Esta escrito

Estaba sentada en un monumento público, robándole un poco de su sombra al asfalto, los benditos calendarios daban cuenta del cambio de estación, aun cuando el sol ya había empezado a vaporizarme.

Yo, una animal de frio a estas alturas de la tarde se le empiezan a caer las lanas con el calor, hace un rato me arranque un puñado de cabellos con el peine.

Mientras daba bocanadas de pez en el aire, escuche la agitación de un cuerpo perseguido, con los ojos cerrados sentí que levantaba una brisita, se sentó junto a mí, con la mirada del condenado depositando en mi mano un pequeño trozo de papel periódico, un triangulo arrancado con líneas escritas en tinta azul, la letra parecía una cadena de hormigas, mientras me fijaba en los detalles, su presencia se había esfumado.

Sería el calor que ni siquiera tuve ganas de mirar hacia donde pudo haber ido, tal vez fue un espejismo, sonreía para mis adentros, seguía meditando sobre mis lanas.

Como a las seis el sol estaba paseando ya de poniente, me ha fascinado siempre ese estado de naranjas, mi abuela dijo, que eso era un augurio de que el día siguiente también vendrá a sofocarnos, mientras más naranja, mas calor; tome mi transporte a casa, en el trayecto recordé la mirada del condenado, se veía peor de lo que intuí al instante de recibir el mendrugo de papel.

Me distrajo el ir y venir de las masas en autos, las nuevas manchas en las paredes, algún nuevo anuncio, una serie de anuncios.

Baje y me dirigí a la tienda, contando las monedas en el bolsillo, compraría un helado, aunque sea tan difícil alcanzarme a uno, ese desconcierto en el ego, donde tantas veces invite a medio mundo a tomar helados, ya veré como me las arreglo después, antojos son antojos. El trabajo apenas pagaba el arriendo, si no fuese porque ahí dan de comer, lamería los ladrillos y volvería a las tisanas de hierbas, todo por culpa de las decisiones propias, así que aguanto de día y por las noches aprieto los lacrimales, por si las fugas.

Desprendí de mi las telas momificantes del día, fui a la ducha y estuve en remojo, no sé si un largo rato; es increíble como el tiempo se detiene en el baño. De nuevo recordé el papel, menudo papel, seguro es algo importante, debería serlo para que él haya tenido que poner esa cara.

Vestí el cuero de pijamas y rebusque en los bolsillos del pantalón usado que yacía tirado en media habitación, el papel con las horas empezó a punzarme de curiosidad, su textura, su color, la fecha de impresión, la tinta escrita, paranoias de soledad en la noche, al menos tendría que pensar en lugar de las historias fantásticas, tratando de que alguna se haga realidad y pueda experimentar la técnica de Tzantza con ese traidor. Una mala enemiga manifiesta sus deseos en sueños con los ojos abiertos, me conozco bien.

Costó mucho entender que decían las manchas azules, seguían pareciendo hormigas en procesión, había una frase que se leía clara, decía – ya está escrito -.

Hice una bolita con el papel, fumé algunas colillas y dormí en paz, como los muertos según las reglas del cementerio,

Desperté luego de esos espasmos que te hacen brincar con el corazón en la boca, con mi vida caótica, con olor a humo y detergente, el cenizo pálido que gobernó siempre mi expresión.

Pendejo, remordí los dientes; cuando busque la bolita de papel, se había leudado, había crecido unas cien veces su tamaño.

Cuando estiré aquella bola,la hoja estaba casi completa, esa era mi letra de hormigas, a veces me cuesta entenderla, mas bien memorizo al escribir, para evitar tener que desifrar.

Es el paso a paso de la metamorfósis, de cómo habría de cumplir el sueño de reducirle la cabeza, creo que se lo dejé como último agravio debajo de su almohada.

Debe creerlo entonces, por eso tenía aquella cara deformada, el proceso había comenzado.

Ya no lo voy a salvar, es verdad, siempre dijo que era una bruja cuando me enojaba, ahora me lo puedo creer…