TAMBIÉN ESTOY HARTO DE…
En mi opinión, no siempre tenemos que ser sumisos y tragar todo sin derecho a protestar, no tenemos que decir siempre lo contrario de lo que pensamos con el único objetivo de quedar bien, no tenemos que beneficiar siempre al otro si con ello nos perjudicarnos nosotros mismos, no tenemos que callar lo que no tenemos que callar ni lo que no queremos callar, y está muy bien que uno decida libremente lo que considera que desea hacer cuando se trata de defender su dignidad y su consideración como persona.
En muchas ocasiones callamos y ese silenciarnos es auto-agresivo. Tenemos derecho a expresarnos.
Me ha llegado una frase que me ha hecho reflexionar: “a veces no queremos perdonar, no se nos da la gana. Y no es que suframos la carga del odio, sino que la dignidad nos lo impide”. Estoy en contra de todos los postulados esotéricos y exotéricos que dicen que hay que perdonar incondicionalmente, porque hay cosas que –en muchas ocasiones- me parecen imperdonables. Sobre todo cuando el otro ha actuado con consciencia de que hacía daño. Soy capaz de comprenderlo todo, de aceptarlo todo, pero me cuesta evitar que me moleste perdonar gratuitamente como si no hubiese pasado nada. Lo que sí me resulta fácil es olvidar y que lo dicho o lo sucedido no me afecte. Juego con esa ventaja.
Hay cosas que a todos nos hartan, y tal vez –y esto ha de ser decisión propia- sería bueno que uno manifieste lo que le harta, y que se lo manifieste a quien le produce ese hartazgo.
Estoy harto de las personas que confunden alivio con solución y comienzan un proceso de Mejoramiento –físico o mental- y cuando
empiezan a encontrarse un poquito mejor y se sienten aliviados, lo dejan auto-engañándose diciendo que ya están bien.
Estoy harto de los prepotentes, de los sabelotodo, de los que no ponen el corazón en lo que hacen, de los que ofenden y manipulan, de los que agreden sin importarles el otro, de los egoístas, de los sinvergüenzas, de los irrespetuosos, de los mentirosos.
Estoy harto de los ególatras, de los que no devuelven los libros prestados, de los que dicen ser amigos y no lo demuestran, de los exigentes, de los aprovechados, de los malvados, de los quejicas, de los megalómanos.
Estoy harto de escuchar demasiadas tonterías, de los que abusan de la buena voluntad de uno, de los que avasallan sin respeto, de los que presumen sin motivos, de los dictadores, de los manipuladores, de los que dicen una cosa pero hacen otra, de los que incumplen su palabra.
Estoy harto de los criticones, de los narcisistas, de los que agobian continuamente, de los que pretenden dirigir la vida de los otros, de los teóricos que no se han empapado de vida y hablan de ella como si tuvieran autoridad, de los que traicionan, de los que airean los secretos.
Estoy harto de los que no aceptan sus errores, de los quejicas, de los controladores, de los orgullosos, de los que pretenden humillarme, de los que tienen una verborrea imparable y agotadora y además no aportan algo, de la gente que presupone y presupone mal, de quienes no respetan el espacio ajeno, de los que critican a quienes no están presentes.
En realidad podría seguir escribiendo mucho tiempo más, pero voy a parar, porque ahora es tu tiempo de añadir a las anteriores harturas las tuyas propias… y decidir qué vas a hacer con todas ellas.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales