LOS SENTIMIENTOS

LOS SENTIMIENTOS

Trina Leé de Hidalgo



Sentimientos!. Sin ellos, no existimos. Seríamos vacíos, como los troncos secos y hay tantas clases de sentimientos!: positivos, negativos, oscuros, claros, que se pueden y deben exteriorizar u ocultar, porque ellos marcan un límite, una pauta, entre el “deber ser”, “poder ser”, “lo justo”, “injusto”, “moral”, “inmoral”, porque no nos envuelven a nosotr@s solamente, sino también, a las personas que nos rodean. Entonces, surgen incógnitas, porque según muchos, es dañino el reprimirlos. Si tenemos una sola vida no se justifica el que los vivamos, disfrutemos, les demos rienda suelta?. Sin embargo, los principios, prejuicios y valores, se interponen, se convierten en el freno de los mismos, y tal vez; mañana, cuando ya se hayan ofuscado, pensemos: ¿por qué no los viví plenamente?, o ¡si todo fuese volver!, o ¡mejor fue así!. Ello significa, que ellos son el lenguaje expresivo que demuestran nuestras facetas existenciales y van adheridos a nuestra personalidad. A veces, se traducen o convierten en una complejidad o un laberinto en el cual nos sentimos hundir y debemos realizar esfuerzos supremos para salir acertadamente; de lo que puede convertirse, en una causal de intensas depresiones y/o supremas tristezas. Cómo nacen?, por qué?, Surgen espontáneamente, al ver una circunstancia que forma parte de nuestras vivencias , alegrías, satisfacciones, contratiempos, maternidad, amor . Son como pompas de jabón que se elevan y llegan lejos, o simplemente; se revientan con la fuerza del viento que estaría representado por nuestro positivismo, negatividad, conveniencia, o los que muchos denominan: “mala suerte”, por eso, varias personas afirman: “Cada quien nace con su arepa debajo del brazo”, o “unos nacen con estrellas y otros nacemos estrellados”, desconociendo que el sólo hecho de reafirmar esta sentencia, se convierte en un decreto que limitará nuestra existencia. Porque somos lo que pensamos y ello, por consiguiente, va a repercutir en nuestros sentimientos, que a la vez; van a permitir que nos desenvolvamos en un medio armónico, pacífico y lleno de espiritualidad.

En este orden de ideas, todos los sentimientos negativos nos perjudican: odio, envidia, inconformismo, egoísmo, desvalorización de los seres que nos rodean, traumas que no son mas que el resultado de patrones de conducta, estímulos, respuestas y actitudes observadas en el seno familiar y que no se tratan de superar escudándose en ello, para justificar conductas desacertadas, porque en muchas personas no existe la intencionalidad de cambiar sino de convertirse en reincidente en su forma de ser y a la hora de aclarar situaciones, responden con una condición de “víctimas” o aducen una supuesta locura, cuando lo que hacen es manipular. Cabe preguntarse entonces, ¿qué porcentaje alcanza la actitud imitativa o la influencia de los genes?. Desde estas perspectivas, quererse es tener la suficiente fuerza de voluntad y convicción para cambiar en positivo, definitivamente; y no por lapsos que engañan, para luego caer en el mismo ciclo degenerativo y vicioso. Todo depende de las actitudes que tenemos unos individuos hacia otros: miedo, temor, timidez, que son sentimientos de inferioridad separativos, o de superioridad, que envanecen a la persona, creyéndose mas que los demás, sin acordarse incluso; de sus orígenes, convirtiéndose en altaneras, dominantes, ofensivas, despreciativas, intolerantes, orgullosas, creando un círculo hacia su persona y una atmósfera desagradable que se percibe al presentarse en su entorno de trabajo, estudio, en la vida social, cuando la humildad es el don mas preciado y mas ganador de afectos y admiración.

Ante estas circunstancias, los poetas, por la extrema sensibilidad percibimos tantas cosas y las sufrimos aunque no sean propias. Por eso, somos eternos protestantes, con una filosofía existencial de la vida, gracias a la observación, meditación, comparación y los docentes, no nos quedamos atrás, porque no debemos conformarnos solamente, con el trabajo aúlico, sino ir mas allá del aspecto exterior del estudiante para identificarnos plenamente, con sus sentimientos, actitudes, causales de sus conductas y de esta forma, satisfacer verdaderamente; sus intereses y necesidades. Por eso, debemos perseverar en nuestra enseñanza, para que las actitudes positivas adquieran intensa potencialidad; porque si no, ¿qué estamos haciendo con nuestra vida? , ¿qué preferimos, desagradar o ser simpáticos?. Sabemos que la simpatía permite la identificación, correlación, afinidad, afectos, solidaridad emocional y c cuando estos aspectos se anulan, se corta bruscamente el contacto extensivo y verdadero, porque se crea una barrera invisible, disimulada con mucho tacto, pero sentida, porque se transforma, aunque no se desee, en un rechazo interno catalogado como una manera muy inteligente de evitar presentes o futuros inconvenientes, y de no involucrarse en esas actitudes tan fuera de orden. De todas estas apreciaciones, se deduce, que los sentimientos definen nuestra percepción del mundo, dimensionan la grandiosidad y pureza de nuestra alma, o se convierten en el eje propulsor de insólita e inconcebida maldad destructora, dañina, sin conciencia ni remordimientos, como ocurre en las matanzas colectivas a través de actos psicópatas, de guerras innecesarias, de los efectos de la delincuencia, gracias a la potenciación momentánea de las drogas, del flagelo del narcotráfico generador de asesinatos, secuestros, invasiones sin límites ni compasión alguna. Todo ello, nos conduce al poder de las profundas cavilaciones, generalmente; a sentirnos impotentes, a buscar formas de actuar para tratar de convertir a las personas que nos circundan, en seres mas humanos, mas sensibles, solidarios y espirituales.

ARTÍCULO PERIODÍSTICO JULIO 2.012, DIARIO EL REGIONAL DE PORTUGUESA, VENEZUELA.