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 NIEBLA SOBRE CORDOBA - NOVELA (tercera entrega)

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Alejandra Correas Vázquez
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Alejandra Correas Vázquez


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MensajeTema: NIEBLA SOBRE CORDOBA - NOVELA (tercera entrega)   NIEBLA SOBRE CORDOBA - NOVELA (tercera entrega) Icon_minitimeLun Sep 21, 2020 8:21 pm

NIEBLA SOBRE CÓRDOBA
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NOVELA
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por Alejandra Correas Vázquez
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3 - MATE
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La hora del Mate, a las tres de la tarde —siesta— hora establecida en los ritos argentinos, llegó como siempre sucedía, también en este día diferente. Doloroso. Patético.

Mate para quedar en el recuerdo, porque lo que en este día vivían la tía y la sobrina, iba a ser evocado en el futuro.

Y en especial en el futuro de los dos gurises, ignorantes por ahora de este presente. Quizás en gran parte debido a que ellas, quienes llevaban viviendo varios años juntas, hablaban abiertamente de todo cuánto hasta entonces habían callado, como en un acuerdo tácito.

—“Mira, nada es nuevo”— expresábale la tía a su sobrina —“No existen por un improntum emociones nuevas. Ningún sentimiento surge de improviso. Hay largas meditaciones antes de tomar un camino”

—“¿Lo habías meditado?”

—“No en ese entonces, pero sí ahora. Aunque este camino mío, hoy doloroso, sea la derrota. El derrumbe”

—“¿De qué forma estabas involucrada? Te he visto siempre como una madre abnegada y protectora de tus niños. Terminaste viviendo yo aquí, tu carrera y vas diariamente a un estudio de arquitectura donde diseñas. He visto tu disciplina. Solo en este día por razón especial, te has tomado un descanso”— comentóle sorprendida la niña

—“Lo de hoy significa un final. El cierre de aquel período emocional que me envolvió hace diez años. Esta es la parte de mí que ahora concluye”

—“Era necesario por el bien de los niños”— aseguró la sobrina morivada

—“Pero hay emociones que golpean muy rápido”

—“Yo lo viví desde la vereda contraria. Mi infancia entre nubes de gases lacrimógenos e incendios callejeros, bombas nocturnas entre grupos rivales... Todo aquello surge en mi recuerdo, como un fantasma detrás de las muñecas”

Dijo aquello la niña quedando ensimismada dentro suyo, retrayéndose hacia esos días con el terror infantil vivido, cuyo recuerdo traían a su mente noches de insomnio en el presente. Como todo lo que asusta en la infancia, la sobrina evaluaba el tiempo guerrillero desde su óptica, por las emociones negativas que habíanle dejado.  

—“Por acumulación”— aceptó la tía

—“Me desorientó. Fue muy rápido para mí”— insistió la niña entristecida

—“”Pero fue un proceso largo para quienes nos injertamos en él. Como el agua que circula bajo la tierra en forma de río subterráneo, o mansa vertiente, y brota de pronto a la superficie. Aparece a los ojos de los demás en un punto elegido por la naturaleza. Sin embargo ha circulado imponderables distancias”— una sonrisa iluminó su rostro

—“¡Para arrasar todo en creciente bravía y serrana!”

—“Pero también trayendo vida y fertilidad. Quebrando la sequía. Es poder. Es creación”

—“¿Entonces, tía, quieres crear y no destruir?”

—“”Siempre lo quise, aunque lo expresara de otra manera. Intentaba llegar hasta el cimiento, barriendo todo lo anterior, para edificar un mundo direrente. Una propuesta nueva”— explicóse su tía

—“¿Y nosotros? ¿Los que vendríamos después? ¿Cómo podríamos reconocer que era nueva ... si todo iba a ser barrido de raíz? No iban a quedar medios de comparación. A nosotros, los jóvenes del 80, nada nos quedaría de elección y selección”— le contrapuso la sobrina

—“Es verdad. No puedo negártelo. Pero teníamos puesto en ello nuestra fantasía. Estábamos seguros que crearíamos, y esto último ¡Sí! deseo preservarlo como idea, a pesar del caos”

—“¿Creación? ¿Allí, en medio de la bomba?”

