Desde su lugar en la plaza veía pasar el tiempo. Todo le era indiferente. Estaba acostumbrado a ver a la gente ir y venir sin que repararan en el. De vez en cuando alguien se detenía cerca de el o lo miraba de lejos. Pero en general ya nadie se le acercaba. Quizás debido a que todo el mundo parecía estar apurado hoy en día.
A él, el tiempo se le notaba, ya no era joven y por eso ya tampoco era respetado. Su belleza inicial se había marchitado y la gente lo había olvidado. Los días pasaban y el no tenia mas que hacer que estar ahí. A veces sentía que esperaba algo, pero no sabia que.
Un día una muchacha se le acerco. Tal vez fuera por la falta de costumbre o por la sorpresa, pero no le pudo decir nada. Ella lo observo un buen rato, le pidió para sacarle unas fotos y como el no contesto empezó a fotografiarlo desde distintos ángulos. Y sin que el tuviera tiempo de decirle nada, la muchacha se marcho.
Durante varios días la situación se repitió, siempre a la misma hora la muchacha aparecía, se acercaba, a veces le hablaba, sacaba algunas fotos, anotaba cosas en un cuaderno y se iba. Sin que el se diera cuenta poco a poco algo fue surgiendo en su interior y cada día la esperaba con mas ansias, hubiera deseado poder arreglarse un poco mas, lucir mejor para ella, pero no había mucho que pudiera hacer al respeto. No tenía como ocultar sus años.
A pesar de lo que sentía, siguió sin hablarle, le pareció que ya no tenia como hacerlo, seria raro después de tantos días comenzar a hablarle, así que opto por el silencio. Además se dio cuenta de que sabía escuchar y ella se desahogaba contándole cosas.
Así pasaron varias semanas, pero un día ella no apareció. De todos modos el no lo tomo a mal, supuso que tendría algo que hacer, que algo le habría sucedido y por eso no había venido. Pero los días pasaron y ella no volvió a aparecer. El se aterro, pensó que tal vez algo grave le había sucedido. Pensó en tratar de averiguar sobre ella, pero ¿Cómo? Si no sabía su nombre o apellido.
La tristeza lo fue consumiendo, y la soledad lo embargo otra vez. Empezó a sentir que la vida lo abandonaba y un día lo vinieron a buscar. Le dijeron que lo llevarían a un lugar mejor, que ya no podía estar ahí. El se resistió y peleo. No fue fácil moverlo de allí. El no quería, sabia que si ella algún día volvía por él seria a ese lugar. Pero no importo cuanto se negó, se lo llevaron.
Se sumió en la oscuridad por mucho tiempo, incluso perdió la cuenta de los días, ya nada le importaba. Ahora si estaba solo. Esperaba que la muerte lo fuera a buscar. Sintió que alguien se le acercaba. Sintió que lo limpiaban y arreglaban, pero ya nada le importaba. Sintió que lo movían de un lado para el otro, pero esta vez no opuso resistencia. Se dejo llevar y hacer a gusto y gana.
Poco a poco empezó a sentir más y más ruido. No sabia donde estaba pero tampoco quería mirar para saberlo. Sabía que era un lugar muy iluminado por que sentía la luz contra el rostro. Y así estuvo, durante semanas, los ruidos fueron cambiando, primero eran estruendos, ensordecían y molestaban. Luego fueron sustituidos por música y risas. Aun así no quería mirar. Se sentía herido. Pero un día todo cambio. Al principio pensó que deliraba, que se había equivocado, pero luego se dio cuenta de que no. De todos modos la única forma de comprobar que era verdad era mirar, y así lo hizo.
Al principio la luz lo encandilo, era mucha, y todo parecía brillar. Entonces lo vio, lo que brillaba era el, lo habían pulido y tenia nuevamente su color original, le habían borrado las marcas causadas por los años y lo habían colocado en medio de una fuente hermosa, en el centro de lo que parecía ser un paseo de compras. Y allí frente a el estaba ella sonriendo.
-Bienvenido a casa- le dijo
Y el sintió como la alegría renacía en su interior.