N E F E R T I T I
LA BELLA EGIPCIA
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No tenemos partida de nacimiento de Nefertiti y menos aún de defunción. Si las normas exigentes y detallistas de la burocracia egipcia (que fijaba al milímetro la vida de sus faraones y consortes) se hiciesen extensibles a esta reina del Nilo, habría que darla por inexistente. Se desea en estos tiempos, atribuirle un hallazgo nuevo que la determine, pero esto está lejos de ser confirmado. Pues todo lo que trate sobre las personalidades de la revolución de Amarna —los seguidores de Akhenatón, del Demiurgo Atón, o sea los Atonianos— escapa a la convención. La voluntad de todos ellos identificados con su doctrina, era “nacer de nuevo” por entero, tal como lo declararon en su mensaje al mundo.
Fue una juventud dorada pacifista, monoteísta y socialista. Antes de Amarna tuvieron un nombre y al llegar a esa ciudad nueva edificada por ellos, eligieron otro. El príncipe Amenofis IV transmutó el suyo por el de Akhenatón. Nefertiti su bellísima esposa e inspiradora, llevaba el mejor de los nombres. Nefer en lengua egipcia significa Belleza, Bella, Belle, esa belleza de Nefer–Titi que tanto admiramos y es motivo aún hoy, de inspiración para los estilistas modernos. Titi, según los lectores de jeroglíficos, significa extranjera o llegada de lejos. Han ofrecido una preciosa traducción : “la bella ha llegado”.
Ella ya estaba desposada con este joven heredero al trono, siendo madre de dos niñas (tendría seis) a una edad adolescente, desde los tiempos del padre de Akhenatón, el célebre Faraón Amenofis III “el Magnífico” (Amenhotep en lengua egipcia). Fue aquel formidable hombre de empresa, un faraón economista, quien puso a uno en el camino del otro. Pero él, conocido por su cautela, sabia administración y gran diplomacia, no habría de imaginar nunca lo que Nefertiti y Akhenatón harían en conjunto más adelante, cambiando todo el futuro.
Nefertiti iba a transformase en la personalidad más perseguida de la revolución amárnica, por el fuerte partido opositor tebano. Mucho antes que Akhenatón, ella ya estaba proscripta del escenario político. Cuando el muchacho de 30 años todavía esforzábase por salvar el movimiento “Atoniano”, sobre aquel escenario adverso que se mancomunaba en su contra, su hermosa compañera ya había sido condenada, al ostracismo. Si muchas de las especulaciones relativas a la personalidad de Nefertiti descansan sobre hipótesis difíciles de comprobar, esta certeza es una demostración que evidencia y define la figura ideológica que ella representaba, dentro de aquella juventud dorada que se jugó el todo por el todo.
Es una ley histórica infalible. Todos los períodos de retrocesos y contramovimientos que llevan al estancamiento de la sociedad, al retraso evolutivo, toman como primera medida en forma drástica, la expulsión de la mujer de la vida política.
Se le condena a la vida ignorante del gineceo, a su reclusión en el serrallo doméstico, su aislamiento social y su inferiorización sumisa al hombre. Como si ambos hubiesen sido gestados por espermatozoides de diferentes especies y en úteros de cualidades distintas. La condición de la mujer en el medio donde vive, es una tabla de medida exacta y perfecta para conocer el estado de avance y retroceso de la sociedad. Es decir, diferenciar las épocas de progreso de las épocas de estancamiento. Por ello, como primera víctima del proceso que aplastaría a la revolución amárnica, con todo su mensaje panhumanista, Nefertiti fue eliminada de esa conducción que ella encarnaba con talento y cultura dentro del gobierno egipcio. Fue aislada y encerrada en un palacio distante reducida a una vida de gineceo.
La condena de Nefertiti fue el peldaño inicial mediante el cual se derrumbaría ese movimiento Atoniano que hablaba de un dios único y creador, de las igualdades raciales y sociales, de la paz entre los pueblos. Nefertiti marcó el destino, diólo vuelta, representó un momento clave iniciando con ello un proceso (que a pesar de su adversidad en aquel momento) no habría de decaer nunca… Mil trescientos años después Egipto cerrará su historia, nuevamente de la mano de otra mujer muy bella… Cleopatra. También castigada, pero que cambió no solamente la historia egipcia sino asimismo la de Roma, madre de nuestras naciones modernas. Las mujeres romanas después de Cleopatra tendrán por fin protagonismo.
Nefertiti es una mujer intemporal. Pertenece a su tiempo tanto como al nuestro. Fue la antorcha del feminismo que al caer, hízose ya muy necesaria. La nación del Nilo buscará en el futuro figuras femeninas fuertes. Pero ella fue castigada por el delito de ser inteligente, culta, progresista, hermosa y mujer. Rescatada del olvido por los arqueólogos, es para nosotros una adquisición de la época moderna. Desprovista de tiempo como ente puro y no condicionado, irradia fuerza real, se manifiesta hoy ante nosotros en forma viva, como si conviviéramos con ella.
Los dos tiempos positivos para la existencia de la mujer, con derechos adquiridos y presencia social –el suyo y el nuestro– identifica al movimiento Atoniano con este presente que ahora vivimos. Teniendo en cuenta al arte naturalista que marcó su época, con libertad de expresión para los artistas, alejados por completo del convencionalismo oficial que había regido al arte egipcio por milenios (y éste es uno de los atributos mayores de la nueva ideología atoniana) podemos hoy día, mediante un estudio, hacer un análisis psicológico de ella. Del mismo modo que se estudian las psicologías de griegos y romanos, mediante sus retratos.
