HABLA MÁS CONTIGO
En mi opinión, nos distraen mucho las cosas externas del mundo y no prestamos la atención requerida a las cosas que realmente son importantes como, por ejemplo, uno mismo.
Nos pasamos más tiempo en el YO IDEA –la idea que tenemos de nosotros mismos en función de la información que nos han ido facilitando los otros- y en el YO IDEAL –la imagen idealizada que hemos ido desarrollando de nosotros mismos con las cualidades que nos gustaría tener-, y menos tiempo en el que realmente somos.
Acabamos siendo grandes desconocidos. Creemos que nos conocemos… y nos conformamos con esa idea. Sabemos de sobra que profundizar en el autoconocimiento puede aportarnos disgustos. En el fondo, todos sospechamos que somos menos buenos de lo que creemos y mostramos… y preferimos no tener que confirmarlo. No es más honrado, pero es menos doloroso.
Así que sólo tenemos una imagen aproximada –dulcificada y un poco elevada- y no nos terminamos de conocer. No nos atrevemos a hablar con nosotros sinceramente, profundamente. “Tanta intimidad no es necesaria”, me dice irónicamente mi amiga.
Aplazamos encontrarnos con nosotros en momentos de calma, de comprensión, de serenidad y corazón abierto. No los propiciamos, no vamos creando poco a poco la confianza suficiente como para que nos abramos el corazón ante nosotros mismos y nos mostremos como somos en realidad. Y hay que hacerlo. Podemos hacerlo en privacidad, no hace falta contárselo a todo el mundo, y menos aún presentarnos como unos desgraciados. “Tanta intimidad no es necesaria”, volvería a decir irónicamente mi amiga.
Si no sabemos quiénes somos, nos pueden ayudar a descubrirlo los amigos sinceros y las personas que nos quieren. Si les pedimos la verdad sin adornos y su implicada sinceridad, entonces es posible que nos hagan ver –para bien o para mal- las cosas que no somos capaces de descubrir o que no queremos descubrir.
Y si el auto-descubrimiento se hace desde el Amor Propio, el cumplimiento del compromiso que en algún momento ahora olvidado hicimos de ser nosotros mismos, de ser mejores personas, de evolucionar todo lo posible, de convertirnos en excelentes Seres Humanos, será posible.
Se trata de descubrirse en lo que uno aún no se conoce, de reconocer y aceptar las partes que no nos satisfacen, de llamar a las cosas por su nombre sin negarlas ni maquillarlas, de vernos tal como somos sin disfraces, y hacerlo con cariño, con un acogimiento incondicional, con toda la comprensión, y entonces instaurar el momento especial del comienzo de una nueva etapa en la vida y en la relación con uno mismo; una relación basada en la verdad y la sinceridad, con un compromiso ineludible de mejorar la propia relación hasta la perfección, y la obligación inexcusable de hacer todo lo posible para que así sea.
Conviene hablar con uno mismo y sellar pactos, acuerdos, proyectos, tomar decisiones… y que no se queden sólo en pensamientos fugaces e inconexos sino que se desarrollen hasta su final, preferiblemente hablándose uno a media voz, porque al hablar uno se obliga a poner en orden las ideas y a descartar las inútiles, y cuando uno se expone sus ideas a sí mismo convierte lo abstracto en algo concreto.
Conviene hablar con uno mismo y reconocerse los logros, las cosas que uno hace bien, lo bueno que uno se descubre; preguntarse “¿cómo estoy?”, y tener conversaciones introspectivas y muy sinceras a través de las cuales uno acabe convirtiéndose en su mejor y más íntimo amigo.
Eso es cuidarse y es amarse.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales