INSTANTE MAGICO

Tan pronto me subí a la buseta escuché a un hombre que acompañado de una guitarra cantaba una canción para mi conocida. Cuando me vio, interrumpió para indicarme que había un asiento vacío y prosiguió su canto. Sentada observé al hombre: delgado y pelo sobre lo hombros, acompasaba los acordes de su guitarra con su voz atractiva.
— ¡Qué bien se escucha!— me dije para sí:
Amiga, amiga, que dulce y que sencilla esa palabra suena hoy. No hay noche más oscura que esta noche y el frio se va depositando en los rincones del alma y ahora que el silencio va borrando, la suave vibracion de tus palabras, ahora que no soy apenas nada, recuerdo lo que soy cuando no estabas. ... Amiga, amiga...
De inmediato recordé todo lo que esa letra significaba para mí: el recuerdo de una amiga que falleció hace más de 30 años; muchos años esquivé el escucharla para no entristecerme por su partida. De inmediato pensé en mis amigas de ahora -hace muchos años me acompañan-. Me tildé de injusta con ellas al pensar que “la negra” había sido como una hermana. Qué injusta con estos tesoros invaluables.
Con el rabillo del ojo observé que la joven que estaba sentada junto a mí, con disimulo se limpiaba las lágrimas que corrían por sus mejillas.
—¡Quién sabe qué pasará por su mente!— me dije.
El hombre terminó su canción y con un acento no colombiano, (uruguayo, argentino, chileno) anunció su próxima canción y empezó a cantarla:
Yo no he conocido nadie más dulce que tú, nunca nadie hizo que me sienta tan feliz, yo no se si habrá otra vez.... Un momento como ayer... Porque te quiero, te quiero mi vida te quiero, porque te amo, te amo con todo mi amor....
Me di cuenta que con un golpecito de mi tacón del pie derecho, acompañaba al hombre y las notas empezaron a salir de mi boca de forma suave y con gran fuerza interior.
Este gesto y estas notas me llevaron a recordar aquellas veces que mi amigo Rubén Darío entonaba con su exquisita voz, aquellas canciones en medio de aquel grupo de amistades con quienes compartí de manera tan agradable años anteriores. Todos esos recuerdos inundaron mi cerebro de una mágica sensación que me envolvió por minutos. En ese momento dirigí mi pensamiento a recordar a todos y todas aquellas personas a quienes quiero desde lo más profundo de mi ser.
El hombre terminó su canción y dijo:
—¿Me pueden ayudar económicamente con algunas monedas?, claro: !Si ustedes pueden!—
Algunas personas le dimos unas cuantas monedas. Las mías eran un gracias a aquel hombre que me había llevado a una hermosa asociación de ideas de amigos y de reconocimiento al amor que les profeso.
El hombre se bajó y me quedé pensando:
—¡Qué lástima, podría ser un cantante magnífico, tiene talento!. Cuando lo vi pasar cerca de la ventanilla y le envié un mensaje telepático: “Qué Dios te bendiga”.
Etelsaga, junio, 2008

Efectivamente, son personas que nos alegran un ratico la vida, nos permiten recrearnos y enlazarnos con personas a quienes queremos mucho.
Un abrazo lleno de paz