Los viernes santo
Dicen que las ánimas nos vienen a visitar en la noche de viernes santo, esos espantos y bultos sin forma definida, bolas humanoides de humo espectral que se apoderan de los rincones menos iluminados, de los pasillos que juegan a ser interminables, de los sonidos sin lengua, idiomas de chirridos de gonces y ventanas, cortinas que se corren y levantan sin ráfagas de viento parpadear de bombillas y focos y lámparas y linternas, siempre dicen que vienen los viernes santo, como una especie de día señalado, olvidando el carnaval, la cuaresma, vienen al consecutivo del jueves, siguiéndole un sábado con olor a oscuridad, el único día mas negro que el mismo viernes santo.
Almas en pena, una grandísima pena que las tiene quejándose y arremetiendo contra todo, son piquetes de hielo en el ambiente, esas caricias invisibles que hacen que la piel se enchine, roces electrificantes, asfixias momentáneas, pasos sordos, silencios incómodos
Las ánimas vienen y se quieren instalar en nuevos cuerpos, envases de carne, sangre corriente y hueso, la vía terrenal para terminar sus pendientes, buenas o malas, tienen sed y hambre sin saciar, las ánimas siempre buscaran reencarnarse y los ángeles que juegan a las alas blancas, a los halos de luz, a los perfumes exquisitos abrirán las puertas y los demonios pintándose mascaras terroríficas para ocultar su belleza fría, sus danzas, contorciones, seducciones abrirán las puertas.
¿Quién ayuda a quien?, ¿Quién? y el mundo se vuelve un revoltijo de seres fantásticos incluso el hombre tan común animal con la conciencia dormida, yo lo sé, los animales de a cuatro patas en el suelo saben ver mejor a las animas, lo sé mi gato carraspeo y maulló agazapado y arqueando la espalda, mi perro miraba fijamente gruñendo y emitiendo quejidos casi aullidos.
La gente anda distraída, la gente sabe que este día el salvador, vuelve a repetir su muerte según la iglesia y la iglesia de los altos tejados también abre sus puertas, los demonios llenan primero las bancas, recuerdo haber ido un día de estos viernes santo, y haber visto a un hombre orando al pie del altar, se miraban sus zapatos , sus piernas, cuando la misa comenzó el cura paso al altar y aquel hombre jamás se levanto, solo desapareció, por eso las iglesias me dan miedo, porque las bancas crujen solas, porque las almohadillas donde uno se arrodilla, se arrugan solas, porque los confesionarios siempre susurran cosas.
El salvador andaba muerto y encerrado, enterrado, frio, miedo, cosas que viene con Dios y su venia y el diablo, cosas que naufragan con el penitente, hablan desde las tres de la tarde del viernes santo, bendito viernes santo, estaba asentado que la muerte vino por él como a las tres de la tarde, para comer pecados, pero aquí al otro lado del mundo, estas tres no son las mismas que allá, sin embargo como de cierta magia de vino y cuerpos consagrados en pan, las tres de aquí suenan y se sienten muy parecidas, igual que al otro lado.
Estaba divagando entre leyendas y la biblia y las misas televisadas, la procesión que pasaba por la calle, con aquellos cantos tétricos y mal entonados, “el salve, salve, gran señora, salve poderosa madre”, “purifica mi alma de toda malicia”…
Las ánimas parecían retorcerse frenéticas como cuando chilla la madera en la fogata, hilitos de gritos entrecortados que se escapaban casi imperceptibles e incluso confundiéndose con las voces de los vivos caminando por las calles, cuando pasa eso y logro escucharlas del padre nuestro nuca paso, y el padre nuestro se instala en mi boca y el miedo se empieza a comer mi cuerpo.
Ecos agudos y distorsionados que calaban los huesos a la penitencia, aun y cuando Dios dejo sentado algún precedente, para que lo usen en serio, con eso de que lo que hagas con la mano derecha que no lo sepa la izquierda, sin embargo la vida humana de nuevo mostraba su vanidad, disfrazada de sacrificio, al ver hombres y mujeres auto flagelándose, con una mano y con la otra, imponiéndose castigos, arrastrándose de rodillas en fe, rastros de sangre seguidos de unos mejor vestidos con otros, esquivándose de ocupar el mismo espacio al mismo tiempo, ese asco a la invasión de espacio personal, enamorados, niños cansados y sin entender mucho de lo que acontecía, niños, jóvenes, viejos y adultos gritando como borriquitos cargando el peso de la culpa, las procesiones sirven para limpiar culpas también. Y duele verlos sí, pero que tan doliente uno puede ser si ese dolor parece tan plástico, tan previamente fabricado, ese dolor de penitentes enlatados de viernes santo, las minúsculos rituales que se guardaban en casa, la aprensión a la carne, el cuidado de no bañarse aquel fatídico día, el guardar un luto milenario sin música ni actos impúdicos, de que no soy quien de nuevo para saber si a Dios le parecería importante que ese día lo único que tenga sean unas salchichas con pan, ya que el pescado siga apestando en la tienda, época de bacalao seco.
He estado esperando ver las llamas azules que marcan el lugar de los entierros de tesoros, me pregunto si aun en la tierra habrán tesoros enterrados, de viejos gamonales mata negros e indios y verdaderos piratas de altamar perseguidos por la locura de las aguas, tratando de esconder su fortuna para otra vida, algo así como los faraones y sus momias.
Los únicos tesoros estaban en el cuartito debajo las escaleras, tesoros envueltos, imágenes congeladas, subsistían ante el tiempo dejándose robar las sombras y cayendo en la humedad y la erosión. Pequeñas puertas listas a que cualquier ángel o demonio decida remover su cerradura, las ánimas nos vienen a visitar en la noche de viernes santo, de nuevo acaricie sus lomos, perro y gato agazapados a mis pies.
He suspirado varias veces y se han visto materializados en vapor de aliento, hace frio, hace frio, me he santiguado dolorosamente, sin saber si la cruz que señale desde mi frente hasta el pecho, desde la derecha hacia la izquierda, tubo las suficientes proporciones como para protegernos, al perro, al gato y a mí, tengo las manos juntas en mi pecho escuchando, haciéndolas puño y mordiéndolas de cuando en cuando, parecen doce, parecen quince, parece nada mas una y tiemblo con los ojos abiertos, abiertos cristalinos en lágrimas y la gente sigue pasando en oraciones, rezos, risas contenidas y cánticos, la calle se va quedando sola…
He cargado mi arma, como si los cartuchos pudieran hacer algo más que atravesarlos, algo como para abrirles una puerta en sus propias panzas y se auto traguen así mismas, pero las animas, no mueren con balas, ni mueren a rezos, tantos años he vivido, no sé si tantos años me resten, pero esta noche, volverán a venir, a rondarme, a reclamarme, a clavarme sus alfileres de dolor eterno, su angustia y el terror se apodera de mi, va cayendo el sol, como si le hubiese por fin atinado con esta pistola y me deje en la oscuridad, he tenido breves ratos de lucidez y el arma la he apuntado a mi boca, a mi frente, a mi sien, al mismo pecho, donde me asalta el corazón azorado, angustia que me vuelve intermitente, persigno de nuevo mi frente, esta noche no serán solo animas desdibujadas, esta noche, el demonio continuara con su obra en mi, esta noche no cazare ánimas, esta noche por fin seré yo quien vuelva a salir, para buscar otros cuerpos y despojarles de sus almas, a esta hora ya sabrán porque las animas nos vienen a visitar en la noche de viernes santo.