LA BELLEZA DE LA AUTOCOMPASIÓN
En mi opinión, para poder apreciar la belleza y la bendita generosidad que hay implícitas en la Autocompasión es necesario revisar previamente el concepto que tenemos asociado a la palabra.
Generalmente se entiende como compasión sentir lástima, en el peor sentido de la palabra, menospreciando al receptor de la compasión; incluso se nos presenta como un sentimiento de superioridad sobre quien necesita o a quien se le ofrece ese acto.
La Autocompasión puede ser, y debe ser, el amor y la ternura y la delicadeza y la comprensión que poner cuando nos tratamos a nosotros mismos; sobre todo en los momentos más delicados, menos venturosos y menos felices, cuando las cosas no nos salen bien, que es cuando realmente más nos necesitamos.
Auto-compadecerse no es sentir desprecio, no es minusvalorarse ni sentirse inútil , no es reprocharse, no es enemistarse con uno mismo, sino que es comprenderse, aceptarse a pesar de todo, tener conciencia de la verdad que hay en el hecho de ser Humano y, por ello, con derecho a equivocarse y no hacer siempre bien las cosas.
Auto-compadecerse es acompañarse incondicionalmente, con toda la amabilidad y el cariño, ofreciéndose aceptación y cuidado, cuando uno más lo necesita, cuando se siente frustrado, dolido, desilusionado.
Todos nos equivocamos, por supuesto, no somos infalibles y no somos expertos en todos los terrenos. Ante esas equivocaciones podemos reaccionar de diferentes modos. Unos son inconscientes -y por serlo requieren toda nuestra atención y una dedicación para eliminarlos o cambiarlos- y otros, los menos, se hacen desde la conciencia y la consciencia.
Equivocarse es solamente una más de las posibilidades cuando se toma cualquier decisión. Puede que sea la que aporte peores consecuencias, pero en ningún caso es motivo suficiente como para crear malestar en la relación que uno mantiene consigo mismo. Uno puede y debe dialogar consigo mismo, reflexionando, sobre las consecuencias de sus actos y decisiones cuando ha comprobado que el resultado de éstas no ha sido el apetecido, pero nada más. No ha de convertirlo en el inicio de una nueva batalla, o la prolongación de las anteriores: sólo ha de ser un asunto sobre el que reflexionar con la intención de mejorar en ese aspecto.
La Autocompasión implica el reconocimiento de la realidad que uno es en ese momento. Una vez superada esa mezcla de vergüenza y malestar que se ha formado, no es precisamente lo apropiado quedar rebozándose en una pena desconsolada y en un rosario de reproches y descalificaciones -que van a minar la autoestima y degradar la relación que uno mantiene consigo mismo- sino que conviene afrontar lo sucedido desde la objetividad -por tanto sin que intervengan los reproches y el rencor- para poder ver los hechos tal como han sido realmente y, a partir de esa observación imparcial, poder extraer el aprendizaje que nos servirá para actuar a partir de ahora en situaciones similares.
La Autocompasión es el recogimiento amoroso incondicional de nuestras ilusiones incumplidas, de las pérdidas indeseadas, de las situaciones mal resueltas, de las actuaciones incorrectas… de todas esas cosas en las que intervenimos y producen un resultado indeseado, y de aquellas en las que nos sentimos culpables, necesitan ser acogidas con abrazos cálidos de abuela, y con una sonrisa generosa al darnos cuenta de qué pequeños somos, qué inexpertos -que no tontos o inútiles- y cuándo podemos mejorar aún.
La Autocompasión surgirá de la percepción de nuestro propio sufrimiento. Nos sentimos mal emocionalmente y necesitamos ser acogidos en ese momento y no ser regañados. A otra persona que estuviese en nuestra misma situación trataríamos de darle un abrazo, le aplicaríamos nuestra mejor capacidad de comprensión sin juicio -porque estaríamos con una persona y no con un reo a quien juzgar-, comprenderíamos su derecho a equivocarse, le consolaríamos con las mejores palabras de nuestro repertorio, le trataríamos con empatía y con amor. Esos son los ingredientes de la Autocompasión. Ingredientes que debemos usar en el trato con nosotros.
Con la Autocompasión se pretende neutralizar y superar nuestro propio sufrimiento. Requiere de nuestro propio cariño. Nos producirá calma y, si lo hacemos bien, la alegría de comprobar que somos generosos con nosotros, que nos aceptamos a pesar de los desaciertos, que estamos de nuestro lado en todos los momentos, y que sabemos valorarnos por encima de nuestros actos y circunstancias.
Una vez percibido el sufrimiento -tal como es realmente- y evaluado -sin valorarlo como algo negativo- es cuando aparecen la Autocompasión y la Autoayuda. Es entonces cuando surge esa relación tan bella entre el Uno Mismo que se da cuenta y quien sufre. Es cuando aparece la propuesta de amarse.
Porque la Autocompasión es una bella demostración de Amor Propio.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
Si le ha gustado este artículo ayúdeme a difundirlo compartiéndolo. Gracias.