YO TAMBIÉN ESTOY UN POCO DECEPCIONADO CON MI VIDA
En mi opinión, este título podrían firmarlo como de su propiedad el 99% de las personas.
Es una sensación más que común que comienza a dejar de ejercer su maléfica influencia el día que uno empieza a asumir que el mundo no gira en torno a él, que no es el hijo favorito de Dios, que todos los Ángeles y Arcángeles no están a su servicio, y que el destino no se ha confabulado especialmente contra él.
Comienza a diluirse a medida que uno va aceptando su vida como está siendo en ese momento –que no quiere decir que se acepte “como es” en ese momento- y sus circunstancias como están en ese momento –que no quiere decir que se acepte “como son” en ese momento-.
La aceptación es la puerta de entrada recomendable.
Es la forma de ponerse en paz con los conflictos interiores y de aplacar las luchas que se desarrollan entre uno y uno mismo, en las que siempre es –lógicamente- uno mismo el que pierde.
Todos hemos hecho planes para nuestro futuro aunque no seamos conscientes de haberlos hecho. Es posible que nunca nos hallamos sentado ante unos folios y hayamos hecho un Plan de Vida –cosa que hubiera sido excelente y aún estamos a tiempo de hacer ya que sigue siendo excelente idea-, pero es seguro que en nuestro interior hemos ido formando un ideal de qué nos gustaría hacer con nosotros y con la vida.
Todos nos hemos imaginado siendo un aguerrido bombero o queriendo ser madre, viajar a países lejanos o ser una famosa modelo, grabar un disco millonario en ventas o ser director de una empresa.
Todos hemos querido independizarnos y tener una buena casa, poseer un gran coche, acudir a ver la final de un Mundial de Fútbol, esquiar donde esquían los famosos, o casarnos con una persona que nos ame incondicionalmente.
La verdad es que no somos conscientes del proceso, pero todo eso se va almacenando en la carpeta de los proyectos que queremos realizar, y sin que nosotros asistamos conscientemente a la revisión del cumplimiento de ellos, y sin que podamos explicar al tribunal que lo juzga que eran sólo sueños que no pasan de ser sueños, fantasías, ilusiones, utopías… y que no es necesario tenerlos en cuenta ni han de convertirse en alimento para la frustración… y que el hecho de que no se hayan realizado no es motivo para sentir que la vida –en su conjunto global- es un fracaso, porque aquello no era un Proyecto Serio de Vida, un Plan a cumplir al que se le dedicaba atención, sino que eran juegos o divagaciones mentales infantiles, locuras de una mente imaginativa, un cuento… no podemos explicarlo para que quede clara su poca veracidad, pero en cambio sí recibimos y sentimos una frustración callada que no nos aclara su origen, y padecemos una sensación de fracaso porque no estamos donde quisiéramos estar, no se han realizado casi ninguna de nuestras utopías –como es lo lógico y lo habitual-, y eso se agrava aún más cuando cometemos el error de compararnos con otros.
Sí, lo confieso y lo admito, yo también hubiera querido tener una vida más sobresaliente, con más brillos, más éxito, y con más y más de todo. Pero tengo la vida que tengo y he llegado hasta donde he podido llegar. Aunque más bien debería decir “hasta donde he podido llegar teniendo en cuenta que nunca he sido un atento gobernador de mi vida”.
Ahora, en cambio, desde que soy consciente de mi obligación de hacer de mi propia vida una vida satisfactoria, desde que he comprendido que soy yo quien tiene que hacer la mayoría de los milagros y todos los progresos, desde que sé que puedo decidir firmemente algo y enfrentarme a quien me lo impida, sí que soy responsable de lo que estoy siendo, de cómo estoy siendo, y de lo que estoy dejando de ser.
Acepto que no siempre ha sido así en mi vida y que mi desatención junto con mi desconocimiento han hecho mella en mi pasado y, por tanto, en mí también.
Acepto con humildad y sin rebelarme que mi vida es normalita, que no hay todos los días momentos explosivos que merezcan una portada en las noticias, y que no seré un triunfador en ningún campo social ni seré famoso –aunque puedo ser y soy un buen profesional, un buen padre, una buena persona, etc., y eso son grandes triunfos-.
Tengo una vida de verdad, una vida que me permite hacer correcciones, moldearla bastante a mi gusto, llenarla de las cosas que me gustan, y es una vida que me puede aportar grandes satisfacciones.
Tal vez no sea yo quien se siente decepcionado, sino este ego inconformista que me habita y martiriza.
Aún no soy el que realmente Soy, pero puedo llegar a serlo.
Y quiero serlo.
Y voy a serlo.
Amaré profundamente, sin condiciones, a quien estoy siendo en este momento.
No me reprocharé nada de mi pasado y comenzaré a andar conmigo y en la misma dirección.
La vida en paz es mucho más agradable.
He venido a Ser Yo Mismo, y no un personaje fantástico, ni una superestrella, ni un ser derrotado por mis circunstancias.
He venido a ser quien pueda ser.
Y te sugiero que hagas lo que puedas y que seas tú mismo y nada ni nadie más.
Te dejo con tus reflexiones…
(Si te ha gustado, ayúdame a difundirlo compartiéndolo. Gracias)
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