—“Quedamos a mitad de camino, solamente con la bomba... Pero te recuerdo que yo no estuve en la lucha armada. Me había colocado a un costado con los niños y por ellos. Además yo soy aquí, sólo la abogada defensora”

—“No estás en el banquillo y sin darte cuenta pensaste siempre en la preservación. En la salvación de lo que aún quedaba, de lo que se conservaba de ustedes como pareja enamorada, como preservación de él mismo: sus hijos. Creación”

—“Sí, mucha creación hace falta, porque son muchos ahora los ausentes de aquel entonces. De cuántos recorríamos las calles bohemias de Córdoba, con nuestra fantasía”

—“Una fantasía trágica, tía”

La pava del mate bullía junto a la ventana cubierta de bruma. La bombilla de plata cargábase con el jugo aromático y caliente, borboteante de espuma.

—“El agua de la pava cuando bulle hirviendo avisa que está lista para cebar otro mate, y es como el agua que continúa su paso bajo la tierra y asoma a la superficie trayendo vida, en el sitio propicio”— argumentó la tía luego de un silencio

—“Trae vida. Así lo veo, como una providencia”

—“Hoy he dejado de creer, niña mía, para tu tranquilidad, que se puede torcer por voluntad propia las voluntades de los otros. Por tenacidad. O por disciplina. Pues hubo fuerzas que desconocíamos en la otra vereda, y eran más poderosas que nosotros”

—“¿Debo tomarlo entonces como un milagro?”

—“Podría ser. Los caminos nos avasallan y transmutan”

—“¿Traerá alegría a esta casa?”

—“Será si quieres un milagro, pero ha caminado lentamente en mi interior a través de desiertos. El mío principalmente. O el suyo ... cuando él vivía, hasta ayer. Es como todos los milagros que cree ver la gente, el público, el testigo ocular. Pero en realidad es un hecho elaborado lentamente en el pensamiento de alguien”— explicó la tía

—“Un espíritu maduro y un producto del tiempo y la experiencia”

—“Sí, pero con otro aditamento. Tiene sabor a conciencia. A seguridad. Lo que yo busqué siempre sin saberlo”

—“¿Seguridad en la inseguridad?”— preguntóle extrañada la niña

—“Aunque te parezca irrazonable. Me sentí apoyada por él, desconociendo el riesgo de seguirlo. Un hechizo de juventud como la emoción que me unió a él, en sus brazos grandes y viriles, en sus labios apasionados y cautivantes. Lo vi como un protector”

—“¿Nunca dudaste de tu elección, en la persona de mi tío?”

—“Aún no dudo. Pero ahora comprendo todo cuánto a él le faltaba todavía, para aquilatar sus proyectos. Y todo lo que poseía en exceso, en demasía, en fuego, en encanto, hacia cualquier punto siempre extremado”

—“Era un extremista. Nadie va a dudarlo”

—“No era yo la persona preparada para esto. Por ello estoy aquí, aunque deseara estar con él”— sostuvo la tía

—“Fue muy buena tu última elección, por ello hemos vivido estos años juntas en buena armonía”

—“Pero hoy soy la persona que tiene conciencia, de con quién estaba. Cuál... era mi compañero y socio, mi amado. Y palpo más que nunca sus principios”

—“Me das miedo, tía ¿Volverás todo para atrás?”

—“No hay peligro. Yo seguiré en adelante los míos propios. Sólo la mágica concepción del paganismo me permite explicarte y explicarme, las contradicciones de este mundo real. Y no ideal”

—“Te aferras a un mundo concluido”— observó la sobrina

—“No, en absoluto. Todos tenemos una parte de razón y nadie la tiene en forma absoluta”

—“Pero la tendrá Júpiter que está sentado en el trono”

—“La tiene porque Júpiter es cambiante y mutable, de amor y humor. El es, el fiel reflejo del mundo en que vivimos los humanos desde que empezamos a convivir”

Pasaron unos minutos de silencio. La pava en el fuego formaba una nube de vapor, mientras tras los vidrios de la ventana, la neblina formaba nubes,

—“¿Cómo ves su imagen en este momento?... después de tánto hablar hoy de él, cuando nunca lo hacíamos antes”— recomenzó la sobrina

—“Los dioses providenciales me lo brindaron con brazos abiertos, pero sin advertirme nada. Y me dejaron junto a él con mi vertiente de agua oculta, avanzando por ese desierto agotador donde él caminaba. Mi cántaro de agua no calmaba su sed.”

—“Nadie pudo calmarlo, nosotros, su familia, tampoco”

—“Hoy se rompió mi cáscara de tierra que era, en el fondo, muy frágil. Yo estaba erguida en la frescura de mi espuma brotante... Pero aquel desierto sediento ya no estaba conmigo”

El gas elevó su llama cuando la sobrina moviera la manijilla. Sobre la mesa hallábanse preparadas varias hojas de papel blancas y vacías de resma lisa. Un lápiz con sacapuntas. Una virome.

—“Todo viene de algún interior, sin duda”— expresó la niña mirándola de frente con intensidad

—“No lo dudes. Pero creo que tu juventud, tu época, tu década, que comenzará dentro de pocos meses cuando empiece el año 80, ha vuelto al seno familiar en contradicción con nosotros, y esperando mucho de ellos”

—“No lo veo de esa manera. Viviremos cada uno su vida propia y particular, y no una emoción masiva como fue la de ustedes ¡Por lo menos yo deseo elegir en vez de ser elegida! Al menos elegir mis propios deseos sin que me los imponga como una ley, la juventud en que vivo. Eso hizo la generación del 70 que me antecedió”

—“Es una acusación aceptada, señora Fiscal. Hay tantas posibilidades de encanto, como de disgusto en las ofertas de nuestras compañías”

—“Pienso que tengo derechos a que la ciudad me brinde la tranquilidad de circunstancias, en un espacio en paz, sin tumultos, para lograr mi vida. Lo mismo que yo espero otorgar”

—“Lindo pensamiento, y comprensible en ti, luego de todo lo que aconteció”— le reconoció la tía

—“Pero él ... ¿Por qué vino a nublar tu sonrisa? ¿Por qué no eligió en cambio otra angustia semejante a la de él, para acompañar la suya? Y si buscaba a tu lado equilibrio, como todos nosotros creíamos ¿Por qué lo rechazó y te desestabilizó?”

—“Quizás no había firmeza en mi equilibrio y fuera sólo otra cáscara”— respondióle su tía

—“¿Cómo? ¡No! ...no... no es así”— saltó la sobrina

—“Pudo ser un engaño. Una armonía con altivez norteña que yo había adquirido en el seno de mi familia”

—“¡Debes mirarme de frente y mirarnos a todos! Con tu altivez de antaño. Con tu armonía. Con la gracia que entonces nos cautivó”

—“Era la mía una armonía heredada, una altivez de señorío, propia de las familias antiguas de Jujuy”

—“¡Bella herencia! … Entraste en nuestra casa con tu porte elegante y gracioso, lleno del encanto que lucen esas viejas familias del norte. Con la armonía de tu voz. Con tu acento jujeño encantador”— evocó la niña

—“Acepto tus impresiones sobre mí, que se grabaron en tu infancia”

—“El mundo está pleno de vida, y la tuya fue siempre muy rica”

—“Esta década, estos años 70, toda mi circunstancia en ellos, me han hecho olvidar a Jujuy. Mi familia siempre muy rigurosa, con sus tradiciones de abolengo, no aceptó mi matrimonio con él, disgustada por sus ideas. Fue un riesgo que asumí yo sola”— reconoció la tía

—“Un gran riesgo que ambas asumimos en estos años juntas”

—“Pero que ya es imborrable”

—“Sin embargo siempre hay un rescate posible. Quiero volver a verte como el día en que entraste a nuestra casa, haciendo sonreír a mi abuelo. A mi padre. A mí. Y brindándome un regalo. Lo he guardado entre mis objetos más secretos, porque contiene tu última sonrisa”

El escenario tras la ventana envuelta en Niebla, estaba vacío. Córdoba, siesta, brumosa e invernal. Mes de Agosto. La calle parecía obscurecerse aún más bajo aquel manto blanco que hacía impenetrable la visión.

Por medio de esa escenografía difusa y casi fantasmal, el ánima flotante y translúcida, tenue y blanquecina, continuaba su peregrinaje junto a los marcos cerrados de las distintas ventanas. Posábase en el borde de vidrio que lo separaba de aquellas dos contertulias, su esposa y su sobrina, intentando penetrar en su diálogo, con la mudez de toda ánima en pena.

—“Pero mi sonrisa, aquélla de mi llegada feliz a tu familia, era causada por la alegría de sentirme apoyada en su brazo viril, apasionado, con el cual él me llevó hasta tu casa”— replicóle la tía    

—“Era un apoyo realmente? El tiempo lo diría: ¡No!”

—“Fue como yo sentíalo en aquel momento!”

—“...!No!..”

—“El cautivaba. Muchos deseaban poseer su encanto. Igualarlo. Hablar con el brillo de sus palabras. Copiar esa carga emotiva con la que proyectaba ideas nuevas. Pues su voz parecía enmudecer a todas las otras, en esos corredores universitarios cordobeses. Aún mismo bajo las viejas y antiguas arcadas jesuíticas donde él se expresaba con énfasis”

—“Pero ya no existe. Hoy día todo aquello ha terminado, mis horas de estudios son muy calmas"— expresó la sobrina

—“Hace diez años era todo emoción, y él brillaba dentro de aquellas asambleas de estudiantes, como si fuese su único orador. El monólogo se detuvo frente a mí callando de improviso, y yo quedé una tarde sola frente a él”

La evocación de aquellos días pasados hizo dispersar en ella, la joven y reciente viuda, todas las emociones anteriores. Y esbozó una suave sonrisa, como si recuperara la antigua.  

—“¿Era un momento de gloria?”— insistió la niña

—“No. En absoluto. Pero me enamoré de él, casi de inmediato... Antes de pronunciar la primera palabra vi serenamente las figuras que se apartaban de mí. Del riesgo”

—“Aquello era de por sí solo, ya un mensaje”

—“Es cierto. Numerosos compañeros de estudios que en ese entonces yo tenía, hiciéronse a un lado de mí. Y lo advertí de inmediato. Tanto, como a las nuevas compañías que adquiría a su lado, en aquel momento”— admitió la tía

—“Asumiste plenamente el riesgo, con entereza”

—“Caminos que se abrían y caminos que se cerraban. Unos llegaban y otros partían de mi lado ¿Yo los dejaba o ellos me dejaban? Aún hoy no encuentro la respuesta, ni quiero escucharla. La primera fue mi hermana”

—“La conocí, pues llegó de Jujuy el día de tu boda. Fue el único miembro de tu familia que nos acompañó ¿Y qué te dijo ella en esos momentos?”

—“No retuvo las palabras, ella no iba a engañarme y expresó su pensamiento con claridad: “Tu futuro será incierto pues te has comprometido, no sólo con un hombre, sino también con una causa. Con el riesgo del combate. Pro como mujer, tienes la llave blanca en la mano”

—“¿Y qué le conteste?— preguntóle intrigada su sobrina

—“¡Creo en él! ... fue mi contestación!”

—“Pero ¿Qué es creer en un hombre? ¿Cerrar los ojos a todo el escenario que lo rodea? ...No basta— opinó la niña

—“Ya era un comienzo importante”

—“¿Cerrar los ojos? Tía, tus contradicciones me desconciertan”

—“Hubo falencia de mi parte. No palpé el peso de las frases de mi hermana, mayor que yo. Luego... quedé inserta en ese horizonte nuevo y distinto, que me fue envolviendo de a poco. Cuando hay riesgos muy grandes que correr, es necesario estar comprometidos con ellos de motu propio. Vivirlos por una misma. Y no por amor, por pasión, romance, como fue mi caso”

—“Entonces ¿Aceptas que no tenías convicciones propias?”

—“No en la misma medida que él. Deseaba acompañarlo. Pero es bien distintos ser soldado de una causa. Ni su brillo, ni su magnetismo, pudieron transformarme a mí en un soldado. Puesto que no lo llevaba en mi temperamento”— aclaró la joven viuda con certeza

—“¡Es un alivio! ... Lo menciono, por los niños”

—“¡Sus niños! ... Quienes hoy ya no tienen padre”— lamentóse la tía

La escena habíase tornado más expresiva, como si intentase colorear los vidrios opacos y blanquecinos de la ventana. La siesta brumosa comenzaba a desprenderse del silencio, y en el parque del Marqués de Sobremonte principiaron a perfilarse nuevos caminantes, protegidos de bufandas o ponchos de alpaca.

