EL TIEMPO ES UN LIBRO

Se agotaron las palabras
                    y todo fue silencio                                                     

El tiempo es un libro

“La noche se desplomaba sobre las calles, mientras toda mi osamenta, mis vísceras no podían dormir. No podía conciliar el sueño,
aunque diera vueltas, no podía dormir. Al llegar la mañana, me dolía todo el cuerpo…y escucho la voz de ella que me decía:
—Quédate un poco más.
Eran las siete treinta minutos, tenía que trabajar y se me hacía tarde.

—A las ocho tengo que estar en la oficina”   -le contesté.

Se puso el sol recostado sobre la tarde y todavía él estaba entre
papeles. La jornada había sido larga. Sin dormir todo parece más
lento, interminable…

“Salí del trabajo, entré en un café”

Le gustaba tanto el aroma humeante del café de Buenos Aires.
Ese “no sé qué…” lo transmutaba en una taza, en una silla, en una parte más del cafetín.

“La realidad me puede. No sé cómo decirlo. Las palabras se atropellan contra mis dientes y nadie me entiende. Siento un delirio mental que no conduce a nada porque el dolor no pasa”

¿Cuánto había de él en lo cotidiano? En el despertador sonando a la misma hora todos los días. El desayuno de pie, el tiempo que corre, las hojas pasan. El beso sin dar a su mujer porque la  hora de fichar se acerca. Luego, las carpetas, los informes, los papeles, la firma, el Jefe...

“El café seguía humeante, su aroma atravesaba el pequeño salón.
Formaba figuras trasparentes que penetraban por mi nariz y me embriagaban los ojos. El dibujo era perfecto: un amo, un señor jefe, un látigo, un golpe, una persona que cae…El movimiento, la imaginación y esos que se creen superiores. El símbolo del poder y de quienes lo poseen ¿Ellos son superiores,...a qué, a quién? El mar es superior, por su inmensidad que parece inalcanzable. El devenir de las voces del pensamiento, esas que viajan de centuria en centuria, ¡eso es superior!
“También el tiempo es superior, ese que no alcanzo, corro tras de él y se va. Su velocidad no la conozco. Parece una hoja escurridiza, que va tras otra, y otra más. Luego las veo unirse en el cuerpo de un libro y cuando voy a abrirlo, giran como el viento en vértigo, y se van.
“¡Las cosas que llaman hogar no me bastan!”

Él no sabía, no entendía, jugaba entre la realidad y la fantasía,
pero las dos juntas no conjugaban en su ser.

“…y cuando llueve ¡no!, no es posible que tenga que ir a trabajar.
“¡Es tan bello estar debajo de las sábanas! mientras las gotas pegan
sobre las hojas de los árboles…y ellas se sacuden enojadas diciéndome al oído, despacito, “¡qué pesadas son, nos golpean como si nosotras no sintiéramos nada!”.
“Es un canto este tiempo de lluvia. Este tiempo de árboles, de calles
mojadas, de perros mojados, de mojados niños con los pies descalzos
…y yo entre las sábanas”

El libro se abre nuevamente y las hojas de hoy están quietas, pasan lentas.

“El reloj marca las nueve y ella se fue. ¿Por qué no se quedó un rato
entre las sábanas?”

“Sé que tiene que tomar el subte, el tren y no sé cuántos medios más.
“Soportar al que pide, leer un libro viejo, sentir que el tiempo es un libro,
mientras los sonidos se acrecientan y disminuyen ¡Ese ruido resonando en sus oídos! Y la tierra que le pega en el rostro. Todo para dar clases en la escuela.

—Es así, no hay nada que explicar     –decía Laura.

“La siento como si estuviera aquí, a mi lado: toco sus pies largos,
delicados, sus piernas…
“La pienso veo su talle que tantas veces acaricié, luego su boca
“siempre pronta al beso, pero no se quedó un poco mas y afuera llueve.

A esa hora y con ese discurrir sobre su trabajo nada. Tendría que inventar una excusa, la que siempre le salía más fácil,  enfermar a unos de los niños.
Sus hijos tenían poco tiempo brindado por su padre, les dedicaba una hoja, eso le era suficiente.
Sus pensamientos, sus insatisfacciones eran las hojas más fuertes, las más importante de todo el libro. Lo aniquilaba la culpa ¡esa bendita culpa! no le permitía hacer propios los espacios placenteros. Algo tenía que hacer porque su mochila era muy grande y su espalda se estaba achicando.
Se fue al café, el café de los mil aromas y otra vez el divague, la melancolía y la ambigüedad de sus pensamientos lo volvían irascible.

