FABULAS DE LOS ESTUDIANTES
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NOVELA
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por Alejandra Correas Vazquez
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FÁBULA DIECIOCHO
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LA CONSTANCIA
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En el zaguán se recortaba la figura de Martín, muy tiesa, evidenciando que hacía un rato largo escuchaba la conversación. Abrazó a su padre con mucho afecto y algo conturbado.
Luz dirigióse hacia el pasillo detrás de su amigo, mientras Marina guardaba sus tacitas de juguete y se alejó a su vez por el patio.
—“Qué es?”— le preguntó ella al llegar junto a Diego
—“Déjalo tranquilo. Son cosas inevitables”— le dijo el muchacho en voz baja
—“Me he dado cuenta, pero creo que él quería dialogar con alguien. Le era necesario. A la primera persona que halló al llegar a la casa fue a mí. No importa. He notado que quieres mucho a tu tío”
—“Porque yo estoy fuera del conflicto”— le explicó Diego —“En cambio Martín se angustia con la situación, porque es el hijo de uno y el hermano del otro”
—“Comprendo... ¿Qué querías mostrarme?”
—“Nada nuevo. Nada en especial. Solo traerte hasta aquí para que no interfirieras más con ellos. Ya fue suficiente”
Luz se acercó a la biblioteca de Diego y sacó una novela corta de Horacio Quiroga, comenzando a leerla. El muchacho tomó su máquina de escribir tipeando apuntes. Pasó una hora y media. Luego de ese tiempo ella levantóse para ir a su cuarto, recordando sus deberes del día siguiente, donde debía preparar trabajos escolares del Colegio Carbó, siempre muy exigente.
—“¿Ya te vas?... Me gusta tu compañía. Estuve algo solo en este día, enfrentado en el Hospital San Roque con temas muy dolorosos. No estoy lo suficiente triste para llorar, y además no sé hacerlo. Pero me siento pequeño. Son días... Hoy puedo dar mucho de mi ser. No te vayas. Mañana quizás amanezca irónico. Pero cuando me enfrento como practicante a situaciones de dolor, dudo de mi capacidad futura como médico”— explicóse él
—“Yo no dudo de ella en absoluto, Diego, tienes un rico corazón. Al menos no lo neguemos ambos. Es falsedad. No te lo niegues. Ofreces a los enfermos del hospital una ternura sincera”— lo reconfortó Luz
—“Proyectas sobre mí una gran esperanza. Quisiera ofrecer más, con constancia, desearía dar algo mejor hoy y también mañana”
La niña quedó curiosa observándolo. El muchacho tenía la mirada pensativa y algo triste. Se hallaba sentado frente a su escritorio pero ya no tipeaba con la máquina, parecía haberse olvidado de Luz. Ella se acercó colocándole la mano sobre su cabeza.
—“¿Nada más?”— le hablaba con preocupación
—“Sí... siempre hay algo más entre estudiantes de una misma ciudad universitaria. Mis anhelos se bifurcan y no busco una centralización. Nada inmediato. Prefiero que exista la duda, pues no quiero jugar. Hay mucho de juego entre los estudiantes. Puedo arrojar papeles de colores hacia el aire... no importa a dónde lleguen. Es un juego juvenil, un engaño, pero que me permite llevar con sonrisa la juventud”— Diego hablaba para sí en voz alta
—“Sin embargo no hay verdad en todo ello, Diego, y yo no deseo nada de eso para tu entorno. Sin juego. Sin desaires, que tus pasos sean sinceros. Muchas situaciones nos hieren a los jóvenes y no todos son libres. La flor puede abrir sus pétalos al mundo, pero si nuestras incertidumbres nos alejan, es posible que sobreviva la amistad”
Diego quedó callado y luego dijo:
—“¿Como el consuelo de los niños junto a los brazos de su madre, hasta que regresa al juego? Deseo permanencia para mí en lo que hago, y que parta de mí también. O sea: Constancia”
Ella sintióse conmovida por estas palabras del muchacho. Sintió ternura por él. Acariciaba los cabellos rizados de Diego, como a la figura de un osito de felpa.
—“¿Soy un juguete?”— le preguntó él —“Vamos niña, lo que necesitas es una transformación”
—“Es que no me encuentro aún, Diego. Tampoco me acerco íntegramente a mi nueva vida. Cierto es. No estoy presente ni ausente. Yo me hallo ahora en una ciudad ignorada y que recién hoy descubro. Posee una multitud, me atrae, dentro de mi familia no la había percibido. Salgo a verla, pero tengo frío, soledad y vuelvo a casa. Deseo conocerla y me cuesta”
—“Para ello, querida Luz, es necesaria la “constancia”. Es la mano que todo lo permite”
Marina entró en aquel momento.
—“La abuela los espera a almorzar”— dijo la nena
—“Vamos Luz, la casa nos llama”— expresó él
Ella tomó la mano de la pequeña en dirección al comedor. Pero la criatura le dijo:
—“Voy después... para el postre, yo ya comí junto con Micaela, en la cocina. Ahora sólo quiero dulces”
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