LA AUTO-PENA NO SIRVE PARA NADA BUENO
En mi opinión, demasiadas personas se estancan en un sentimiento de auto-pena cuando descubren algo de sí mismos que no les gusta, o cuando les pasa algo desagradable que debería quedarse exclusivamente en el apartado de “experiencias que no resultaron como se deseaba” y se archiva –con toda la desdicha que eso conlleva- en el apartado de “grandes tragedias”.
Es nuestra RESPONSABILIDAD (¡cuánto me gusta el significado de esta palabra y cuánto interés tengo en que la gente sea consciente de lo que implica!) evitarnos todos los sufrimientos innecesarios, y des-dramatizar lo desagradable que nos pasa, y restarle importancia a lo incómodo y ponernos una sonrisa comprensiva en vez de una mueca amarga. O sea, evitarnos el daño y el dolor innecesarios.
Es inútil y contraproducente instalarnos en un estado de auto-pena que lo único que va a conseguir es afectar a nuestra autoestima –que acabará convenciéndose de que somos torpes, malos, desgraciados, etc.-, y plantarnos ante los ojos un presente triste, una vida mediocre o mala, un futuro desesperanzado, y, algo que también es grave, quitándonos la vitalidad y la objetividad imprescindibles para revisar con ecuanimidad qué ha pasado, cuánto de culpabilidad -o no- nuestra hay en el hecho, o por qué nos hacemos cargo de un problema que no es nuestro, o por qué volvemos a comportarnos como un niño triste y desamparado. Nos anula la objetividad.
Hay personas a las que les gusta sentirse de ese modo. Me parece que no es adecuado, pero… cada uno es libre de hacer lo que quiera. La recomendación apropiada para estos casos es no estancarse en ese estado y no aprovechar el momento para recordar más cosas desagradables para reprochárselas también, con lo cual se estaría hundiendo aún más. Si alguien quiere una ración de auto-pena, que sea pequeña. Inmediatamente hay que tratar de comprender, de ver con objetividad, de buscar la salida, y de ponerse en marcha y preferiblemente con el ánimo intacto.
La auto-pena surge ante situaciones que son o aparentan ser adversas y uno se siente incapaz de afrontarlas o no ve salida o solución por ninguna parte. Lo grave es que al caer uno en ese estado lo que hace es acrecentarlo aún más y hace lo contrario de lo que es conveniente hacer. Con la auto-pena uno trata de consolarse, pero… poco y mal consuelo puede darse un desconsolado.
Una vez pasado el estupor desagradable inicial ante cualquier infortunio es provechoso ponerse en marcha inmediatamente. Tener una conversación seria consigo mismo para convencer a quienes dentro de uno no estén de acuerdo, y para que todas las energías propias y la voluntad se pongan en marcha y en la misma dirección.
La vida sigue. Uno tiene que seguir a pesar de los contratiempos y de lo indeseado que ocurra, porque la vida obliga a seguir adelante. Y es mejor hacerlo del mejor modo, con la mejor voluntad, con el mejor ánimo.
Hay que sobreponerse a lo que no nos gusta porque estancarse en ello nos impide estar bien y avanzar, porque regodearse en la pena es inútil y desacertado, y porque uno tiene que comprender y aceptar que no es perfecto, que no es infalible, y que no va a serlo nunca, y además hay que hacerlo sin frustración sino como que es una regla de juego que hay que acatar.
Todo pasa y lo único que permanece es uno mismo.
Ahora revisa este asunto para decidir qué vas a hacer la próxima vez que tengas una auto-propuesta de quedarte en la auto-pena.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales