuidado…si es que los transeúntes no miran para arriba lo que cae, que siempre es bueno mirar a lo alto a ver quién tiene ganas de suicidarse.
Estaba tan sumamente agotada que allí mismo se hubiese quedado dormida. Pero la vida palpitaba a su alrededor y pedía su intervención de nuevo en esa parte de su realidad más íntima, su familia y hogar. Estiró los brazos y las piernas para encogerse de nuevo y permanecer un instante acurrucada en posición fetal… Qué delicioso, -murmuró- dejarlo todo y quedarse así hasta el día siguiente. Cómo lo deseaba, y así siguió un buen rato a pesar de entrar sus adolescentes hijos dos veces a la habitación requiriendo su presencia.
¡Eh, despierta, ven a mi lado! -Escuchó una suave voz que la llamaba y pensó si se había quedado dormida por mucho tiempo, porque no escuchaba ningún ruido en la casa y se incorporó sentándose sobre el lecho. Volvió a estirar los brazos y piernas como era su costumbre; la habitación estaba en semipenumbra y, de nuevo, escuchó la misma voz de antes que le hablaba, esta vez pronunciando su nombre:
-¡Eh, Clara, ven a mi lado, te necesito!
La dulce voz de mujer la invitaba y se acercó, por un instante no podía ver su rostro pero cuando la tuvo delante era ella misma y se quedó sorprendida. Miró hacia la cama donde antes había permanecido acostada y vio que aún seguía su cansado cuerpo en posición fetal; sintió un terrible escalofrío de terror porque no entendía qué estaba pasando. ¡Ella era la que se llamaba con su propio nombre! No podía creérselo pero sin embargo tenía necesidad de constatarlo de nuevo y quiso mirarse de nuevo allí acostada, pero fue incapaz de hacerlo… ¡Ella era la que estaba sentada y la misma que la había llamado! Seguro que se trata de un mal sueño, pensó; pero cómo controlar un estado onírico ajeno a la realidad, pensaba, cómo podría ser la misma que estaba acostada y a la vez la que estaba sentada frente a ella... Se levantó de la silla y, de reojo, vio que ‘la otra’, su doble… seguía plácidamente dormida, y hasta le pareció que roncaba.
Salió fuera de la habitación a buscar a los chicos que estaban tan callados, quería enseñarles cómo se había desdoblado, pero se dio cuenta que había atravesado la puerta sin abrirla y que prácticamente su cuerpo flotaba en lugar de caminar por el pasillo hasta el salón. Mientras esto pensaba veía al pasar la habitación de sus hijos con la puerta abierta y a ellos en completo silencio haciendo sus trabajos escolares; cuando llegó al salón pudo darse cuenta que su marido leía entretenido un libro con la televisión encendida y sin volumen. Bebía una cerveza y se acordó que tenía mucha sed. Cuando llegó a casa, deseó tomarse un zumo y ni tan siquiera pudo hacerlo por encontrarse hecha polvo. Fue al frigorífico y quiso abrirlo pero sus manos podían traspasar la puerta del mismo y encima ver lo que había dentro; intentó coger el cartón de zumo pero su mano no podía llevarlo hasta la encimera para buscar un vaso. Abrió el grifo de la pila y quiso beber agua pero no pudo girar la manilla del grifo… En ese momento entraba su marido a la cocina y lanzó la lata vacía de cerveza a la pila, sin percatarse de su presencia por más que movió los brazos cerca de su cara y le dijo que estaba allí mismo frente a él. ¡Nada, era nada, no la escuchaba, no la veía ni sentía…, quizás estaba muerta! Entonces, volvió a la habitación muy angustiada, se sentó en la cama y acarició su cuerpo que seguía en la misma posición y pensó que estaba muerta, sólo era eso… ¡estaba muerta, no podría ser otra cosa! No era de extrañar que con tanto trabajo le hubiese dado un jamacuco y estuviese allí encogida y bien muerta. Sólo así podía entender lo que había pasado. Quiso tirarse por la ventana como antes lo había pensado… y se acordó de lo que le había atravesado el pensamiento por un instante, un poco antes de sentirse en esa situación tan extraña que no podía comprender. ¡Eso es, -pensó- …me he suicidado, me he tirado por la ventana, no puede ser otra cosa, es posible que aún no lo sepan ni mis hijos ni mi marido! …¡No te digo, si no era de extrañar que algo así pudiese ocurrir cualquier día…!
Se sentó de nuevo en la silla a mirar su propio cuerpo y se preguntó si podría ser ya un alma en pena… Sintió pasos acercarse y vio que se abría la puerta y entraba su marido. Lo miró con una gran ternura y quiso acercarse para besarlo pero él ni se enteraba por más que lo abrazaba… ¡Eh, Jorge, que estoy aquí! Este se inclino sobre su ‘doble’ que estaba en la cama aparentemente dormida y depositó un beso en su rostro y empezó a acariciarla… ¡Venga, perezosa, venga, que ya está bien, menudo sueñecillo te has dado, bandida, quién fuera tú! …¡Clara, Clara, despierta, ya está bien mi amor!
Dicho esto sintió un terrible tirón que la estremeció y de un sobresalto se despertó ante el rostro sonriente de su marido. Una terrible jaqueca se había apoderado de ella y como pudo se acercó al cuarto de baño para buscar una pastilla. Se miró al espejo y comprendió que allí al otro lado estaba ella mirándose a sí misma, tal como se acababa de ver en lo que juraría que era un sueño; pero no, no lo era porque tenía la sensación de haberse relajado de tal forma que su espíritu energético la había abandonado por completo, pero la experiencia había sido casual y muy reparadora, eso sí. Mientras tomaba la pastilla para calmar su dolor de cabeza vio el título del libro que su marido había olvidado en el baño y que, ella, le había visto leer cuando se encontraba… dormida, si es que era eso lo que había pasado de esa forma tan extraña y fuera de su cuerpo, pues eso fue lo que le pareció ver de sí misma. Lo cogió entre las manos y lo abrió por una de las páginas página, leyó un poco y se quedó sorprendida. Ahora entendía lo ocurrido, no era la única y el fenómeno era común en ciertas condiciones físicas y mentales… Ah, -se dijo para sí- qué casualidad, ahora sé cómo liberarme de tanto problema y, sin pensarlo, se acercó con aquel libro hasta donde estaba su marido y le dijo: Oye, Jorge, cuando lo leas me lo dejas, parece interesante el título. Él le contestó: -¡No sé si lo vas a entender pero debe de estar loco el autor, porque cómo se entiende que la gente salga por ahí de su cuerpo y se dé un garbeito y vuelva, anda ya! …¿Tú te lo puedes creer, Clara?
Que sí, me lo creo, que sí hombre, no seas tan incrédulo…Y por favor no vuelvas a tirar las latas vacías de cerveza dentro de la pila, hay cubo de basura. ¡Y no entiendo cómo puedes leer con la televisión puesta!
Y Jorge completamente sorprendido la inquiere quedándose boquiabierto: ¿pero cómo lo sabes?... si ya no está la lata en la pila porque la he recogido y tirado al cubo antes de llamarte y, además, aún no has pasado a la cocina, cómo puedes saberlo. …¿Oye, pero cómo sabes qué leía con la televisión puesta?
¡Cosas mías, amor, cosas mías! -le contestó clara sonriente y se dirigió a la cocina para preparar la cena.
¡Bruja! grito cariñosamente Jorge sin entender ni una sola palabra. Y Clara lanzó una carcajada y se puso a cantar una cancioncilla repelente y muy conocida…”Una experiencia religiosa”…
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Por: Elisa.
13.11.05
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La vida es un pedazo de hogaza recién horneado y con mucho apetito. (alattkeva)