A QUIÉN QUEREMOS ENGAÑAR

Si hay algo que en su momento consideramos una alcanzable meta o un ideal digno de ser seguidos y por los cuales poder sacrificarse de ser necesario y, al cabo de un tiempo, hemos modificado nuestras prioridades valorativas, ¿no debería este suceso llamarnos al menos a la sucinta reflexión? ¿Han cambiado nuestras circunstancias personales (nosotros), las generales, la identidad social y personal de quienes nos circundan (el mundo)? De ser afirmativa la respuesta, ¿en verdad nos sentimos excusados o, por puro avance de una presupuesta evolución conceptual, creemos no tener porqué excusarnos de nada ni ante nadie? Podemos colegir que eso de que "de niño me gustaban las galletas y ahora prefiero un par de tetas", por soez que suene, no va del todo desencaminado cuando se trata de encontrarle sentido a este tipo de transformaciones tan radicales, o es que cuanto ocurre no es debido a una obligada metamorfosis que busca una etapa culminante en la vida desde un punto de partida idealista, sino una autoconfirmación de lo que siempre se fue, inconsciente, potencialmente. Y me parece bien, pues vivir instalado en una mentira, por mucho que lleguemos a creérnosla, es contraproducente; finalmente nuestra verdadera identidad socio-moral acaba mostrándose escogiendo, si acaso y como poco, el ámbito adecuado para ello en el cual el cordero enseñará su lana y el lobo su pelaje, sin más necesidad de ser lo que no se es desde la convicción sita en el fuero más interno de nuestra personalidad... Es preferible entonces pasar por apóstata que traicionarse a uno mismo defendiendo una causa que no siente como suya porque, en efecto, ha descubierto NO es la suya y, probablemente, nunca lo fue.

Otro asunto a debatir sería el resultado final de lo que puede llegar a ser, como ya he dicho, todo un proceso de autoconfirmación; yo soy de la opinión de que más vale monstruo activo y reconocido que monstruo infiltrado, durmiente (cual célula terrorista), aguardando inconscientemente la orden de activación para viciar cuanto de viciable exista y persista, vigente, en el entorno. En la versión positiva yo diría que el cordero ha de dejar de fingirse lobo, a pesar de correr el riesgo de que se lo coman sus propios ex-compañeros, por las mismas razones, que son las ya expuestas.





Adanhiel.

interesante reflexión para cuestionarse: ¿donde, cómo y por qué estamos donde estamos?
muy bueno!
saludos

Muchas gracias, Elnegro, por tu reconocimiento tras la abnegada lectura (que también tiene su mérito, ja, ja) bienvenida sea toda reflexión al respecto, di que sí.

Saludos.

Pah, tenes la razón, más al rato quizá te diga que no la tienes pero por AHORA tu me has dejado pensante y es lo que me hace perder la batalla. más luego tal vez consiga leer un escritor que te contradiga o me amplíe las perspectivas, en ese momento volveré a este posteo y te lo haré saber, pero como dije, hoy tu tienes la razón de lo que consigo ver de este tema.

Tiene mucha factibilidad. Pero vas a darte cuenta, al final cambiamos como el Universo cambia. Creo que la única manera de que el ser humano sea totalmente rebelde y sea omnipotente, omnipresente y onmi-todo será cuando se convierta en un ser estático mientras el correr de la materia y energía siga su curso dinámico.
Creo que solo ese suceso basta - aunque lleve un instante de milésimas de segundos - para que el hombre sea digno de dominar a toda cosa o alguien que se le intente sobreponer. Mientras tanto seguimos cambiando, como lo hace tu cuestión; estar en un continuo cambio que te llevó a esa duda. Duda que según su naturaleza cambiará muy pronto de parecer.

Saludos, espero te sirva mi post.

