¿ANULAR LOS SENTIMIENTOS O CONTROLAR LOS SENTIMIENTOS?
En mi opinión, cada vez hay más personas que, para no sentir los impactos de emocionales de los sentimientos, optan por tratar de anularlos, por prohibirse sentir lo agradable y lo desagradable –sobre todo esto último-, y por tratar de impedir que cualquier emoción acabe desbaratándoles y llevándoles irremediablemente al descontrol personal.
Acaban llegando a la conclusión y el convencimiento de que tras los buenos sentimientos puede aparecer el dolor, cuando se pierdan o desaparezcan –y no tiene porqué ser así siempre-, y que es mejor no conocer lo bueno para luego no echarlo en falta. Renuncian a emocionarse, a sentir en el corazón. Se inoculan la renuncia a impresionarse y estremecerse en el alma, y –en mi opinión- se pierden una parte muy importante de la vida.
Estoy plenamente a favor de vivir con toda la intensidad todas las emociones y sentimientos que calificamos como buenos o positivos, disfrutándolos en el momento plenamente, sin pensar en el vacío o la tristeza que nos pueda dejar su ausencia si desaparecen. Las emociones están ahí para removernos, fortalecernos, alegrarnos y procurarnos placer, o para causarnos una molestia que nos haga reflexionar y aprender. Algún sentido han que tener, no son inútiles. Es uno mismo quien tiene que saber qué sentido darles.
Sí estoy a favor de mantener una cierta objetividad y distancia con respecto a los que solemos calificar como negativos. No siempre son buenos ni necesarios. No estoy de acuerdo en que todo sufrimiento aporta alguna enseñanza positiva. Casi lo mismo que se puede aprender con sufrimiento se puede aprender sin él si uno está atento y receptivo.
Conviene recordar la diferencia que existe entre dos asuntos que se tratan habitualmente como si fuesen lo mismo. Las emociones son reacciones naturales, espontáneas, instintivas, propias del ser humano, mientras que los sentimientos son los resultados de lo que nosotros hacemos con las emociones, cómo actuamos en respuesta a las emociones. Ante la misma emoción cada uno puede aplicar diferentes sentimientos. Y en demasiadas ocasiones esos sentimientos no son nada naturales, sino que son respuestas inconscientes y descontroladas, o caducadas y ajenas, ante hechos que a veces no se manejan del modo adecuado.
Anular TODAS las emociones –cosa casi imposible-, vivir en una continua indolencia, y no dejarse conmover por los impulsos naturales, eliminan la parte emocional de la vida, convirtiendo ésta en un páramo reseco y sin pasión, en una línea plana en el corazón, en un ostracismo emocional. No es una buena idea.
Hay que arriesgarse a lo que pueda venir, a lo que nos pueda remover, y aceptarlo todo como parte de la vida. “Toda la vida es vida”, comprende una persona sabia. Hay que permitir que lo que suceda llegue adonde tenga que llegar y remueva lo que tenga que remover: esa es su misión y ese es su sentido, aunque no nos agrade a veces. Creo que no son gratuitos y si nos duelen es necesario averiguar por qué y para qué nos duelen. Si nos duelen, es una propuesta que tenemos que aceptar y experimentar, para aprender y salir reforzados después.
Decir NO a todo, y perderse con ello la ocasión de probar y comprobar, no parece ser una decisión acertada. Las emociones son para emocionarse. Los sentimientos sí requieren una revisión y un control, porque algunos se pueden convertir en perjudiciales e inútiles y nada provechosos.
Anularlos es complicado porque siempre reaccionamos de algún modo ante las emociones, y que exista esa reacción parece imposible de evitar, pero, en cambio, sí podemos estar lo suficientemente entrenados para que haya un relativo control, una senda por la que tienen que ir, una base con la que estemos de acuerdo, y que no sean explosivos, excesivos, del todo descontrolados y auto-agresivos.
Somos nuestras emociones y también somos nuestros sentimientos, así que conviene prestar atención al cuerpo y al espíritu, pero también a nosotros mismos, a quien se manifiesta, a cómo reaccionamos, y comprobar a menudo si realmente estamos siendo como queremos ser.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales