Amistad, divino tesoro

Algunos sostendrían (no sin estimable criterio) que es mejor no tentar a la suerte pero, si queremos comprobar que una amistad es verdadera ponderémosla, reactiva y primordialmente, con los efectos de la envidia, la vanidad, el egoísmo, la precariedad emocional y la competitividad; es una, si cabe, temeraria verificación que más vale preconizar desde la propia experiencia con voluntariedad, encarando el miedo a la probable y prematura pérdida en honesto autoexamen de conciencia. Si se salvan los antedichos antagonismos, aun perdido el físico contacto, el sentimiento acompañará por siempre deshaciéndose del defecto y asistiendo como balsámico del corazón y el espíritu. De no estar mínimamente advertido, de no existir la sana y venerable predisposición en este sentido, será el resentimiento desaportador quien ocupará con preeminencia el desazonador recuerdo.





Adanhiel.

La más de las veces, sería prudente virtud el abstenerse de cierto tipo de comprobaciones, antes de tiempo, en especial de aquellas que involucren materias no tangibles, como pueden ser los sentimientos, productos de las emociones.

Así que por mi parte, dejo librado al devenir de los tiempos, absolutamente al margen de fórmulas y/o ecuaciones; Todo aquello que sea concerniente al Misterio del Amor. Entendiendo que la amistad no escapa a El, sino mas bien, que es correspondiente al mismo palo.

Vertida que ha sido, mi amistosa opinión. Sin mas.

¡AMISTOSOS ABRAZOS, HERMANO!

Ya decía, al principio del escrito, pueda ser que no debamos tentar a la suerte pero, quien sea valiente y quiera comprobar si su joya es de oro o de pirita (el oro del tonto) ahí tiene el camino... el modo de cerciorarse. A mí, por gracia, no me hace ninguna falta.

¡ABRAZOTES, COMPAÑERO DEL ALMA!