Si quieres pasa por mi última prosa: - Las locuras del tiempo (video oficial) -

Es la eterna batalla de la búsqueda de nuestra identidad verdadera sobre lo que somos en contraste sobre lo que creemos ser en momentos determinados de nuestras vidas; lo imperdonable surge cuando, una vez nos encontramos a nosotros mismos, nos resistimos a afrontar la resultante y optamos por seguir aferrados a unos vínculos que no son tales, a una identidad con la que no nos identificamos y que nos negamos a abandonar como una fase transitoria que es por miedo a las repercusiones, por miedo a afrontar nuestra realidad interior que, puede no ser ejemplar, pero sí es el honesto reflejo de una decisión (equivocada o no) de la que somos principales protagonistas y únicos responsables. Estoy en contra de la falsedad y respeto al que defiende sus ideales, aunque éstos sean susceptibles de cuestionamiento; no acepto el camaleonismo del que adopta un rol, un papel que no es el suyo, una mentira que nos aleja de lo que somos y de los que podrían compartir con nosotros nuestras mismas inquietudes y valores, un fraude en el que en ningún momento debiéramos de acomodarnos participativamente... Eso es todo, y no es poco.

Aceptar el cambio es aceptar nuestro desarrollo personal... hacia dónde nos conduce éste es ya harina de otro costal sujeto a otro tipo de replanteamientos éticos y filosóficos a tratar en otras oportunidades más metidas en adecuado contexto; no es tan fácil como decir quien tiene la razón o quien deja de tenerla, es cuestión de realización personal, unos se realizan de una manera y otros de otra mas, ya te digo, esa no es la cuestión que, puntualmente, a mi torpe manera, me he visto impelido a tratar aquí.

Ya ves que tu opinión ha servido para desarrollar la mía así que podemos felicitarnos mutuamente ¿no? Jaja.

Ya pasé por tus "Locuras del tiempo" y he de decirte que me gustó bastante, eres un chico de lo más talentoso, lo cual se deduce de tus solos comentarios... Cómo te promocionas, ¿eh, pillín? (es broma, haces muy bien).

Nos seguiremos leyendo, compañero de letras... Al menos por la parte que me toca.

Saludos.

Querido amigo: es que no puedo pillarte para contradecirte! Tus cuestionamientos, por demás sentidos y valederos. Aunque los cambios, son resistidos, sobre todo, por los demás.Esa búsqueda...la continúo. Mi identidad... a veces, me sorprendo. Gracias por tus escritos, Adanhiel.

Ah, queridísima Malisa, gústenos o no (y a fe que le vamos cogiendo tilín) viajamos en el mismo barco, la cuestión es que éste no acabe cual Titanic, siniestrado tras chocar contra el iceberg de la deshumanizada intolerancia, pero no nos pongamos dramáticos que esto no habrá de suceder mientras la libertad de expresión exista dando salida y asistiendo nuestra capacidad para hacer valer el necesario cambio para consolidar su avecinamiento que, para nuestros impacientes desvelos, no acaba de producirse pero ¡todo se andará! Y en eso andamos y estamos ¿verdad, hermanita?

Bendita seas y... ¡a seguir bien! (tampoco hallaras nada a contradecir en este deseo, espero, ¿eh? Ja, ja).

Enormes besos, que dejan pequeño todo iceberg.

Generalmente, muchas personas defienden causas aunque no estèn muy convencidos del porquè y paraquè, simplemente, se definen por una lìnea, especialmente, en la polìtica hasta para defender lo indefendible. En ese laberinto, vivimos acosados por la desconfianza, porque no sabemos si la oveja es lobo o viciversa y de pronto te convences de la verdad, cuando te clavan los dientes.
Un tema para reflexionar y comparar con muchos casos de la actualidad.

TRINA

Son decisiones muy personales que uno ha de tomar en la vida: ser como se es o como los demás esperan que seamos; si no somos sinceros con nosotros mismos, ¿cómo podemos esperar que el prójimo lo sea con nosotros? Hay que atajar la mentira que crece en nosotros mismos antes de arrostrar la subyacente en la generalidad, aunque, hay que reconocer, que para esto hacen falta (entre otras cosas) verdaderos e íntegros arrestos. Demasiados ejemplos hay de lo expuesto... demasiados.

Un gustazo saber de tu opinión, Trina, Besos.