Fue la mujer más retratada de la antigüedad y por ello llegamos fácilmente hasta nuestra heroína. Observamos que Nefertiti ostenta siempre una sola mirada, una sonrisa tenue y continua, un carácter equilibrado. En su rostro no cabe la incertidumbre. Eran ellos dos como pareja (Nefertiti y Akhenatón) y como joven matrimonio, dos temperamentos disímiles a los que sus retratistas lograron casi “fotografiar”. Akhenatón por su parte se revela temperamental, cambiando emocionalmente en forma continua. Sus retratos nos muestran a este muchacho faraón de veinte años en distintas expresiones, propio de un temperamento emotivo. Fueron ambos dueños de psicologías distintas, pero estaban unidos por un mismo pensamiento, como lo demostraron en su accionar.
Ellos llenaron esos espacios vacíos que los diferenciaban por temperamento, por personalidad, agregando pausas y diálogos que es de suponer, fueron muy intensos al aportar distintos elementos, consubstanciándose con aquella gran empresa atoniana que era la razón de sus vidas. Pocas parejas se han dado en la historia real, que lograran una armonía semejante tanto en la ideología como en la espiritualidad. Juntos aparecen en las representaciones de carácter político y privado. Fueron ellos los cabezales de un proceso revolucionario que convocó a muchísimos individuos, con sus nombres propios, a pueblos diversos y dispersos, a coterráneos y extranjeros, en pos de un proyecto internacional.
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Era una pareja unida en una múltiple alianza que a los 28 años de edad, en pleno apogeo amárnico, en plena actividad Atoniana, habían procreado de su unión 6 hijas, lo que nos da la pauta de un amor verdadero entre ambos jóvenes. Cuando los vemos en las representaciones jugando con sus niñas y paseando con ellas por la ciudad nueva (que habían edificado en sólo dos años) no podemos desestimar aquella camaradería afectiva que ambos manifestaron con tanto alborozo.
Una muestra notable de este real amor se encuentra en la estela del año 6, donde el muchacho ideólogo y faraón oficial, exterioriza su emotividad hacia ella, dando muestras de un exquisito cariño a su bella amada, casi sutil, que los reyes pocas veces han manifestado en público :
“Verdad es que mi corazón es feliz
al lado de la gran esposa real Nefertiti
por la gracia de Dios
por siempre y eternamente
viva en el cuidado del Faraón.
Y que la princesita Meritatón
y la princesita Maketatón
lleguen a adultas en los mimos
y cuidados de su madre Nefertiti
la Gran Esposa Real”
Un esposo amante y un encantador padre. Un hombre de familia, muy moderno. Cuando nos asomamos al proceso atoniano, todo parece de actualidad.
En las ceremonias del gran parque solar de esta ciudad nueva de Amarna, creada para unir a los hombres, ella comparte con su amado las funciones religiosas. Es una pareja de sacerdotes. Además de ello, Nefertiti dirige con los sistros el compás de la música sacra en todo el ceremonial. Su presencia crea un halo de distinción y grandeza. La vemos en los instantes cumbres de aquella arrolladora revolución y su nombre es el alma danzante del proceso. Dijeron los escribas que la conocieron :
“Lanza gritos de júbilo quien la oye hablar”
Esta sentencia de sus contemporáneos nos habla con claridad de su condición de oradora, en pleno proceso. Lo que no podía faltar dentro del movimiento que ella encabezaba junto a su marido. Vemos además, que sobresalía por su capacidad para transmitir emociones. Su actuación en público iba acompañada de la palabra. La serenidad de su rostro, su sobriedad, la delicadeza altiva de su porte, nos sitúan frente a Nefertiti y aún creemos escucharla. Ser su auditorio. Tenía no hay duda, el encanto de las personas que antes de hablar, meditan hondamente. Su gesto impasible, unido al poder de cautivar a los oyentes, ofrece una faceta sutilísima de su personalidad.
Su actividad fue realmente múltiple. Era la oradora que cautivaba al público. La mujer hermosa que inspiraba a los artistas. El espíritu contemplativo que se extasiaba ante la infinitud del Sol Atón (muy semejante al Inti de los Incas). La tierna mamá que acoge y mima a sus niñas en la falda y que las acuesta cariñosamente al lado de su cama. Pues se han encontrado en su casa seis camitas que acompañan en un mismo dormitorio, al lecho matrimonial. Y también la seductora amante que volcaba sobre ella, toda la pasión de un temperamento desbordante como el de Akhenatón.
Cuando el mundo de su época la haya proscripto del esquema político, todavía hará sentir el peso de su talento como educadora del príncipe Tutankhatón, quien más adelante será el famoso Tutankhamón. El cual esperará despertar en el siglo XX d.C. permaneciendo escondido por 3 milenios en el Valle de los Reyes junto al fabuloso tesoro de esta dinastía XVIII.
...Cuando ya Akhenatón y Nefertiti hayan desaparecido del escenario egipcio haciendo un “mutis por el foro”, sin saberse hasta hoy día si ellos fueron al exilio o a la tragedia, donde culminan habitualmente, tantos actos panhumanistas como fue aquel movimiento Atoniano de Amarna.
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Alejandra Correas Vázquez
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