LAS ADVERSIDADES ESTÁN PARA SUPERARLAS
En mi opinión, a estas alturas de tu vida ya habrás tenido varias ocasiones para comprobar que en la vida aparecen las adversidades aunque uno no las llame ni las quiera. Aparecen. Están. Parece que forman parte ineludible de la vida.
No conozco ni una sola persona que no haya tenido que afrontar y enfrentarse a varias adversidades a lo largo de su vida. Y las que quedan. Unas se deben a nuestras acciones o inacciones anteriores. Otras, las imponen personas ajenas. Otras, no se sabe sin forman parte de nuestro destino, del aprendizaje que se supone que tenemos que hacer en esta vida, o simplemente son cosas del azar.
Cuando aparecen hay que afrontarlas –con más o menos ganas, con más o menos preparación-, y generalmente es mejor hacerlo que dejar que se queden martirizándonos durante más tiempo.
Es recomendable no precipitarse –salvo que hacerlo sea algo realmente urgentísimo - y es mejor actuar con calma, después de haber sopesado con objetividad, después de haber cotejado las posibles soluciones y haber elegido la que se supone apropiada.
Parece que las adversidades siempre son negativas y desfavorables. Tal vez sólo aparentan serlo y nos resultan necesarias aunque desagraden. Tal vez sean toques de atención para que nos fijemos más en nuestra vida, o sean experiencias en las que tenemos que aprender, o sean para poner a prueba nuestra capacidad de resiliencia, que es esa maravilla de poder adaptarse a lo hostil y lo fatal y salir de ello fortalecido.
La realidad es que ante una adversidad parece que la única opción más o menos sensata es la de resolverla para salir de ella –preferiblemente indemnes y engrandecidos- y que evitarlas, aplazarlas, oponerse a ellas, o negarlas, es una actitud inmadura, infantil, que acaba siendo perjudicial.
Se dice que la vida es la suma de todas las experiencias que uno ha atravesado a lo largo de su vida. Las adversidades, sin duda, están entres las inevitables, porque no siempre dependen de nosotros, y para seguir en la vida y viviendo es necesario pasar también por lo que no gusta. No se puede seleccionar y quedarse solamente con lo mejor.
Ante los hechos consumados –aunque no sean de nuestro agrado- no hay otra opción más que reconocerlos y resolverlos. No es descabellado pensar que las adversidades no están hechas para desalentarnos sino para fortalecernos. Si las enfocamos desde un punto de vista realista y positivo, veremos que son oportunidades, pero, claro… mientras estamos inmersos en ellas no estamos para filosofar y sí de mal humor.
Si no las puedes cambiar, cámbiate tú. No las afrontes desde el miedo o el desagrado o vencido antes de empezar. Se dice que “las mentes son como los paracaídas: sólo funcionan cuando se abren”. Tal vez antes esas situaciones uno ha de cambiar su mentalidad de sumisión y rendición y comprobar qué pasa si las miramos de frente, sin miedo, y tomándolas como un reto, valientes, pensando que no tenemos nada más que perder porque ya partimos de que hemos perdido. Peor no nos puede ir. Así que erguidos, un poco desafiantes, y no con la valentía del desesperado sino con la valentía del que quiere ganar.
El secreto para ganar es aceptar sin miedo la batalla.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales