Camión abandonado y sus tripulantes invisibles...

El que pueda ver, verá, jejejeje yo veo a una pareja feliz....

Me gusta mucho el ojo tuyo para la fotografía, este tipo de tomas por lo naturales, y por lo cotidianas son interesantes.

Abrazos

O no tengo imaginación o me falta visión, porque no veo la pareja feliz, ja ja.
Lindas fotos, dan para escribir una historia.
Nilda

Pero bueno, y aun desde mi perspectiva racionalista, esceptica y atea, puedo decir que imagenes como esta guardan un tesoro enorme para mi como escritor de historias y cuentos. Que, por cierto, el racionalismo hay que dejarlo colgado en el perchero antes de sentarse a escribir, sino, el truco no funciona!

Y puedo imaginar a este camioncito saliendo de las lineas de produccion de Detroit sin imaginar su destino, sin imaginar que cruzaria toda America a lo largo para terminar en Buenos Aires. Como fue recibido? Su primer propietario acaso lo compro con la esperanza de empezar su negocio? Del negocio familiar? Como fue que acabo ahi? En esa imagen? Solamente por eso, por lo que este camioncito puede dar a mi imaginacion, vale una fortuna!

Saludo fraterno para vosotras muchachas.

Y si empezamos? Qué les parece así:

"Amanecía, entre las ramas de los altos árboles penetraban los primeros rayos de sol que en líneas rectas parecían dibujar al cruzarse, figuras geométricas espejadas. Mas abajo, los pájaros saludaban al nuevo día con el bullicio tradicional que representa su alegría de vivir. El aire, siempre puro y fresco de la hora, se confunde con los olores de la naturaleza que con su verdor canta a la vida. Iba disfrutando de este paisaje de esperanza y alegría, mirando arriba, y al bajar la vista para ver qué producía ese sonido al caminar, descubrí que entre las hojas caídas y ramas secas del piso, mis pies se desplazaban con dificultad, me detuve un instante y mis ojos se posaron en un vehículo viejo, que dormía un sueño de años, abandonado quién sabe por qué y por quién. Estaba ahí, solo, silencioso, con ganas de hablar, de contar su verdad. Miré a mi alrededor, solo estaba yo. ¿quién podría entonces escucharlo? ¿quién podría ver en su cuerpo metálico, lastimado, las marcas que le produjo la vida?. Y sí, no quedaba nadie más que yo….
Me acerqué, me dispuse a escuchar su historia con atención, sin dejar de disfrutar la dulce mañana que por hoy, estábamos destinados a compartir."....

Si aceptan el desafío, hacemos como los chicos que ahora hacen producciones colectivas.
Nilda

-Justo en la vispera de Navidad de 1940 fueron a recibirme. Llegue en un enorme barco y junto conmigo, varios camiones mas. Recien me pusieron en el muelle le vi. Era un tipo rechoncho, rechoncho y petizo pero con la mas calida y enorme sonrisa que habia yo visto desde que saliera de la linea de ensamblaje. Junto con el venian dos tipos elegantemente vestidos que, una vez llegaron junto a mi, abrieron sus portafolios y sacaron papeles y pluma y firmaron justo en mi cofre, sobre el motor. Benancio se llamaba aquel regordete sujeto que despues de firmar, supe era mi propietario. El gallego ya tiene camion! La gente gritaba a mi paso. Por alguna razon que no entiendo aun, yo podia entender el idioma español y tambien mi natal ingles. Los que me construyeron hablan ingles pero despues de llegar hasta aqui, creo que este idioma suena mucho mejor, mas musical. A Benancio ya le esperaban y la familia habia preparado una pequeña fiesta para celebrar mi llegada, despues de todo, no todos los dias se puede uno comprar un camion llegado directamente desde los Estados Unidos!-

Abri los ojos y me encontre de nuevo sola. ¿Quien me habia contado esa historia de Benancio el gallego y su camion? ¿Seria este camioncito? Me acomode nuevamente bajo aquel frondoso arbol y deje que el camion, el espiritu del gallego o lo que fuera, me siguiera contando la historia...

Desde entonces pasaron cosas hermosas. Vi crecer a la familia. La llegada del primogénito fue una sensación donde me tocó a mí trasladarlo desde el hospital a la casa. Los primeros sollozos de Antonio en mis oídos me enternecieron Me sentí parte de esa familia que me cuidaba y se preocupaba por mí. Nunca pensé que sería porque me necesitaban sino porque éramos un equipo, conformado para el trabajo pero también para la convivencia. Parece increíble “un camión con sentimientos” ¿era posible eso?. Claro que sí, yo soy la prueba de esto.
Así fueron pasando los años, los juegos de los niños se fueron alejando lentamente ante mis ojos que los veían crecer. Compartí las etapas superadas de sus vidas. El pueblo se fue transformando, ya tenía otros colores, otras actividades y hasta otros camiones…
Un día lo vi partir, Benancio ya no volvería. ¿Qué sería de mí? Ya no estaba joven, también los años dejaron sus marcas. La nostalgia por las voces inglesas de mi lugar de origen y de los años vividos en el seno de esta familia española, pesaban cada vez más. Los caminos recorridos, sus historias vivían en mí. No estaba preparado para los cambios. Estaba muy cansado. Me di cuenta que al partir los hijos para la universidad, solo quedaba ella, la viuda, Isabel. ¿Cuáles serían sus planes para mí?

Así va la historia:
Nilda, Roberto, Manola, Ethel

"Amanecía, entre las ramas de los altos árboles penetraban los primeros rayos de sol que en líneas rectas parecían dibujar al cruzarse, figuras geométricas espejadas. Mas abajo, los pájaros saludaban al nuevo día con el bullicio tradicional que representa su alegría de vivir. El aire, siempre puro y fresco de la hora, se confunde con los olores de la naturaleza que con su verdor canta a la vida. Iba disfrutando de este paisaje de esperanza y alegría, mirando arriba, y al bajar la vista para ver qué producía ese sonido al caminar, descubrí que entre las hojas caídas y ramas secas del piso, mis pies se desplazaban con dificultad, me detuve un instante y mis ojos se posaron en un vehículo viejo, que dormía un sueño de años, abandonado quién sabe por qué y por quién. Estaba ahí, solo, silencioso, con ganas de hablar, de contar su verdad. Miré a mi alrededor, solo estaba yo. ¿quién podría entonces escucharlo? ¿quién podría ver en su cuerpo metálico, lastimado, las marcas que le produjo la vida?. Y sí, no quedaba nadie más que yo….
Me acerqué, me dispuse a escuchar su historia con atención, sin dejar de disfrutar la dulce mañana que por hoy, estábamos destinados a compartir."....

-Justo en la víspera de Navidad de 1940 fueron a recibirme. Llegue en un enorme barco y junto conmigo, varios camiones mas. Recién me pusieron en el muelle le vi. Era un tipo rechoncho, rechoncho y petizo pero con la mas cálida y enorme sonrisa que había yo visto desde que saliera de la linea de ensamblaje. Junto con el venían dos tipos elegantemente vestidos que, una vez llegaron junto a mi, abrieron sus portafolios y sacaron papeles y pluma y firmaron justo en mi cofre, sobre el motor. Benancio se llamaba aquel regordete sujeto que después de firmar, supe era mi propietario. El gallego ya tiene camión! La gente gritaba a mi paso. Por alguna razón que no entiendo aun, yo podía entender el idioma español y también mi natal ingles. Los que me construyeron hablan ingles pero después de llegar hasta aquí, creo que este idioma suena mucho mejor, mas musical. A Benancio ya le esperaban y la familia había preparado una pequeña fiesta para celebrar mi llegada, después de todo, no todos los días se puede uno comprar un camión llegado directamente desde los Estados Unidos!-
Abrí los ojos y me encontré de nuevo sola. ¿Quien me había contado esa historia de Benancio el gallego y su camión? ¿Seria este camioncito? Me acomode nuevamente bajo aquel frondoso árbol y deje que el camión, el espíritu del gallego o lo que fuera, me siguiera contando la historia...

Desde entonces pasaron cosas hermosas. Vi crecer a la familia. La llegada del primogénito fue una sensación donde me tocó a mí trasladarlo desde el hospital a la casa. Los primeros sollozos de Antonio en mis oídos me enternecieron Me sentí parte de esa familia que me cuidaba y se preocupaba por mí. Nunca pensé que sería porque me necesitaban sino porque éramos un equipo, conformado para el trabajo pero también para la convivencia. Parece increíble “un camión con sentimientos” ¿era posible eso?. Claro que sí, yo soy la prueba de esto.
Así fueron pasando los años, los juegos de los niños se fueron alejando lentamente ante mis ojos que los veían crecer. Compartí las etapas superadas de sus vidas. El pueblo se fue transformando, ya tenía otros colores, otras actividades y hasta otros camiones…
Un día lo vi partir, Benancio ya no volvería. ¿Qué sería de mí? Ya no estaba joven, también los años dejaron sus marcas. La nostalgia por las voces inglesas de mi lugar de origen y de los años vividos en el seno de esta familia española, pesaban cada vez más. Los caminos recorridos, sus historias vivían en mí. No estaba preparado para los cambios. Estaba muy cansado. Me di cuenta que al partir los hijos para la universidad, solo quedaba ella, la viuda, Isabel. ¿Cuáles serían sus planes para mí?

Hay cuantas vidas pasaron por tus destartaladas latas, y ahora yaces en el descampado del olvido, quizás algún roedor encuentre su guarida en tus desvencijados asientos, e inhale el polvo del oxido que corroe el tanque cisterna que transportaba ¡valla usted a saber que! en tiempos pretéritos, mientras dos robustos camioneros iban presenciando el paisaje y las retorcidas carreteras de aquel entonces, deseando llegar pronto a su destino. La maleza se confunde con los desinflados neumáticos mientras un árbol caído ya seco, impide que los sueños que antaño viajaron en tu cabina sigan su curso y se paren en este escondrijo idóneo para los recuerdos.

