ENVEJECER NO ES FÁCIL.
En mi opinión, este título es verdad y es mentira. Es fácil porque no hay nada que hacer, no requiere esfuerzo, es algo que se hace por sí mismo y lo único que podemos hacer por nuestra parte es aceptarlo o rechazarlo, aunque el resultado va a ser el mismo: seguirán acumulándose los años y como Seres Humanos, envejeceremos.
El sentido que yo quiero darle al título de que no es fácil se debe a que en todos los casos es inaceptable. Me parece que a nadie le hace gracias envejecer porque todos sabemos que eso va aparejado a la cercanía de la muerte… y eso no gusta. Por eso no es fácil asumirlo.
Brigitte Bardot dijo una cosa muy interesante: “Es triste envejecer, pero es agradable madurar”. Parece que lo que puede aportar como positivo sería esa madurez que permite objetivar las cosas y ver con otra filosofía más amable lo que nos pasa en la vida.
Envejecer conlleva el deterioro del cuerpo y de la mente. Lo difícil, lo que cuesta aceptar, son esos inconvenientes físicos que nos aporta el envejecimiento y otros efectos secundarios que no son agradables. La mente pierde parte de su agilidad y además pierde bastantes de los recuerdos. Perdemos colágeno y ganamos arrugas y una piel menos atractiva y menos agradable. Se van inutilizando, en muchos casos, la audición, la vista, el gusto y el olfato. Dejamos de tener la memoria de antes, el cabello, y el sueño ya no es igual, como tampoco es igual el sistema cardiovascular, ni el ánimo, ni la fuerza, ni la musculatura, ni…
Las comparaciones fotográficas con aquel niño o niña que fuimos, con la persona que éramos en nuestra juventud, con el adulto aún fuerte, hacen que lleguemos a la conclusión de que no nos reconocemos. Nos vemos todos los días en el espejo y no notamos la diferencia con el que éramos ayer, pero… ¿y si nos comparamos con las otras edades?
Cuesta asumir que uno es la persona que es ahora y no resulta extraño preguntarse sin palabras por los anteriores estados por los que uno ha pasado. ¿Dónde está quien fui? Si uno presta atención a esto, no puede evitar sorprenderse de cómo ha llegado a este momento sin darse cuenta. Y cuesta asumirlo, aunque sea una realidad innegable que no se puede cambiar.
Manejarse bien con la vejez exige un pacto con el reconocimiento de la realidad, sin lástima, sin quejas, sin reproches, sin oposición. “Este soy yo en este momento”, con esta frase se inicia la reconciliación con esta abultada edad. Es un pacto honrado con uno mismo. No hay engaño. Es la decisión valiente porque la otra opción, la de lamentarse, no va a aportar nada positivo y va a ser algo contraproducente ya que uno va a perder la vida mientras se concentra inútilmente en los lamentos y las pataletas.
Vivir bien la vejez es todo un arte. Requiere acuerdos con uno mismo en los que haya mucho respeto, honradez, el mantenimiento en activo de la esperanza, seguir confiando en la vida -en el tipo de vida que es posible en esta etapa-, y mantener el espíritu activo y ágil para que no se arrugue.
Hacerse viejo es obligatorio. No es negociable. Cómo tomarse esta realidad sí es opcional. Cómo afrontarlo hará que sea agradable –otra etapa buena como las anteriores- o que sea casi un drama. Ya que somos conscientes de que está previsto que lleguemos a esa situación, será bueno que vayamos preparando con tiempo cómo lo vamos a afrontar y que nos vayamos preparando para ese momento. Hay que ir pensando en hobbies, en cosas que siempre hemos querido hacer y hemos ido aplazando, en ver cuántos de nuestros sueños/deseos o proyectos ahora sí los podemos convertir en realidad. ¿Qué es eso que mantienes pendiente y te gustaría hacer?, ¿qué tienes que revisar para ver si ahora le adjudicas otro valor o una prioridad distinta?, ¿cómo te vas a tomar la vida –y a ti mismo- en esa etapa?
Queremos vivir mucho tiempo pero no queremos envejecer. Ya lo sabes: eso no es factible. Una cosa conlleva la otra.
Este es un asunto que bien se merece nuestra atención, para que los que hemos llegado comprobemos si lo estamos haciendo bien, y para que hagan su previsión de quienes algún día van a llegar.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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