ESTOY HARTO DE SER MEDIOCRE
Mediocre
Del lat. mediocris.
1. adj. De calidad media.
2. adj. De poco mérito, tirando a malo.
En mi opinión, si uno se pone a reflexionar sinceramente acerca del concepto que tiene de sí mismo, esta es la conclusión más generosa con la que se puede encontrar. Las hay mucho peores, en función del grado de Autoestima.
Mediocre. Que no destaca en todo ni destaca en casi nada. Visto fríamente no es como para sentirse muy satisfecho de uno mismo. Bueno… hay cosas de uno que están bien –eso hay que reconocerlo-, pero si uno no se auto-engaña, la nota que se merece… es un cinco.
Yo mismo, después de toda una vida siendo mediocre, de haber llegado a mis sesenta y un años sin haber hecho nada por lo que salir con letras grandes en la Historia de la Humanidad, he decidido que quiero destacar en algo. Por lo menos, ante mí.
Voy a buscar y voy a encontrar algo en lo que destaque –insisto en que sólo ante mí-, algo en lo que me pueda sentir satisfecho, con la conciencia en orden, tranquilo ante mi destino en la vida, con una sensación secreta de que mi vida ha sido útil –para mí o para otros-, y en paz.
A medida que uno va evolucionando, por los años que ha vivido o por el descubrimiento de que en la vida no se trata de hacer uno solo el Camino, sino que en el Camino tiene que haber otras personas y esos son “los otros”, uno se da cuenta de esto: no se trata solamente de serme útil a mí mismo sino que hay una fraternidad invisible que me empuja inconscientemente a querer el bien y lo bueno para los otros, y al mismo tiempo surge una madre interna a la que el instinto empuja a cuidar a los otros, a nutrirles en lo que se pueda, a darles la mano mientras sean pequeños y desvalidos en cualquier área de la vida.
Estoy harto de ser mediocre.
De tener una vida en la que no me aporte satisfacciones internas, que no contente a mi alma, que no haga latir feliz a mi corazón. Tengo una generosidad, estancada o muerta, que me reclama expresarse.
Quiero hacer algo.
Empezando por escucharme, pero de verdad y dentro. No me refiero a escuchar los ruidos y alborotos externos, las distracciones de mi rumbo, los cantos de sirenas, ni las presunciones del ego.
No quiero seguir ausente de mi vida. No quiero estar ausente de la mayor parte de mi vida. No quiero ser un pasajero parásito que se alimenta de distracciones. No quiero acabar el día con la puta sensación de que he perdido otro día. No quiero muchas cosas en mi vida que me aportan solamente malas sensaciones y nada positivo.
Tengo el poder –y la obligación- de hacer de mi vida algo de lo que me siente muy satisfecho. Y no es que tenga que dar cuentas a alguien ajeno. No temo el Día del Juicio Final, ya que mi Juicio Final es continuo y no es un juicio, sino una reflexión sincera sobre lo que hago y lo que no hago.
No quiero perpetuar esta larga cadena que acumulo de días internamente vacíos aunque estén llenos de ruido externo.
No quiero mantenerme en esta mediocridad, en un encogimiento de hombros cuando me reclamo qué estoy haciendo con mi vida, en un silencio que no se atreve a llenarse de verdades por no escuchar más reproches.
Quiero hacer, y voy a hacer, algo importante de mi vida.
Importante para mí.
Algo de lo que me sienta satisfecho –no orgulloso, que eso puede ser malo-, algo que en mi fuero interno –donde no llega el ego- me haga creerme útil a la Vida, útil a los otros, y útil al Plan Divino –esto último para quienes quieran verlo desde un punto de vista religioso-.
Quiero una vida sencilla, simple, donde prime la sensación grande y silenciosa de estar en paz conmigo mismo, de haber contribuido de algún modo al mejoramiento de los otros, de llegar a un final en el que prime una sensación del deber cumplido sin reclamar por ellos méritos ni medallas.
Y esto es una invitación a que tú hagas lo mismo. Si lo deseas...
Te dejo con tus reflexiones…
(Y si te ha gustado, ayúdame a difundirlo. Gracias.)
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