Un par de confesiones íntimas a personalísimo título

Hay momentos en la vida en los que ésta te da a elegir, con personalizada y oportuna sutilidad, cuáles son los derroteros en los que habrás de moverte y a los que habrás de deberte; creo que ha llegado el momento en el que he decidido tomar una elección demasiadamente postergada; y elijo consagrar lo poco o mucho que quede de mí a las letras, lo cual ni mucho menos significa vivir de ellas (demasiados se presentan a tales oposiciones... no va a ser mi caso) sino a vivir PARA las letras, completamente convencido de que ellas habrán de aportarme aquello que mis semejantes no alcanzan sin tal intermediación, mucho más de lo que mi discontinuos talento y voluntad tratarán de retribuir.


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Tengo la desaconsejable costumbre de tragarme las lágrimas, degustando su salitroso sabor, siendo consciente que la finalidad, el sentido de éstas, es el ser vertidas; mi yerro se presenta, entonces, como doble. Y mi intención es reprimirme lo menos posible en este aspecto. Simplemente quede constatado mi propósito de enmienda.



Adanhiel.