ACUARELAS COLONIALES
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NOVELA
por Alejandra Correas Vazquez
HACEDOR DE ILUSIONES
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ACUARELA NUEVE
La siesta en su imperio de sol caía a plomo sobre nuestras cabezas, incendiándonos los rostros. La luz expandida fundía el perfil del cielo, recortado por la sierra, y ante nuestra vista enceguecida no había ya horizonte. Ardientes de cabezas, pies y manos, los dos hermanos gurises, Magdalena y Cirilo puestos de rodillas nos empapamos con el agua del arroyo, pero su frescura tenue no amortiguaba la totalidad espléndida y abrasante de Enero.
El llanto de los sauces evocaba una brisa ausente, de aquéllas que esperamos por días en la serranía cordobesa cuando arrecia el calor, y aspiramos con una exhalación de alivio cuando ella viene a calmar el peso del verano. Más lejos, los áridos talas y su soberbio ramaje, se inundaban de zorzales cantores con sus negras alas. Un silencio de siesta, algo pétreo, inundaba el ambiente enceguecido de sol.
Era en esos tiempos cuando me maravillabas con tus construcciones de barro, sobre el borde del arroyo, haciendo emerger de aquel lodo informe inmensas mansiones donde habitaban mis muñecos. Amasabas una colección de pastos, champas y ramazón reseca, que en su conjunción barrosa ofrecían el andamiaje y la materia para la fantasía edilicia del más fantástico de los niños. Mi hermanito Cirilo, el absoluto, el notable… Tal como yo te veía entonces.
Porque era la más pequeña y me sentía incapaz de realizar aquellos prodigios. Yo que más tarde bordé con primor tus camisas de seda para que lucieras en los salones altoperuanos ¡No podía aún modelar el barro!
Eras mi ángel y mi guía. Así te veía yo. Como te veré siempre. En aquel entonces porque eras mi genio, y hoy día porque te recuerdo como el dulce compañero de una infancia magnífica y sencilla, donde todo a tu alrededor convertíase en encanto. En una constante fantasía para mí. Como también a la inversa, en susto, asombro y hasta angustia de nuestros adultos quienes veían azorados y temerosos tu inventiva.
Yo admiraba tus manos y el genio productos de su energía. Las veía modelar, diseñar, romper y construir con la misma vitalidad y con igual maravilla. Confundidos en la negra materia donde modelabas la hojarasca y el barro, las formas creadas por ti tenían una perfección escultórica que aún recuerdo con éxtasis. Tu navaja tallaba las maderas del campo creando botes que se precipitaban en la corriente del arroyo. Y a los cuales yo lloraba por su pérdida, hundiéndose sobre la incasable longitud de las aguas serranas. Pero tú los saludabas, despidiéndolos gustoso y solemne, cual el viaje real de una comitiva navegante a la que nadie acompañaba ni recogía.
Muchos de mis juguetes favoritos salieron de tus manos..Y aunque el arcón de mamasita Aurora contenía mis múltiples pertenencias infantiles: las preciosas muñecas de porcelana y sus trajes de lujo, la cristalería en miniatura y la vajilla multicolor … Fueron los tuyos, los que me hicieron tus manos, mis juguetes favoritos. Aquellas casillas de madera con puerta replegable, los muñequitos tallados o simplemente armados, quienes fijaron en mí una preferencia irreal por su presentación, pero inigualables en su genio artesanal, que entonces como hoy rindo homenaje.
El homenaje al creador. Al artista, que no lo fue en el campo de la sociedad pues no te dedicaste a esa profesión, pero que sí lo fuiste en el campo de la vida y en el contenido real que encierra la obra de arte. Y más que nada, de quien ha nacido por natura con el arte en las manos.
Aún creo tener ante mis ojos tus dibujos. Aquéllos con que entretenías mis anocheceres junto a mi cama, cuando el sueño no me acompañaba. Lo que era muy frecuente en los cálidos veranos, cuando la más pequeña como yo era en la casa, debía retirarse con antelación a todos los otros comensales de la cena.
Y en esos dibujos con alegría y humor de tu fantasía, yo creo que se generó en origen, como en las cartas que más tarde nos enviabas desde tu internado Monserratense de Córdoba, llenas de ilustraciones … Allí, antes que en la obras adustas de los maestros honrados por la plática erudita … Allí, entre tus líneas esbozadas con gracia y sin la rimbombante ceremonia de los profesionales. Allí nació mi amor y mi dedicación al dibujo, la pintura y la escultura, que me acompañarían desde entonces y de las cuales haría yo mi centro para siempre.
Fuiste mi hacedor de ilusiones.
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