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 EL COCHE FANTASMA

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3 participantes
AutorMensaje
Alejandra Correas Vázquez
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Alejandra Correas Vázquez


Cantidad de envíos : 718
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MensajeTema: EL COCHE FANTASMA   EL COCHE FANTASMA Icon_minitimeJue Ago 20, 2020 11:00 am

EL  COCHE  SIN  COCHERO
....................................

por Alejandra Correas Vazquez
...........................................

(Leyenda  Cordobesa)

          Era en tiempos del Calicanto antiguo, cuando el exótico murallón colonial de piedra bola exhibía su porte primitivo, de rusticidad agreste entre cal cordobesa y cantos rodados serranos (piedras redondas)  un magnífico artesonado natural, de donde devino su nombre original.

          Era entonces Córdoba una ciudad colorida mucho más pequeña que la urbe actual, con este millón y medio de habitantes oprimidos hoy día por el vértigo moderno. El arroyo La Cañada que desemboca en el río luego de atravesar toda la ciudad, lucía antaño esa muralla colonial de piedra redonda dando cobijo a diversas leyendas. Su nombre para todos los habitantes era “El Calicanto”, y estaba contorneado en ambas orillas de casas pintorescas que volcaban, cual ramilletes, floridos balcones enrejados, delicia de los artistas plásticos como Oscar Meyer.

Puentecillos de medio arco unían esas dos orillas ornamentales. Zigzagueantes curvas -que la remodelación no supo conservar- alegraban este paseo citadino en la ciudad universitaria de aquel tiempo, amodorrada hasta entonces en sus ensueños estudiantiles y sus fantasmas propios. Las escalerillas del Calicanto bajaban hasta su lecho terroso, donde en tibias siestas otoñales los niños jugaban a la pelota a su regreso de la escuela. Y el sacristán de la iglesia del Carmen -situada a su frente- descendía por ellas al atardecer hasta la orilla de la Cañada, para alimentar con miguitas de pan los patitos amarillos que nadaban a toda prisa deslizándose de puente a puente, aguas abajo. Mientras las mamás patas empollaban sus huevos entre el murallón de piedra bola y los “churquis” de la orilla opuesta.

          La ciudad crecía y se parapetaba alrededor de este paisaje bucólico, que sobrevivió en pleno centro ciudadano hasta la mitad del siglo XX, cuando iba a ser remodelado por la actual Cañada de bloques blancos tallados en cuadrados perfectos. El murallón colonial abría antaño un tajo de piedra rústica dividiendo en dos la ciudad de los universitarios, cuando había más doctores y bohemios, y menos hombres mecánicos, con sus mecanismos a cuestas.

            En aquel tiempo circulaba muy tranquilo por la ciudad el “Mateo de Sobremonte”, sin duda, el fantasma del coche versallesco del Marqués Rafael Núñez de Sobremonte. , el antiguo y amado gobernador colonial. Nuestro mejor gobernador progresista del período colonial español.

            Casi todos lo veían rondar en círculos la gran fuente, aquélla que un día decoró ese coqueto Paseo del Marqués de Sobremonte... y donde las juventudes románticas iban a remar. Una arboleda de plátanos con su tapiz dorado, cubríale en otoño el suelo enarenado de hojas amarillas, que al secarse crujían de noche bajo las ruedas del coche fantasma.

           Elegante y hermoso con su toque borbónico, el Paseo del inolvidable Marqués erguíase altivo frente al Calicanto con todas sus finuras. Como contraste de dos distintas concepciones arquitectónicas (de lo rústico frente a lo rococó) juntos y asociados compartían mitos y leyendas.El fantástico “Coche sin Cochero” era hijo de ambos.

           Pues para comienzos del siglo XX ya nadie recordaba el diseño de un carruaje del siglo XVIII, ornado de arabescos en oro sobre un fondo pálido. Y por referencia natural a lo conocido, a aquello que el citadino acostumbraba a ver diariamente, la vox populi lo transformó en “Mateo” o  sea coche de plaza, tirado por caballos ....visto de lejos cuando aterraba.

            En las casas señoriales que estaban llenas de leyendas, el relato de esos mitos fantasmales rondaba por sus habitaciones, junto con la rueda del mate. Y cuando sus ocupantes sentían de madrugada el carro del lechero tirado por caballos (que aún circulaba en pleno centro citadino al despuntar la aurora “para ordeñar la vaca antes de que el ternero se tome toda la crema” según dicho criollo)... las mujeres, las sirvientas y los niños creían con espanto, escuchar al Mateo Fantasma.

            Pero el “Mateo de Sobremonte” no existía. Sólo era -según los especialistas en fantasmas cordobeses- la materialización viviente (desde la cuarta dimensión hacia la nuestra) de una forma suspendida en el tiempo, del coche del Marqués. El carruaje versallesco del querido Marqués de Sobremonte, quien continuaba vigilando a su ciudad con la misma minucia y meticulosidad que él lo hiciera en sus tiempos de gobernador. Ese tiempo añorado y dorado de los viejos cordobeses, cuando él levantó esta ciudad de la ruina (asolada por la expulsión jesuítica) lanzándola hacia el progreso.

