LA CIUDAD NUEVA
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“ Entrar por Elvira y salir por Granada ”
(refrán español)
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Los árabes entraron por la ciudad de Elvira y salieron por la ciudad de Granada. Y en este periplo español que les llevó 800 años no se movieron en espacio del mismo lugar, a la vera del río Darro. Entraron por donde salieron y salieron por donde entraron. Por la vieja Iriberry o Iliberi, a la que los visigodos germanizaron como Elvira, situada al pie de la ciudad musulmana de Granada que los árabes crearon en su montaña rojiza.
En Elvira que está en el valle junto al Darro, se tomaba buen vino (y aún es excelente) de modo que los moriscos bajaban de noche entre las sombras desde el Albaicín y la Alhambra (elevada en la otra orilla sobre la roca del río) para escanciar el vino de los cristianos de Elvira. Los “muláh” lanzaban crueles epítetos sobre estos príncipes nazaríes pecadores.
En los blancos palacios del Albaicín y en el patio de los leones de la Al-Hambra, las odaliscas con velos translúcidos que dejaban ver sus formas desnudas, bailaban la “danza del vientre” haciendo la delicia de los invitados cristianos de Elvira... Quienes solazábanse en esa contemplación de bailarinas intocables, casi sagradas, e incitantes para su medioeval concepto. Los curas de Iliberi desde su pequeña catedral gótica, casi de juguete, anatematizaban indignados en contra de ellos, como cristianos pecadores.
En la próspera Judería granadina, separada de Elvira sólo por una calle, se administraban los bienes del Reino y se traducía a los clásicos griegos. Edificaban con paciencia una réplica del Templo de Salomón, inmensa, cuadrada, situada en Vivarrambla.
Y allí entre todos iban fundiendo las tres comunidades, que crearían la Granada de García Lorca y de Manuel de Falla.
Dice el Romancero Castellano :
“Cabalgaba el rey Moro por las calles de Granada
desde la puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla”
Al parecer, el rey Moro tenía mucha preocupación por cristianos y judíos, dado que su bella cabalgadura blanca con arneses orientales, era la delicia de ellos al verlo airoso pasar. Pero allí había, hay y habrá siempre, mesones para un buen servicio del dios Baco. Escanciando un buen vino granadino estaba Federico en Vivarrambla cuando los esbirros fascistas lo detuvieron. Sobre la mesada quedó la copa que él no terminó de degustar, como último momento de su presencia viva. Nunca más súpose del gran poeta.
Y el Romancero castizo nos sigue relatando que un anciano salió en Vivarrambla al encuentro del rey Moro, quien paseaba orgulloso montado sobre su caballo blanco adornando de blancas perlas... diciéndole :
“Mataste a los Abencerrajes que eran la flor de Granada
trajiste a los tornadizos de Córdoba la Sultana
por todos estos errores : ¡Que aquí se acabe Granada!”
Como esto sucedía en Vivarrambla frente a la Gran Sinagoga cuadrada (hoy catedral católica), debemos suponer, que este anciano era un judío granadino. Un Isaías sefardita.
Las princesas moras envueltas en gasas de colores transparentes, danzaban en el palacio de los Abencerrajes, con su cultivo de sensualidad y estética. Intocables como diosas.
Fernando el Católico, descendiente de los reyes cátaros y antipapistas de Aragón, fue el último en maravillarse con la danza del vientre que en el patio de los leones de la Al-Hambra (La Roja) bailaron para él, sentado junto a toda la corte de Boabdil, las tres hijas de este último rey moro. Aquella noche, según cuenta la tradición boca a boca granadina, en un rito musulmán ellas se casaron con él, bajo la exigencia del rey Moro antes de partir al exilio. Pues pidió esa protección de Don Fernando hacia sus hijas, dado que le era imposible llevarlas en un ejército con él.
La historia oficial, una vez más, niega este relato plausible y natural por la circunstancias. El que además agrega que Don Fernando luego de su luna de miel triple, y de bautizarlas, las entregó en matrimonio a nobles aragoneses en casamientos cristianos. Y que siempre las protegió, cumpliendo la palabra de caballero a caballero.
Hernando del Pulgar, un converso judaico, habla de las inmensas iras de Isabel por los devaneos de Fernando. Pero ante la posibilidad de ganarse a la hermosa Granada sin disparar un solo tiro, por capitulación, la reina no podía en ninguna manera oponerse. Ella siempre demostró que los deberes del Estado eran su principal objetivo. Además, cuando la ley musulmana admite a cuatro esposas legítimas, se había contemplado con todo respeto que : una más tres, suman cuatro. La primera se constituye en Favorita, administra la casa y la familia.
Desde una bella estatua de bronce, al lado de su antigua sinagoga (más pequeña que la de Vivarrambla) el rabino El Tibón nos muestra los rollos donde ha traducido a Platón y Aristóteles, del griego al árabe y el hebreo, en el siglo XII. Al pie de ese monumento erigido en el centro de Granada, podemos leer que fue El Tibón, el primer traductor de los clásicos griegos. Los romanos no traducían las obras helénicas, pues sus hombres de letras leían y escribían, tanto en griego cono en latín.
Esta obra de El Tibón iba a servir para que en el futuro floreciera la cultura europea que se expandirá desde el Al-Andalus hacia Francia (que entonces comenzaba en Cataluña) y luego de ella hacia el mundo cristiano, que en el siglo XII era obscurantista y medioeval. Donde las mujeres encerradas con corsé de hierro no sabían escribir y menos aún danzar, desnudas entre velos y con movimientos de ballet.
Desde ese pasado granadino el Visir Samuel, nos sonríe. Es hebreo, pero asiste a la mezquita los viernes con su rey Moro, Bin Habus, pues en ambos Granada ha depositado su alma y su ilusión de belleza, prosperidad y encanto.
Granada o Elvira, enseñó alguna vez, que la tolerancia de pensamiento crea y embellece. Por ello Iriberry en celta significa : Ciudad Nueva.
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Alejandra Correas Vázquez
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