Una mañana lluviosa se sintieron pasos. Eran dos hombres que al ver el camión quisieron instalarse en él. Eran mendigos. Las latas rechinaron mientras los hombres se subieron, sus miradas se cruzaron de alegría, creyeron encontrar un nuevo hogar. Traían un trozo de pan en una bolsa vieja, que guardaban para más tarde. Quizás cansados se durmieron.
Minutos después uno de ellos sintió que por su garganta caminaba algo. Se despertó asustado. Al poner la mano sobre su cuello atrapó un ratón y dando un grito despertó a su compañero quien siempre le tuvo pánico a esos roedores y despavorido se bajó del camión mientras su compañero siguió sus pasos. Del pan y la bolsa no quedaron nada.
¡Ah! parece que las latas y lo que quedaba de él se sintieron mejor y fue como si una música lejana invadiera el lugar.

Como ves amiga, no es fácil estar acá. Los que llegan se van, y la soledad vuelve una y otra vez más. Esa vida de libertad que disfrutaba como un caballo salvaje en la llanura, como una golondrina haciendo camino para llegar al lugar deseado se fue. Tantos recuerdos que ahora duelen o tal vez solo alimentan la nostalgia, hasta la presencia de estos dos mendigos que dejaron su anécdota para mi historia.
Acá ahora en este lugar que no se si me cobija o me encarcela transcurre mi vida. Mi interior vacío y desolado solo guarda imágenes de ese pasado feliz, mientras mi cubierta lentamente se destruye sin que nada lo pueda impedir.
También los animalitos de este bosque a veces me visitan y me dejan sus recuerdos. Pero, me fui por las ramas, no te conté como llegué a vivir acá.
Resulta que Isabel, sola y cansada, decidió viajar a visitar a su familia y me quedé solo. Primero por un tiempo, ese tiempo que se hizo interminable. Así fue como las calles, las rutas, los caminos dejaron de ver mi presencia, mis ojos empezaron a tener sueño. Un día, amanecía y desperté aquí, abandonado, incluso algunas partes me faltaban. Escuché después de parte de algunos caminantes que alguien me conducía y se quedó dormido, y dio tantas vueltas que llegamos a este lugar golpeados y asustados. A él lo atendieron, no supe que le pasó, a mi nadie me buscó, como si no me hubieran visto. Me quedé acá, no se cuánto tiempo pasó. Ese mismo tiempo que me va destruyendo, que no da respuestas a mis preguntas. Sigo a veces con frío otras veces con calor. No falta alguien como tu que se acerca a descansar y siente curiosidad por mi historia, por saber cuántos recuerdos guardo, a quienes acompañé y alegré, a quienes fui útil.

Casi todos los habitantes del pueblo recordaban la imágen del camión abandonado como una parte más del paisaje lugareño. Había estado en ese lugar por casi medio siglo. Los viejos decían que había aparecido, de la noche a la mañana, allá por la década del '50, sin que nadie supiese jamás de dónde había venido. Otro misterio menor era que después de tanto tiempo aún tuviese todas sus ruedas infladas.

Setenta y dos kilómetros hacia el oeste, en el pequeño y destartalado hospital de otro pueblito rural casi sin nombre, había dos ancianos en la sala común para hombres. Casimiro Elbusto, de 91 años, se hallaba en cama con los ojos fijos en el techo. Se veía frágil y listo para partir.

A su lado, su socio y amigo de siempre, Serapio Joso, de 88 años, se hallaba sentado junto al lecho haciéndole compañía al enfermo, con la vista baja y ensimismado en sus pensamientos. De pronto Serapio pregunta:

- ¿Te arrepentís de algo Casimiro?

El otro, tomado un poco por sorpresa, tardó unos instantes en contestar. Con voz apenas audible respondió:

- No..., tuve una buena vida. No creo arrepentirme de nada. Excepto..., excepto...

- ¿Excepto qué...? - Preguntó Serapio, picado por la curiosidad, mirando ahora a su amigo.

- Excepto esa noche del verano de 1953, cuando por tu imprudente irresponsabilidad tuvimos que cerrar nuestro negocio y nos fuimos a la quiebra. Ése y sólo ése pensamiento es el único que me molesta y por eso, antes de morir, quiero preguntarte una vez más, para que esfuerces tu memoria y trates de acordarte. Después de esa noche de festichola y borrachera memorable..., ¿Adónde carajo dejaste estacionado nuestro camión...?