Córdoba habíase transformado al fin, con el nuevo siglo, en lo que él deseara para ella. Y por eso el Marqués gustaba venir a visitarla, como un amante a su dama ...De noche y partiendo con las luces del alba.

            Pero el “coche fantasma” blanco y versallesco (o negro mateo) no llevaba cochero. Era ésta su especial condición. ¡Cuidado con un coche cuyo caballo camine sin cochero!... Era la continua advertencia. Pues igual a la leyenda de Zupay (el diablo criollo) vestido de gaucho rico con traje obscuro, luciendo en la cintura una rastra de plata y oro, muy altivo sobre su potro negro el cual sacude airoso su cola azabache, era muy peligroso un coche sin cochero.

Cuando Zupay prestaba su bellísimo pingo negro, a algún admirador desprevenido, éste galopa sin parar “derechito al infierno, llevándose al cristiano” ...También aquí aquel pasajero que subiera distraído al “coche sin cochero”, por simple descuido, creyéndolo un mateo de alquiler, ya no podría bajar más de él, ni nadie iba nunca a volver a verlo.

            Sin duda, el susodicho pasearía ahora muy solemne y erecto por cielos encantados libando con un Marqués, pero sin poder retornar nunca más a su domicilio de burgués, obrero o bohemio. Los cuales eran habitualmente esos clientes que acudían de noche en busca de mateos. O quizás algún otro, anhelante y con exceso de imaginación, subiríase a un mateo olvidado por el conductor, frustrándose en el intento, pues no llegó a alcanzar dicho beneficio nobiliario. Ya que el cochero apareciendo de improviso, lo llevó de regreso a su casa.

           De este modo acontecía que cuando algún Mateo por descuido del cochero (quien habíalo atado a la ligera) comenzaba a rodar sin rumbo por aburrimiento del mismo caballo, sucedía lo imprevisto ...¡y entonces venía lo bueno!... Podía el buen rocín recorrer la ciudad entera que nadie (siendo de noche) ni la policía, ni tan siquiera un “cana”, se animaba a pararlo. Por suerte, como el caballo siempre “tira para su querencia”, él solito y paso a paso, volvía al fin a su redil.

            Eso sí, en aquellos comienzos del siglo XX ¡Guay! (dicho en criollo, en buen romance y en el castellano del Cid Campeador) que alguien iba intentar en horas nocturnas sujetar o subir a un “coche sin cochero”. Podía el pobre jamelgo atravesar la ciudad entera, que nadie lo detendría. Y el cochero a pie, también tendría que volver a su querencia pensando que bebió “giniebra” más de la cuenta en el boliche, debido al frío invierno.
De esta manera, ningún Mateo en las horas nocturnas, esperaba clientes en derredor del Paseo Sobremonte.
           
Con mis primas solíamos regresar al atardecer siendo niñas, bordeando la vera de La Cañada en dirección a la casa de nuestra abuela, y pasábamos frente al Paseo Sobremonte. Ya no existía el antiguo Calicanto, pero aún se conservaban en el ambiente infantil, vívidas sus leyendas fantasmales. Era esa la hora indicada para dar comienzo a sus mitos, entonces nos quedábamos agazapadas intentando verlo pasar. Yo, que era en el grupo la más pequeña, contenía muda mi aliento, por miedo al coche fantasma.

             Teníamos temor de dejarlo a nuestra espalda, como si en verdad pudiera perseguirnos. Siendo que la leyenda refería que el “coche sin cochero” sólo rondaba en círculos a dicho Paseo Sobremonte. Los bultos que veíamos a esa hora en realidad, eran simples transeúntes, abogados la mayor parte, pues allí habíase edificado el Palacio de Justicia (a cuya construcción se atribuye la desaparición del rodado fantasma)... ¡Y poco o nada tenían estos muy circunspectos doctores, de mágicos!

            De pronto una de ellas palidecía. Ponía los brazos muy tensos y comenzaba a mover los labios en forma temblorosa. Y luego, con voz débil y entrecortada, decía :

—“Lo veo ...se mueve”

¡Y salíamos corriendo en loca carrera!

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MensajeTema: Re: EL COCHE FANTASMA   EL COCHE FANTASMA Icon_minitimeVie Ago 21, 2020 9:21 pm

¡Ja! Me costó un poco entrar a comentar. Pensé levemente que un fantasma me lo impedía, aunque en mi larga vida no recuerdo haber visto espíritu alguno; más bien siempre fui yo quien aparecía en la oscuridad para asustar a mis amigos, incluso a adultos.

Un relato entretenido, muy bien escrito. El origen de tal creencia, el Marqués de Sobremonte, me dejó pensando si mi figura, aun cuando creo estar vivo, anda en la orilla del mar del Puerto de Coronel, haciendo mis diabluras para asustar a la gente humilde del sector. Eso sí, creo que la mente es muy poderosa ... y las personas se autosugestionan.

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MensajeTema: Re: EL COCHE FANTASMA   EL COCHE FANTASMA Icon_minitimeSáb Ago 29, 2020 12:11 am

Linda historia.
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MensajeTema: Re: EL COCHE FANTASMA   EL COCHE FANTASMA Icon_minitime

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