HABLANDO CON UN TIPO EN ANGEL GALLARDO
El paisaje, de un día a otro variaba muy poco, parecía un pedazo de vida dibujada con carbónico.
El verdulero escribiendo en una pizarra las ofertas del día, la otra vereda ampliada por la risa de los obreros que manducaban en el grasoso bar de la esquina, un poco más allá como siempre, el moreno uruguayo enchufando el compresor de su bicicletería mientras saludaba al vecindario con acentuada educación, algún que otro camión de reparto y en cuclillas al mejor estilo de un centro delantero posando para la foto, el chino del súper con ojotas y uña larga fumando como un escuerzo.
Cuando volvía de pasear a mi perrita, un bocinazo me alertó sobre la presencia de Luis.
Él es el taxista más puntilloso y trabajador que he conocido. Recuerdo que desde chico soñaba con manejar un taxi y despuntó en la profesión allá por los 60 estrenando su registro profesional, libretita con foto en blanco y negro de tapas grises que mostraba con orgullo. Sus autos siempre lucieron inmaculados, y quienes lo conocen, saben de su dedicación por el oficio.
Bajó del vehículo y nos dimos un abrazo.
Estaba más contento que un purrete el 6 de enero, no era para menos, su Chevrolet 0 Km brillaba como un lucero de ébano con galera y moño de oro.
Charlábamos de algunas cosas, cuando de pronto me dijo - che flaco, el otro día te vi. Fue por la mañana muy temprano, yo iba con pasajeros y vos estabas hablando con un tipo en Ángel Gallardo.
Con seguridad que eras vos porque estaban parados al lado del Taunus.
Siguió hablando - ¿Sabes Rei? Desde ese día quedé preocupado. Resulta que al coso ese lo conozco. Tuve temor que te de trabajo y te estafe.
No lo dejé hablar más. Le dije - Esperame que llevo la perra a casa y vamos a tomar un café.
Ni bien subí al taxi, le pregunté de dónde conocía a Amadeo.
Dijo - es una larga historia.
Ese tuerto es un ave de rapiña, vos ni te imaginas quién es ese tipo, es un delincuente capaz de cualquier cosa, y agregó - lo conozco a él y a su familia porque hasta hace tres años vivía con sus hijos frente a la casa de mi hermana, allá en San Martín.
-Contame Luisito, ¿qué más sabés?
-Bueno, entre otras cosas, que por diferentes razones estuvo varias veces detenido y que los hijos son iguales a él, otros delincuentes. Allá quedaron esas basuras, ahora se dedican a fisurarle la croqueta a los pibes con el Paco.
La casa a toda hora es un desfile de pendejos buscando droga, antes se dedicaron a escruchar, levantar autos, hacer salideras, piratear camiones…
Mirá, han hecho de todo, te digo más, por plata, hasta son capaces de limpiar a un punto.
Luis prosiguió con el relato - El tuerto tenía un hermano, se llamaba Fernando Pintos y desapareció hace décadas, parece que lo acostaron los milicos, lo llamaban el sordo manotazo.
Según dicen, se hacía el sordo y como punga era un artista, nunca de caño ni con violencia, eso sí, de poder meter las manos, con los dedos de alambre que tenía era capaz de robarse un pozo de petróleo sin derramar ni una sola gota.
En San Martín, los Pintos son conocidos como la banda de los chacales.
Resulta que Amadeo se cebó y se quedó con parte de la guita de un cargamento de merca, algo así como veinticinco mil dólares y aunque huyo a la Capital, no tardaron en encontrarlo.
Yo a pesar de haberlo buscado por cielo y tierra no tuve la misma suerte.
-¿por qué motivo querías encontrarlo?, le pregunté. Me contó que el más grande de sus sobrinos buscaba un taxi para comprar y que al enterarse el tuerto, le mandó un tipo que lo dejó sin plata ni auto.
Después me enteré que por el chiste de la droga perdió un ojo y casi lo matan. Así mismo los hijos tuvieron que hacerle frente a la deuda y para pagar volvieron a piratear, esta vez le tocó a un camión con electrodomésticos que venía del sur.
Las mujeres de los hijos, antes de casarse con ellos fueron coperas y hacían la calle. En esa familia, aunque descerebrada y todo, la única que sirve para algo es la mujer del tuerto.
Él, se cansó de decir que jamás se hubiera casado con ella, lo hizo obligado porque el padre de Isabel era un calabrés jodido y de haberse negado al casorio, el viejo lo hubiera matado por dejarla embarazada.
Últimamente se corrió la bola que los chacales andan en la mafia de los medicamentos, o algo así.
-Me dejas asombrado Luisito. No me podía imaginar una cosa semejante, ¡es increíble! Si vos supieras que el tuerto la va de hombre decente a carta cabal, cuando habla parece integrante de una Junta de Moral.
Al tipo lo conozco de un café en parque Centenario, hace un tiempo que anda detrás mío para que le pinte un departamento, justamente la mañana que me viste con él nos citamos en su casa y vi el trabajo pero, con lo que me contas, no pienso pasarle el presupuesto, además siempre me habla de un prefecto amigo que tiene varias casa para pintar ¿vos sabés algo de él?
-Por supuesto Rei, ese prefecto que no era tal murió hace tiempo,
fue el primer socio que tuvo el tuerto. Lo llamaban así porque, el campo de sus operaciones delictivas era la zona costera.
Su verdadero nombre era Hidalgo, un tipo de gran pinta y labia, pero sin escrúpulos. Lo inició al tuerto en la trata de jovencitas al Paraguay, mientras que él se movía con verdadera habilidad en su fuerte, el contrabando.
Para Hidalgo este mundo no tenía fronteras y sus componendas con autoridades corruptas y políticos, lo convertían en intocable.
Su único vicio eran las mujeres y el fin le llegó una noche en la triple frontera, cuando un bagayero, al que Hidalgo le había birlado una mina lo delató, terminó cocinado a balazos por la prefectura, después de años de no poder echarle el guante.
Hidalgo era chileno, su familia, en Santiago quedó parada, tienen estaciones de servicios y otras propiedades que fueron adquiriendo con las suculentas ganancias que les enviaba.
En cambio el tuerto y sus hijos, a pesar de haber ganado mucho dinero, jamás guardaron un peso. En el ámbito de la prostitución y el juego al tuerto lo llamaban el rey de la noche. No quedó piringundín, prostíbulo o garito de juego donde los tres no hayan despilfarrado la plata.
Después de morir Hidalgo que era el cerebro, los chacales se fueron desdibujando a pasos agigantados, terminaron cometiendo delitos de baja cuantía y también estafaron a cuantos pudieron dejando un tendal de gente en la ruina.
Hoy en día, sólo por unos pocos contactos que les quedan, no están en gayola. Aun así, andan boqueando que les encargaron un trabajo que es para llenarse de guita.
Los guachos de los hijos, si no van a trabajar como dicen ellos, andan desarmados, pero el viejo, tuerto y todo creía ser Al Capone, siempre estaba calzado con una 6,35 y se envalentonaba haciendo alarde de su infalible puntería. La gente en el barrio les teme y da asco la impunidad con que se manejan.
Terminamos la charla tomando café en una pizzería de Boedo y Garay.
No había pasado una semana cuando al llegar al café me atajó Julián diciéndome que el tuerto había muerto. Lo encontraron la noche anterior a metros de la casa con el cráneo destrozado, lo golpearon sin piedad con una cuarta de automóvil que ensangrentada quedó a su lado.
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