TRINA LEÉ DE HIDALGO
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POESÍA, no me poseas, te siento vibrar dentro de mi, llenando mis espacios, corriendo por mis venas, acelerando los latidos de mi corazón, preñando mi mente de palabras que corren a borbotones como la sangre, impulsando a mi mano a escribir hasta el cansancio. Y me voy elevando contigo, en esa complicidad nupcial en que los silencios no se rompen porque todo se da telepáticamente.
No hay complejos para decir todas las verdades que me van embargando. Sólo subo, me transporto, sublimizo, se corta la respiración, de pronto, se torna jadeante y llego al éxtasis. Después, surge un desmadejamiento en el cuerpo, quedo inerte, en perfecta armonía con lo que me sirvió de fuente de inspiración.
A veces, me plenas tanto, que no cabe el corazón en el pecho, se expande y siento que en cada suspiro, arroja rimas, versos, poemas, incrustados de sutiles y hermosos sentimientos. Poemas que me han poseido plenamente, los únicos que han recorrido completamente mi interioridad y me han producido deleites espirituales inenarrables. Eternos amantes que no me delatan y me llevan a viajes inimaginarios aceleradamente, mientras siento un vacío en el estómago.
A veces, me quedo a la orilla de ese vasto horizonte: pensando, observando, idealizando, buscando encontrar esa raya que separa al ser humano del infinito, quiero traspasarla y de pronto se rompe el hechizo, torno a la circundante realidad y quedo extenuada, meditabunda, pero feliz, aunque todo se quede en las suposiciones, en los encuentros definitivos que no se dan, en el tiempo que me queda por vivir, en la plenitud de lo realizado, en el ansia irónica de lo que no puede ser, en las culpas de actos inesperados que tal vez, le hicieron daños a otros, y que hoy se agitan entre la edad acumulada y la voz de la experiencia.
Poesía, nada soy sin ti!. eres el timón de mi travesía, el deleite que me abstrae y motiva la chispa que cubre mis horas solitarias. Hasta en el bullicio y la compañía, me conduces a tu isla para disfrutar del oasis a duo, sin testigos, aunque muchos ojos nos divisen. Eres invisible cuando llegas, sólo dejas tus estampas después de introducirme en la vorágine de tus sentimientos. Eres lava que hierve en el volcán de mi alma que sólo es un rompecabezas; por tu causa.
Por favor! no me dejes!, no puedo vivir sin ti igual que sin Dios, aunque no te comparo con EL, ambos forman parte de mi sublimidad. Son como el sonido de las campanas que me permiten experimentar que estoy viva, estallando por cada poro, en cada inspiración, en cada palabra muda.
Eres la ofrenda de cada día, igual que la oración que musito fervorosamente. Bailo a tu mismo ritmo, en los mismos compases hasta que mis pasos cansados y lentos te confiesen que ha callado mi voz y entonces ... sólo quedarán mis numerosas hemerotecas como fiel testigo de nuestra pasión.
TRINA LEÉ DE HIDALGO
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