“La amo a Laura, le diría: Te quiero mucho pero hay algo que quiero y no encuentro.
“¿Te acuerdas cuanto corrimos para tener la  casa, ladrillo a ladrillo, peso sobre peso, después los hijos, pero no sé...
“¡Perdóname, Lau! no sé…”

En un impulso fue a su casa, tomó unas pocas cosas, las puso en un bolso y se fue a la estación de micros. Allí, se dirigió hacia una ventanilla tomada al azar y pidió un pasaje.

—Señor, ¿a qué lugar viaja?” –le preguntó el empleado.

—Al norte    -contestó.
—El norte es grande, puede ser Jujuy, Salta, otros    –le respondió

—Está bien, un pasaje a Jujuy     –le respondió.

Había dejado un papel escrito sobre la mesa que decía:
“No sé si vuelvo”.
Laura al leerlo pensó: “Debe tener mucho trabajo”.

Llegó a San Salvador de Jujuy un día martes con clima templado.
La temperatura de diecinueve grados hizo más agradable su llegada.

“Buscaré un hotel ¡pero si no tengo un mango, qué estúpido soy!,
bueno, pongo mi bolso al hombro y me voy a caminar.
¡Qué paisaje, es espectacular!”

El lugar le atraía, se marchó detrás de la leve brisa que mecía el follaje de los árboles.
Se deslumbraba con el color de las piedras, los cerros, el verde brillante de los valles,
la claridad del agua del río Xibi-Xibi.

“Este río me da paz, hacia el sur puedo ver el barrio de Alto Comederos, pero no voy a ir, me interesa llegar a Purmamarca, este pueblo  sentado a los pies del cerro de los Siete Colores. Tal vez su luz pusiera mis pensamientos en orden, estoy bastante cerca de la Capital y en ese lugar podría deleitarme con la Quebrada de Humahuaca”

Se sentó en la punta más alta del cerro. Todo le daba vueltas, sus pensamientos conformaban un remolino y sentía atracción por la magnitud del lugar. Los giros pasaban por el café de los mil aromas, la calle Corrientes, el Obelisco, Buenos Aires. Su mente era un vértigo, las imágenes le cacheteaban una tras otra, no le daban tiempo a respirar tranquilo.

“¡Qué hermoso es todo esto!, pero huelo un aroma.... “Sí es café, aroma a café, el que llenaba mis horas allá, mis hojas de tiempo,”…y vienen los recuerdos, ¡ah! … La hora cero en la avenida.
Los acordes de Piazzola. “Las luces me encandilan, no veo nada... y de pronto, veo al loco con el melón en la cabeza. A mi me haría falta un melón o una sandía en la cabeza, tal vez sus semillas en mi mente harían nacer hojas nuevas  —quiero decir, digo: ideas nuevas, con flores de aromas desconocidos….no sé”

“Le contaría a Laura, ¡le voy a contar!: “Esto es maravilloso pero ese
aroma me atrae, me embriaga...

¡Ayúdame, Lau, ayúdame!”.

“Las manos me tiemblan, tengo miedo….

AZUNA                                         (La imagen fue bajada de internet)
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AZUNA AZUNA NOS COMPARTES UN EXCELENTE RELATO FELICITACIONES,

GRACIAS LAURA Y LIGIA POR LEERME Y OPINAR,
SUS PALABRAS ME DAN MAS FUERZA PARA CONTINUAR
ESTE CAMINO DE LAS LETRAS QUE TANTO AMO.

UN ABRAZO ENORME
AZUNA

LES CUENTO A TODAS LAS COMPAÑERAS QUE HAN ESCRITO SOBRE MI RELATO.
ES VERDAD TENDRIA QUE HABERLO PUESTO EN NARRATIVA. FUE UN ERROR Y GRACIAS
POR DECIRME.
OTRO TEMA EL DE LAS COMILLAS: EN NARRATIVA CUANDO EL PERSONAJE PIENSA, SE USAN COMILLAS PARA DECIR LO QUE EN ESE MOMENTO PIENSA. POR ESO LAS USÉ, ESTUVE INDANGANDO, INVESTIGANDO Y ASI LO DICEN LOS QUE SABEN DEL TEMA.
DESPUES QUIERO AGRADECER TODA ESTA DEVOLUCIÒN QUE ME AYUDA A SEGUIR, A DARME CUENTA, Y PODER SUPERAR ERRORES. GRACIAS, MUCHAS GRACIAS A LAURITA, A LIGIA, A MANOLA, A POESIA CARNIVORA Y A ALEJANDRA POR LEERME Y DARME SU OPINION. MUCHAS GRACIAS.
ABRAZO A TODAS.