Nilda, Roberto, Manola, Ethel, Fobio

"Amanecía, entre las ramas de los altos árboles penetraban los primeros rayos de sol que en líneas rectas parecían dibujar al cruzarse, figuras geométricas espejadas. Mas abajo, los pájaros saludaban al nuevo día con el bullicio tradicional que representa su alegría de vivir. El aire, siempre puro y fresco de la hora, se confunde con los olores de la naturaleza que con su verdor canta a la vida. Iba disfrutando de este paisaje de esperanza y alegría, mirando arriba, y al bajar la vista para ver qué producía ese sonido al caminar, descubrí que entre las hojas caídas y ramas secas del piso, mis pies se desplazaban con dificultad, me detuve un instante y mis ojos se posaron en un vehículo viejo, que dormía un sueño de años, abandonado quién sabe por qué y por quién. Estaba ahí, solo, silencioso, con ganas de hablar, de contar su verdad. Miré a mi alrededor, solo estaba yo. ¿quién podría entonces escucharlo? ¿quién podría ver en su cuerpo metálico, lastimado, las marcas que le produjo la vida?. Y sí, no quedaba nadie más que yo….
Me acerqué, me dispuse a escuchar su historia con atención, sin dejar de disfrutar la dulce mañana que por hoy, estábamos destinados a compartir."....

-Justo en la víspera de Navidad de 1940 fueron a recibirme. Llegue en un enorme barco y junto conmigo, varios camiones mas. Recién me pusieron en el muelle le vi. Era un tipo rechoncho, rechoncho y petizo pero con la mas cálida y enorme sonrisa que había yo visto desde que saliera de la linea de ensamblaje. Junto con el venían dos tipos elegantemente vestidos que, una vez llegaron junto a mi, abrieron sus portafolios y sacaron papeles y pluma y firmaron justo en mi cofre, sobre el motor. Benancio se llamaba aquel regordete sujeto que después de firmar, supe era mi propietario. El gallego ya tiene camión! La gente gritaba a mi paso. Por alguna razón que no entiendo aun, yo podía entender el idioma español y también mi natal ingles. Los que me construyeron hablan ingles pero después de llegar hasta aquí, creo que este idioma suena mucho mejor, mas musical. A Benancio ya le esperaban y la familia había preparado una pequeña fiesta para celebrar mi llegada, después de todo, no todos los días se puede uno comprar un camión llegado directamente desde los Estados Unidos!-
Abrí los ojos y me encontré de nuevo sola. ¿Quien me había contado esa historia de Benancio el gallego y su camión? ¿Seria este camioncito? Me acomode nuevamente bajo aquel frondoso árbol y deje que el camión, el espíritu del gallego o lo que fuera, me siguiera contando la historia...

Desde entonces pasaron cosas hermosas. Vi crecer a la familia. La llegada del primogénito fue una sensación donde me tocó a mí trasladarlo desde el hospital a la casa. Los primeros sollozos de Antonio en mis oídos me enternecieron Me sentí parte de esa familia que me cuidaba y se preocupaba por mí. Nunca pensé que sería porque me necesitaban sino porque éramos un equipo, conformado para el trabajo pero también para la convivencia. Parece increíble “un camión con sentimientos” ¿era posible eso?. Claro que sí, yo soy la prueba de esto.
Así fueron pasando los años, los juegos de los niños se fueron alejando lentamente ante mis ojos que los veían crecer. Compartí las etapas superadas de sus vidas. El pueblo se fue transformando, ya tenía otros colores, otras actividades y hasta otros camiones…
Un día lo vi partir, Benancio ya no volvería. ¿Qué sería de mí? Ya no estaba joven, también los años dejaron sus marcas. La nostalgia por las voces inglesas de mi lugar de origen y de los años vividos en el seno de esta familia española, pesaban cada vez más. Los caminos recorridos, sus historias vivían en mí. No estaba preparado para los cambios. Estaba muy cansado. Me di cuenta que al partir los hijos para la universidad, solo quedaba ella, la viuda, Isabel. ¿Cuáles serían sus planes para mí?

Hay cuantas vidas pasaron por tus destartaladas latas, y ahora yaces en el descampado del olvido, quizás algún roedor encuentre su guarida en tus desvencijados asientos, e inhale el polvo del oxido que corroe el tanque cisterna que transportaba ¡valla usted a saber que! en tiempos pretéritos, mientras dos robustos camioneros iban presenciando el paisaje y las retorcidas carreteras de aquel entonces, deseando llegar pronto a su destino. La maleza se confunde con los desinflados neumáticos mientras un árbol caído ya seco, impide que los sueños que antaño viajaron en tu cabina sigan su curso y se paren en este escondrijo idóneo para los recuerdos.

Una mañana lluviosa se sintieron pasos. Eran dos hombres que al ver el camión quisieron instalarse en él. Eran mendigos. Las latas rechinaron mientras los hombres se subieron, sus miradas se cruzaron de alegría, creyeron encontrar un nuevo hogar. Traían un trozo de pan en una bolsa vieja, que guardaban para más tarde. Quizás cansados se durmieron.
Minutos después uno de ellos sintió que por su garganta caminaba algo. Se despertó asustado. Al poner la mano sobre su cuello atrapó un ratón y dando un grito despertó a su compañero quien siempre le tuvo pánico a esos roedores y despavorido se bajó del camión mientras su compañero siguió sus pasos. Del pan y la bolsa no quedaron nada.
¡Ah! parece que las latas y lo que quedaba de él se sintieron mejor y fue como si una música lejana invadiera el lugar.

Como ves amiga, no es fácil estar acá. Los que llegan se van, y la soledad vuelve una y otra vez más. Esa vida de libertad que disfrutaba como un caballo salvaje en la llanura, como una golondrina haciendo camino para llegar al lugar deseado se fue. Tantos recuerdos que ahora duelen o tal vez solo alimentan la nostalgia, hasta la presencia de estos dos mendigos que dejaron su anécdota para mi historia.
Acá ahora en este lugar que no se si me cobija o me encarcela transcurre mi vida. Mi interior vacío y desolado solo guarda imágenes de ese pasado feliz, mientras mi cubierta lentamente se destruye sin que nada lo pueda impedir.
También los animalitos de este bosque a veces me visitan y me dejan sus recuerdos. Pero, me fui por las ramas, no te conté como llegué a vivir acá.
Resulta que Isabel, sola y cansada, decidió viajar a visitar a su familia y me quedé solo. Primero por un tiempo, ese tiempo que se hizo interminable. Así fue como las calles, las rutas, los caminos dejaron de ver mi presencia, mis ojos empezaron a tener sueño. Un día, amanecía y desperté aquí, abandonado, incluso algunas partes me faltaban. Escuché después de parte de algunos caminantes que alguien me conducía y se quedó dormido, y dio tantas vueltas que llegamos a este lugar golpeados y asustados. A él lo atendieron, no supe que le pasó, a mi nadie me buscó, como si no me hubieran visto. Me quedé acá, no se cuánto tiempo pasó. Ese mismo tiempo que me va destruyendo, que no da respuestas a mis preguntas. Sigo a veces con frío otras veces con calor. No falta alguien como tu que se acerca a descansar y siente curiosidad por mi historia, por saber cuántos recuerdos guardo, a quienes acompañé y alegré, a quienes fui útil.

Casi todos los habitantes del pueblo recordaban la imagen del camión abandonado como una parte más del paisaje lugareño. Había estado en ese lugar por casi medio siglo. Los viejos decían que había aparecido, de la noche a la mañana, allá por la década del '50, sin que nadie supiese jamás de dónde había venido. Otro misterio menor era que después de tanto tiempo aún tuviese todas sus ruedas infladas.

Setenta y dos kilómetros hacia el oeste, en el pequeño y destartalado hospital de otro pueblito rural casi sin nombre, había dos ancianos en la sala común para hombres. Casimiro Elbusto, de 91 años, se hallaba en cama con los ojos fijos en el techo. Se veía frágil y listo para partir.

A su lado, su socio y amigo de siempre, Serapio Joso, de 88 años, se hallaba sentado junto al lecho haciéndole compañía al enfermo, con la vista baja y ensimismado en sus pensamientos. De pronto Serapio pregunta:

- ¿Te arrepentís de algo Casimiro?

El otro, tomado un poco por sorpresa, tardó unos instantes en contestar. Con voz apenas audible respondió:

- No..., tuve una buena vida. No creo arrepentirme de nada. Excepto..., excepto...

- ¿Excepto qué...? - Preguntó Serapio, picado por la curiosidad, mirando ahora a su amigo.

- Excepto esa noche del verano de 1953, cuando por tu imprudente irresponsabilidad tuvimos que cerrar nuestro negocio y nos fuimos a la quiebra. Ése y sólo ése pensamiento es el único que me molesta y por eso, antes de morir, quiero preguntarte una vez más, para que esfuerces tu memoria y trates de acordarte. Después de esa noche de festichola y borrachera memorable..., ¿Adónde carajo dejaste estacionado nuestro camión...?

Chicos y chicas, me gustaría que le dieran punto final a esta historia.... no la dejemos así y les propongo continuar con estos ejercicios para publicarlos en la revista...
Hay una imagen bella de Nilda de un árbol, podría ser esa...

Felicidades y gracias.

Si, ya está bastante extensa. Podría ser un final feliz para el camión ¿qué les parece?
Nilda

Me parece bien Nilda, por favor si puedes terminarla, y si logramos terminarlo antes que salga la revista irá en una sección especial... o para el próximo mes.

Y a ir por más.... la foto tuya del árbol me pareció mágica, cuánta imaginación para desarrollar, podría ser una historia con gnomos o algo parecido o animalitos... Les dejo esa insinuación..

Felicidades

A ver si les gusta así:

Y así, mientras estos amigos hablaban recordando y tratando de encontrar explicaciones de acciones pasadas, ella despertaba de ese letargo suave en que estaba con ideas nuevas para este nuevo amigo que le llenó de imaginación y le motivó para recuperar su vieja actividad de escritora de columna del periódico de la ciudad.
Lo miró, lo fotografió desde muchos ángulos y fue entusiasmada hasta el hotel donde estaba alojada, llamó por teléfono al periódico y le contó que había recuperado su ángel, su inspiración y que le reservaran un espacio para su relato.
Unos días después en el lugar muchas personas acompañaban a los dueños de un importante museo de autos que lo vinieron a buscar.
“El camioncito del bosque”, ya famoso, se disponía a formar parte de un grupo de valiosos autos antiguos que recorrían ciudades para ser expuestos. Recibiría todo lo necesario para verse bien.
Nunca más estaría solo y abandonado, nunca más pasaría desapercibido. Sus dueños estarían orgullosos de él y quien dice si aquellos viejos amigos en el asilo no accedieron al relato del periódico y se sintieron liberados de esa incertidumbre que los abrigaba y ya sin culpa sonreirían felices también.
Nilda

Y colorín colorado..., este cuento ha terminado! Grande Nilda!

Enhorabuena a Nilda y a todos los participantes. Reciban mi saludo fraterno de siempre.

CAMIÓN ABANDONADO Y SUS TRIPULANTES INVISIBLES


Escrito por:
Nilda, Roberto, Manola, Ethel, Fobio
Fotografía de Ximena Rivas

"Amanecía, entre las ramas de los altos árboles penetraban los primeros rayos de sol que en líneas rectas parecían dibujar al cruzarse, figuras geométricas espejadas. Mas abajo, los pájaros saludaban al nuevo día con el bullicio tradicional que representa su alegría de vivir. El aire, siempre puro y fresco de la hora, se confunde con los olores de la naturaleza que con su verdor canta a la vida. Iba disfrutando de este paisaje de esperanza y alegría, mirando arriba, y al bajar la vista para ver qué producía ese sonido al caminar, descubrí que entre las hojas caídas y ramas secas del piso, mis pies se desplazaban con dificultad, me detuve un instante y mis ojos se posaron en un vehículo viejo, que dormía un sueño de años, abandonado quién sabe por qué y por quién. Estaba ahí, solo, silencioso, con ganas de hablar, de contar su verdad. Miré a mi alrededor, solo estaba yo. ¿quién podría entonces escucharlo? ¿quién podría ver en su cuerpo metálico, lastimado, las marcas que le produjo la vida?. Y sí, no quedaba nadie más que yo….
Me acerqué, me dispuse a escuchar su historia con atención, sin dejar de disfrutar la dulce mañana que por hoy, estábamos destinados a compartir."....

-Justo en la víspera de Navidad de 1940 fueron a recibirme. Llegue en un enorme barco y junto conmigo, varios camiones mas. Recién me pusieron en el muelle le vi. Era un tipo rechoncho, rechoncho y petizo pero con la mas cálida y enorme sonrisa que había yo visto desde que saliera de la linea de ensamblaje. Junto con el venían dos tipos elegantemente vestidos que, una vez llegaron junto a mi, abrieron sus portafolios y sacaron papeles y pluma y firmaron justo en mi cofre, sobre el motor. Benancio se llamaba aquel regordete sujeto que después de firmar, supe era mi propietario. El gallego ya tiene camión! La gente gritaba a mi paso. Por alguna razón que no entiendo aun, yo podía entender el idioma español y también mi natal ingles. Los que me construyeron hablan ingles pero después de llegar hasta aquí, creo que este idioma suena mucho mejor, mas musical. A Benancio ya le esperaban y la familia había preparado una pequeña fiesta para celebrar mi llegada, después de todo, no todos los días se puede uno comprar un camión llegado directamente desde los Estados Unidos!-
Abrí los ojos y me encontré de nuevo sola. ¿Quien me había contado esa historia de Benancio el gallego y su camión? ¿Seria este camioncito? Me acomode nuevamente bajo aquel frondoso árbol y deje que el camión, el espíritu del gallego o lo que fuera, me siguiera contando la historia...

Desde entonces pasaron cosas hermosas. Vi crecer a la familia. La llegada del primogénito fue una sensación donde me tocó a mí trasladarlo desde el hospital a la casa. Los primeros sollozos de Antonio en mis oídos me enternecieron Me sentí parte de esa familia que me cuidaba y se preocupaba por mí. Nunca pensé que sería porque me necesitaban sino porque éramos un equipo, conformado para el trabajo pero también para la convivencia. Parece increíble “un camión con sentimientos” ¿era posible eso?. Claro que sí, yo soy la prueba de esto.
Así fueron pasando los años, los juegos de los niños se fueron alejando lentamente ante mis ojos que los veían crecer. Compartí las etapas superadas de sus vidas. El pueblo se fue transformando, ya tenía otros colores, otras actividades y hasta otros camiones…
Un día lo vi partir, Benancio ya no volvería. ¿Qué sería de mí? Ya no estaba joven, también los años dejaron sus marcas. La nostalgia por las voces inglesas de mi lugar de origen y de los años vividos en el seno de esta familia española, pesaban cada vez más. Los caminos recorridos, sus historias vivían en mí. No estaba preparado para los cambios. Estaba muy cansado. Me di cuenta que al partir los hijos para la universidad, solo quedaba ella, la viuda, Isabel. ¿Cuáles serían sus planes para mí?

Hay cuantas vidas pasaron por tus destartaladas latas, y ahora yaces en el descampado del olvido, quizás algún roedor encuentre su guarida en tus desvencijados asientos, e inhale el polvo del oxido que corroe el tanque cisterna que transportaba ¡valla usted a saber que! en tiempos pretéritos, mientras dos robustos camioneros iban presenciando el paisaje y las retorcidas carreteras de aquel entonces, deseando llegar pronto a su destino. La maleza se confunde con los desinflados neumáticos mientras un árbol caído ya seco, impide que los sueños que antaño viajaron en tu cabina sigan su curso y se paren en este escondrijo idóneo para los recuerdos.

Una mañana lluviosa se sintieron pasos. Eran dos hombres que al ver el camión quisieron instalarse en él. Eran mendigos. Las latas rechinaron mientras los hombres se subieron, sus miradas se cruzaron de alegría, creyeron encontrar un nuevo hogar. Traían un trozo de pan en una bolsa vieja, que guardaban para más tarde. Quizás cansados se durmieron.
Minutos después uno de ellos sintió que por su garganta caminaba algo. Se despertó asustado. Al poner la mano sobre su cuello atrapó un ratón y dando un grito despertó a su compañero quien siempre le tuvo pánico a esos roedores y despavorido se bajó del camión mientras su compañero siguió sus pasos. Del pan y la bolsa no quedaron nada.
¡Ah! parece que las latas y lo que quedaba de él se sintieron mejor y fue como si una música lejana invadiera el lugar.

Como ves amiga, no es fácil estar acá. Los que llegan se van, y la soledad vuelve una y otra vez más. Esa vida de libertad que disfrutaba como un caballo salvaje en la llanura, como una golondrina haciendo camino para llegar al lugar deseado se fue. Tantos recuerdos que ahora duelen o tal vez solo alimentan la nostalgia, hasta la presencia de estos dos mendigos que dejaron su anécdota para mi historia.
Acá ahora en este lugar que no se si me cobija o me encarcela transcurre mi vida. Mi interior vacío y desolado solo guarda imágenes de ese pasado feliz, mientras mi cubierta lentamente se destruye sin que nada lo pueda impedir.
También los animalitos de este bosque a veces me visitan y me dejan sus recuerdos. Pero, me fui por las ramas, no te conté como llegué a vivir acá.
Resulta que Isabel, sola y cansada, decidió viajar a visitar a su familia y me quedé solo. Primero por un tiempo, ese tiempo que se hizo interminable. Así fue como las calles, las rutas, los caminos dejaron de ver mi presencia, mis ojos empezaron a tener sueño. Un día, amanecía y desperté aquí, abandonado, incluso algunas partes me faltaban. Escuché después de parte de algunos caminantes que alguien me conducía y se quedó dormido, y dio tantas vueltas que llegamos a este lugar golpeados y asustados. A él lo atendieron, no supe que le pasó, a mi nadie me buscó, como si no me hubieran visto. Me quedé acá, no se cuánto tiempo pasó. Ese mismo tiempo que me va destruyendo, que no da respuestas a mis preguntas. Sigo a veces con frío otras veces con calor. No falta alguien como tu que se acerca a descansar y siente curiosidad por mi historia, por saber cuántos recuerdos guardo, a quienes acompañé y alegré, a quienes fui útil.

Casi todos los habitantes del pueblo recordaban la imagen del camión abandonado como una parte más del paisaje lugareño. Había estado en ese lugar por casi medio siglo. Los viejos decían que había aparecido, de la noche a la mañana, allá por la década del '50, sin que nadie supiese jamás de dónde había venido. Otro misterio menor era que después de tanto tiempo aún tuviese todas sus ruedas infladas.

Setenta y dos kilómetros hacia el oeste, en el pequeño y destartalado hospital de otro pueblito rural casi sin nombre, había dos ancianos en la sala común para hombres. Casimiro Elbusto, de 91 años, se hallaba en cama con los ojos fijos en el techo. Se veía frágil y listo para partir.

A su lado, su socio y amigo de siempre, Serapio Joso, de 88 años, se hallaba sentado junto al lecho haciéndole compañía al enfermo, con la vista baja y ensimismado en sus pensamientos. De pronto Serapio pregunta:

- ¿Te arrepentís de algo Casimiro?

El otro, tomado un poco por sorpresa, tardó unos instantes en contestar. Con voz apenas audible respondió:

- No..., tuve una buena vida. No creo arrepentirme de nada. Excepto..., excepto...

- ¿Excepto qué...? - Preguntó Serapio, picado por la curiosidad, mirando ahora a su amigo.

- Excepto esa noche del verano de 1953, cuando por tu imprudente irresponsabilidad tuvimos que cerrar nuestro negocio y nos fuimos a la quiebra. Ése y sólo ése pensamiento es el único que me molesta y por eso, antes de morir, quiero preguntarte una vez más, para que esfuerces tu memoria y trates de acordarte. Después de esa noche de festichola y borrachera memorable..., ¿Adónde carajo dejaste estacionado nuestro camión...?

Y así, mientras estos amigos hablaban recordando y tratando de encontrar explicaciones de acciones pasadas, ella despertaba de ese letargo suave en que estaba con ideas nuevas para este nuevo amigo que le llenó de imaginación y le motivó para recuperar su vieja actividad de escritora de columna del periódico de la ciudad.
Lo miró, lo fotografió desde muchos ángulos y fue entusiasmada hasta el hotel donde estaba alojada, llamó por teléfono al periódico y le contó que había recuperado su ángel, su inspiración y que le reservaran un espacio para su relato.
Unos días después en el lugar muchas personas acompañaban a los dueños de un importante museo de autos que lo vinieron a buscar.
“El camioncito del bosque”, ya famoso, se disponía a formar parte de un grupo de valiosos autos antiguos que recorrían ciudades para ser expuestos. Recibiría todo lo necesario para verse bien.
Nunca más estaría solo y abandonado, nunca más pasaría desapercibido. Sus dueños estarían orgullosos de él y quien dice si aquellos viejos amigos en el asilo no accedieron al relato del periódico y se sintieron liberados de esa incertidumbre que los abrigaba y ya sin culpa sonreirían felices también.



GRACIAS A QUIENES INTERVINIERON, incluyendo a XIMENA.

Quedó muy lindo. Tiene sentido en secuencia ordenada y coherente, además está ilustrado. Fue divertido hacerlo en grupo.
Felicitaciones a todos.
Nilda

Coincido con Nilda. Un placer poder participar con estos compañeros de Letras.

Lo tendremos publicado en la Revista... Gracias a ustedes y vamos por más...

Ay doña Ethel no diga malas palabras. Ese: "Gracias a ustedes y vamos por más..." trae a mi nivel cognitivo recordatorial las palabras que a menudo dice una roedora lunática, egocéntrica, inmoral, corrupta e intransigente que pulula por el río de la Plata en una cueva rosada...
Vade retro!

Fobio, compadrito de mi alma, si te referis a quien yo creo, a la mujer que es referente politico en la America Latina y en el mundo... vamos a tener problemas. Asi que ve preparando tu garrote y compra un seguro para tus dientes que aqui van a llover trompadas, patadas y garrotazos!

Cuidadito con lo que hablas de Cristina K!


Y vos Ximena, deja de aplaudirle estas gracias a Fobio aunque mas no sea por la bola que le di a tu Camioncito...

Hombre, eso no se discute! Fobio tendra mas chispa que un cerillo o un cohete de esos que queman los chicos en navidad pero a Cristina QUE NO ME LA TOQUE!

Chispa y enorme sentido del humor, por supuesto que a Fobio le sobran pero disernimiento y olfato sobre politica NINGUNO!

Bueno, me voy a tocar mi guitarra y dedicare cada melodia a C.K. por puro gusto!

Estimado amigo Roberto, como sobre gustos no hay nada escrito, cada cual con lo suyo y listo el pollo. Ya que le vas a dedicar unas canciones a la doña, dedicale las del repertorio de su banda: Los Pibes Chorros.
See you later alligator
See you in a while crocodile,
Joe McOliver

Estas de suerte compadre Fobio, solamente porque gano mi REAL MADRID, asi, con mayusculas, voy a perdonar tu grave afrenta... hoy estoy de buenas. Y a proposito de futbol, vamos por la undecima champions! Hala Madrid!

Justamente iba a decir lo mismo. Estaba por sacar el facón cuando mi benemérita esposa me llamó para comer milanesas con huevos fritos (los simples placeres de la vida). Eso, y el hecho que haya ganado el Barcelona con un doblete de Messi, me ha atemperado los ánimos, que si no...

Oh! señores nunca puede faltar el fútbol.... Y no se les olvide que ahí está también el pibe colombiano, el papacito de James Rodríguez... no me lo dejen de nombrar.... jejejeje

Chicos hice algunas correcciones menores en el cuento que luego las traigo acá. Me gustó este ejercicio y hasta deseos me dieron de comprarme un camioncito como este...

Y el vamos por más, ni idea que la bella dama argentina decía eso.... Felicidades chicos y chicas y en serio: a escribir más....

Nos vemos en otros relatos... Feliz domingo.

Si señora, y aguante Chacarita Juniors, pués nací en San Martín y CADU (Club Atlético Defensores Unidos) de Zárate, donde me crié. Mis dos amores. Uno está creo que en primera "W" y al otro ya se le acabó el alfabeto regular y debe andar por la primera "Epsilon" más o menos...