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 Fantasmas en el Bosque de Abedules (4/5)

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Jaime Olate
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MensajeTema: Fantasmas en el Bosque de Abedules (4/5)   Fantasmas en el Bosque de Abedules (4/5) Icon_minitimeSáb Mar 19, 2016 10:43 pm

El Inspector Carrados, con acostumbrado lenguaje lacónico, les relató que no podía dormir esa noche; al salir a respirar el perfumado aire campestre, en la oscuridad vio al amo de la hacienda que caminaba sigilosamente hasta la caballeriza y salió montado en un hermoso ejemplar dando suaves trancos para evitar ser escuchado. El policía ensilló otra montura y siguió a don Gumersindo hacia el bosque de los abedules.
Una vez allí, sin importarle las figuras danzantes que lo rodearon, el patrón sacó la piedra grande que el sagaz investigador había dejado para marcar el lugar exacto del fenómeno fantasmagórico y la dejó a unos quince metros.
Carrados lo sorprendió al caminar tan suave como un gato, que el hacendado dio un grito de terror cuando lo cogió fuertemente de un brazo y le puso las esposas. La fortaleza del campesino no pudo contra la habilidad del agente policial, acostumbrado a apresar delincuentes de diferentes pesos.

Durante horas lo estuvo interrogando acerca de su sospechosa actitud y lo único que obtuvo Carrados fueron groserías y palabras burlonas acerca de lo malo que era como investigador.
–Bien, don Pedro, –dirigiéndose al capataz con su acostumbrada cortesía– le ruego que vaya a la casa patronal, traiga dos obreros premunidos de palas y picotas.
Todos observaron la cara de furia de don Gumersindo.
Nuevamente el instinto del sabueso dio sus frutos, pues en el lugar donde había quedado marcada la piedra por su enorme peso, justo donde en la oscuridad nocturna vieron a los fantasmas flotando, los peones excavaron unos cincuenta centímetros de profundidad y encontraron dos cadáveres que ya mostraban sus huesos.
El Inspector pidió que no movieran los restos, pues debía venir un equipo de policías de la Brigada de Homicidios para examinarlos con todo los instrumentos profesionales, además del fiscal de turno. Acto seguido llamó a la guardia de Investigaciones de Chillán con el radio portátil que todo grupo policial debe llevar, en defecto de los teléfonos móviles, inútiles por la falta de antenas repetidoras en el vasto campo con cerros que impiden la comunicación.


El bosque se transformó en un concurrido lugar, donde pululaban policías expertos, médicos y fotógrafos con conocimientos y experiencia en los sitios de suceso; los campesinos miraban de lejos junto a periodistas y cámaras de televisión.
La tarea fue ardua y el Inspector que dirigía a los peritos de la Brigada de Homicidios llamó al fiscal, a  los policías investigadores, Carrados y Gonzáles y por cortesía al Prefecto Jefe de Chillán, para que vieran los restos humanos y las conclusiones preliminares. Los fotógrafos y los detectives expertos en fijar sitios de sucesos, ya habían cumplido su tarea y todos se dispusieron a escuchar el informe oral que debía entregar al Fiscal.
–Señor Fiscal, al examen del sitio del suceso, una fosa poco profunda en medio de este bosque, los funcionarios investigadores encontraron los restos de una mujer y un hombre, cuyos cuerpos están en  período de término de los tejidos blandos por los agentes naturales, hablemos de los gusanos por eclosión de los huevos depositados por las moscas de la cabeza blanca y los subsiguientes escuadrones activos de la descomposición natural después del fallecimiento, en este caso dos humanos, un hombre y una mujer.
Ambos cadáveres presentan lesiones de bala que se encontraron detenidas en los huesos gruesos y corresponden a un arma de fuego, calibre .38.

Terminó su breve exposición profesional, dejando la palabra al Inspector Carrados.
–Indagaciones practicadas entre los campesinos del lugar hacen presumir que los huesos del varón y de acuerdo a la estatura,  serían de un pintor que concurría asiduamente a este bosque,  Francisco Orlandi, desaparecido desde esa fecha. Los restos de la mujer serían de doña Nora Negrete, conforme a los antecedentes médicos de una fractura pélvica y otra en el hueso fémur derecho, ya totalmente restablecidas, pues  ocurrió cuando, montando a caballo, cayó en su época de estudiante.
“Después de las pericias de los cuerpos y el hallazgo de los proyectiles, el detenido don Gumersindo Ochoa, al pensar que la prueba de balística iba a ser concluyente, confesó voluntariamente haber asesinado a ambos cuando los sorprendió en el acto sexual y procedió a sepultarlos en medio del bosque de abedules conocedor del temor que tienen los habitantes de este sector por supuestos fantasmas. Agregó el autor de los homicidios que una furia  irrefrenable hizo que les disparara a matar; ya había tenido antecedentes que su esposa lo engañaba con ese artista pintor desde hacía algún tiempo.
"Cabe destacar que se exploró en un radio de cincuenta metros entre la tupida vegetación y se encontró el automóvil Mercedes Benz que conducía la occisa Nora Negrete".
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