CAPÍTULO 81 - NO QUERER RECONOCER LOS PROBLEMAS Y NEGAR LA REALIDAD
– EQUIVOCACIONES HABITUALES -
Este es el capítulo 81 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER.
Es mucho más cómodo eludir los embrollos o negarlos que molestarse y sufrir los inconvenientes que conlleva ponerse a resolverlos.
El uso de la palabra “problema” ya trae en sí una carga energética negativa; promete algo desagradable, inconvenientes, enfrentarse a cosas indeseadas, buscar una solución entre un millón y encontrar ninguna o cien y todas con pinta de no ser “la buena”, tomar una decisión que nunca se sabrá si fue la correcta (aunque siempre se sospechará que no fue la acertada)… la conclusión inconsciente a la que uno llega es que es mejor olvidarse de ellos. Lo que pasa es que suelen ser muy pertinaces y no olvidan fácilmente que quieren una solución.
La mejor forma de minimizar un “problema”, acercándolo de ese modo a la realidad de su relatividad, es dejar de llamarle “problema”. Es un conflicto, un inconveniente, una contrariedad, un asunto pendiente de resolver… todas esas palabras tienen el mismo significado pero no cargan la desazón que conlleva implícita “problema”. Resulta menos complicado resolver “un asunto” que “un problema”.
La parte positiva es que el “problema” siempre tiene una posibilidad de ser solucionado y convertirse en un asunto que, una vez resuelto, deja de molestar o doler. Por tanto, percibido desde un punto de vista absolutamente objetivo, la mejor opción ante un “problema” es encararse a él, observarlo, desmenuzarlo, ver un modo de resolverlo… y hacerlo. Y dejará de perjudicar.
Si el “problema” está relacionado con la pareja, habrá que ser leal y poner en práctica aquello a lo que se comprometieron: que los que surgieran se resolverían hablando de ellos con voluntad de colaborar para conseguirlo juntos.
Hay muchas cosas que pueden hacerse con ellos: minimizarlos falsamente, declararlos inexistentes o invisibles, negar que afectan, menospreciarlos, dejar que se resuelvan solos, tratar de borrarlos de la memoria, esperar que sea otro quien los resuelva… pero ninguna de estas soluciones son adecuadas. Pueden ser alivios temporales, pero no soluciones definitivas.
Si se detecta un conflicto, es mejor tratarlo cuando aún es sólo un cachorro de conflicto –un problemilla-, porque aún se está a tiempo de evitar que llegue a convertirse en irreparable, y porque es mucho más sencillo de manejarlo.
El mayor atentado que uno puede cometer contra sí mismo, y el más vil e inútil, es el de engañarse. Porque uno mismo será siempre la víctima.
Si ha aparecido un conflicto, o un conflictillo, es un asunto a tratar a la mayor brevedad posible. Sólo hay que propiciar el momento adecuado y acudir con el estado de ánimo oportuno para resolverlo. Y a por ello.
SUGERENCIAS PARA ESTE CASO:
- No querer reconocerlos, o negarlos, nunca. Nunca.
- Olvidarlos puede ser un alivio, pero no una solución.
- Los conflictos parece que forman parte ineludible de la relación, así que tendrán que estar ambos preparados y ante su presencia unir fuerzas y poner todo el amor que se tienen para resolverlos.
- Los conflictos se resuelven hablando, no dejándose de hablar.
Francisco de Sales
(Si le interesa ver los capítulos anteriores, están publicados aquí:
http://buscandome.es/index.php/board,89.0.html)