—“Nos hemos reunido en este día para un Juicio de Familia”— le recordó la joven

—“Es fácil juzgar sin juzgarse”— opinó la otra, también joven pero ahora viuda

—“Tal vez nadie pueda hacerlo con una justicia perfecta, lo admito, pero hay límites que nos ordenan para convivir, y esto es lo que yo le reprocho”— dijo la sobrina

—“El sólo intentaba buscar. O edificar un mundo nuevo”

—“¿Sin yo pedírselo? ¿También querías lo mismo?”

—“Yo sólo había querido amar. Incluso a su causa”

—“¿Qué siguió después?”

—“Era duro el momento. Exigente. Lleno de renunciaciones para una mujer muy joven y enamorada. Debía permanecer numerosas veces aislada, escondida, y él ausente, en su lucha. Me vi de pronto sola. Desde entonces caminé por mi soledad, volcándome en el abandono o la desesperanza”

—“Duro sin lugar a dudas. Nuestra familia los buscaba sin hallarlos”  

—“¿No se puede amar serenamente? ...pregunté, imploré a las paredes que rodeaban, como única compañía”

—“Sin duda, no quedaba otra alternativa ”— acentuó la chica

—“Entonces comencé a preguntarme... Las flores de la naturaleza nos deslumbran, iluminan los churquis de la serranía agreste, colorean el yuyal ¿Deseamos conservarlas con nosotros, prisioneras? No. Nos gusta admirarlas. Gozamos con verlas allí, desparramadas por la Pachamama”

—“Bonita imagen, gozar de sus colores, sin causarles daño”

—“Fui hallando lentamente la debilidad de los actos, que dominaban a todos cuántos estábamos en aquel compromiso. Llegué a la esencia misma de cada uno de estos actos. Desmenucé sus mensajes. Juzgué yo también”

—“Lo presumía, pues te conozco bien”

—“Recordé lo acordes musicales más hermosos... y descubrí el abismo existente entre la belleza y la profundidad”— dijo la joven viuda con emoción

—“Mucho coraje el tuyo al cuestionarte”

—“Era necesario”

—“Todos tuvieron coraje, lo admito, puesto que arriesgaron su vida y su felicidad, su paz, su continuidad. Sé reconocer que había un sacrificio en todos ustedes. Pero no supe que dudaban o al menos, se autocuestionaban”— indicó la sobrina

—“Como en todo compromiso. En toda causa”

—“Sin embargo con ello no se salvó la paz de esta ciudad. Vi sus llamas, su angustia. Llenó mi infancia”

—“Y nuestra juventud”

—“Arrasó a mi familia, dividida en dos bandos”

—“No era nuestro propósito inicial”— aclaró la tía dolorida, quedando pensativa

—“Pero fue la consecuencia final”— contestó la sobrina también dolorida

—“Porque lo profundo. Lo infinito. Lo que debía encausarnos en forma definitiva. Lo que podía redimirnos para lograr una sociedad creyente en nosotros... Faltó”

—“¿De qué manera lo percibes ahora”

—“La materia no estaba purificada. Era como un alabastro de la sierra que frotamos con nuestras manos por la superficie, y esperamos largo tiempo. El interior de la piedra continuaba inmóvil. Al mirarla, su luminosidad casi áurea manteníase entre las primeras vetas, pero de su centro no emergía la llama que pudiese convertirla en un solo fuego”

—“No era fácil lograrlo”

—“Y yo quedé sedienta. Mi anhelo se había frustrado”— aceptó la joven viuda

—“Sí, tía. Porque un encanto intangible te envolvió siempre. Una pureza. Fuiste la piedra de alabastro luminosa y translúcida, que contenía una veta de mineral precioso... colocada en el sendero de mi tío. Nosotros en la familia la vimos, y él no”

—“Dura como una buena Fiscal, es difícil continuar este Juicio de Familia, sin apenarse por él”

—“O por todo lo que él dejó a un costado”

—“Yo nada le reprocho, asumí esa elección al aceptarlo”— sostuvo una vez más la tía

—“Como gustes. Vamos a dejarlo allí, por ahora. Yo voy en este momento con mis papeles de apuntes hacia la Biblioteca Mayor... y volveré para la leche”


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No todo ha muerto, aunque los sueños rodaran al abismo.
No todo se fundió entre las sombras monstruosas del olvido.

Hoy queda tu nombre, cuando la palabra enmudece.
Cuando la música se convierte en un mar embravecido....
Queda tu imagen imborrable ... De un tiempo detenido.


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