EL JOVEN VIOLINISTA DEL ATICO (SEGUNDA PARTE Y FINAL)

- Bueno Arturo, comencemos ahora mismo – dijo la mujer añadiendo - pero nada dirás de esto, será nuestro secreto -
- Si abuela dijo el joven – Y se sentó frente a ella a escuchar su primera clase.
Transcurrieron varias semanas y meses en que Arturo, luego de acostarse, se levantaba dormido y acudía cada noche al ático, allí su abuela Isabel le había empezado a dictar las primeras clases de violín y ya dominaba gran parte de lo aprendido. La mujer con mucha paciencia y sabiduría, dedicaba horas al joven.
Luego de cumplir ocho meses de un ir y venir al ático, un día su padre le dijo. – Arturo, mañana iremos al primer concierto que dará el hijo de Nicolás. Ese muchacho si que aprendió con rapidez, no como tu, que te has quedado totalmente ignorante de tan preciada música. Te llevaré únicamente para que veas lo que te has perdido por tu torpeza – Y se alejó refunfuñando hacia su alcoba.
Esa noche, el muchacho acudió como siempre al ático, luego de acostarse, pero no encontró a su abuela Isabel, en la silla estaba el violín reluciente, como nuevo, hasta desprendía el olor a ébano que impregnaba la habitación, pero la mujer no estaba. Arturo no se explicaba que le habría podido suceder, no le había comunicado nada en la noche anterior sobre su ausencia. Se sentó lleno de una tranquilidad absoluta, con una frescura en su alma y comenzó a tocar, así estuvo largo tiempo hasta que decidió era hora de regresar a su habitación. Dejó el violín tal como lo encontró y antes de salir, dijo: - Abuela Isabel, si estas aquí, te quiero dar las gracias por lo que me has enseñado, mis manos y dedos carecen de torpeza, has sido mi maestra durante este tiempo y lo que me has enseñado, ha sido con amor y ternura, con paciencia. Te quiero abuela – Cerró la puerta suavemente y salió contento y feliz. Afuera la luna iluminaba con serenidad y a lo lejos sonaban las notas de un violín armoniosas y llenas de dulzura.
Al día siguiente, luego de vestirse adecuadamente para el concierto , salieron padre, madre e hijo hacia el lugar en que se otorgaría este. Por el camino el joven pensaba si en decirle o no a sus padres lo sucedido durante ese tiempo, pero había jurado a la abuela Isabel guardar el secreto.
El concierto no empezaba, todos los organizadores corrían de un lugar a otro y los padres del joven violinista ausente, demostraban desconcierto. El teatro estaba lleno, las personas comenzaban a impacientarse. De pronto se anunció la cancelación del concierto por motivos ajenos a la organización. Todos comentaban el desencanto y la falta de responsabilidad del joven desaparecido. Fue en ese momento, que una mujer se ubicó frente al micrófono y dijo:
- Calma señores, el joven violinista no ha podido cumplirles, pero tengo la solución, aquí entre ustedes hay un muchacho que puede deleitarlos con su talento, me refiero a Arturo del Valle, a quien invito tenga la gentileza de acercarse – Arturo se estremeció, miró a su padre que rojo de ira miraba a la mujer que estaba en el escenario, cómo se atrevía a causarle tal humillación, su hijo no sabía nada de música, lo estaba dejando en ridículo total.
La mujer, volvió a expresarse – Señores, brindémosle un gran aplauso de bienvenida a este maravilloso joven – y añadió – Acércate Arturo, ven, demuestra tu don – El padre del muchacho lo tomó del brazo diciéndole: - No te atrevas a subir al escenario, seré el hazmerreír de todos, ¿Quién es esta mujer? – Arturo se soltó con respeto de la mano de su padre y colocándose de pie se dirigió al escenario, al subir, buscó a la mujer que lo anunciara, pero no la encontró, así como apareció, de la nada, se había desaparecido.
Se sentó y con sorpresa vio que el violín que le habían entregado, era el mismo que había usado durante todos esos meses en que compartió con su abuela. Comenzó a tocar, el teatro estaba envuelto en un silencio y todos contemplaban al muchacho con asombro. Los dedos del joven Arturo, parecían mágicos, las notas afloraban melodiosas, afinadas y claras, era un deleite maravilloso para todos los oídos.
Cuando finalizó, todos se pusieron de pie para aplaudir maravillados tan exquisita presentación. Una y otra vez los aplausos llenaban el teatro. El padre de Arturo, emocionado, con las lágrimas corriendo por su rostro, se acercó a su hijo, lo abrazó fuertemente y pidió perdón, por tantas ocasiones en que lo reprendió, opacó e incluso lo humilló, frente a sus amistades. La madre visiblemente emocionada, miraba a su hijo extasiada, se acercó y lo cubrió de besos. Don Ismael, preguntó a su hijo:
- Arturo, ¿Quién era la mujer que te presentó? ¿Cómo sabía lo que nosotros ignorábamos? ¿Cuándo, dónde y cómo aprendiste? ¿Por qué no nos habías contado? – Antes de que el muchacho pudiera responder, el hombre añadió: - Sabes Laura, esa mujer que anunció a nuestro hijo, me parecía conocida, no sé, pero la he visto antes, pero no puedo recordar donde – Mientras, por la puerta del costado derecho del teatro, salía una mujer vestida de blanco, con la sonrisa feliz y desaparecía esfumándose en el aire.