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 La Posada de los Brujos. Capítulo 30.

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Jaime Olate
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La Posada de los Brujos. Capítulo 30. Empty
MensajeTema: La Posada de los Brujos. Capítulo 30.   La Posada de los Brujos. Capítulo 30. Icon_minitimeMar Feb 14, 2012 9:40 pm

Capítulo 30

Cuando el Dolor Hace Enloquecer.
La melodiosa voz de Gina, con matices de dolor, comenzó a relatar cómo ocurrieron los hechos cuando una noche iban los tres: Carlo y ella, que era una adolescente, viajaban en el automóvil conducido por don Marcelo Carusso.
“Carlo le pidió una considerable suma de dinero a mi padre, quien se encolerizó, pues mi primo le debía una enorme cantidad que le había prestado antes. Le gustaba jugar en los casinos y en los hipódromos; hacía fiestas que eran verdaderas bacanales, todo lo que terminó con la fortuna heredada de su padre.
La joven calló, movió su cabeza como tratando de recordar en detalle el drama de su vida; su mirada que varada en el suelo y continuó.
“El automóvil iba llegando a una zona de curvas peligrosas y Carlo, que estaba sentado atrás, golpeó a mi papá con un fierro que lo dejó inconsciente. El carro iba lento llegando al despeñadero; mi primo, transformado en un demonio, quiso golpearme también, pero me encogí en el piso y no pudo alcanzarme, pues estábamos al borde del precipicio y él debió poner a salvo su propia vida. Mi padre se recobró de su desmayo y en un acto desesperado me tomó y lanzó por sobre él; la puerta detrás de él había quedado abierta cuando saltó Carlo. Caí sobre unas piedras y golpeé mi cabeza contra una de las rocas; vine a saber de la realidad cuando habían transcurrido años y estaba siendo tratada por María, nuestra amiga araucana con su medicina natural. Ella logró entrar lentamente en mi mente confundida; estaba una noche en un ritual y esperábamos la salida de la luna llena en un campo del sur, con su poder hizo que me recuperara momentáneamente. Mientras estaba en plena ceremonia, donde debí sumirme en el agua de la pequeña laguna a la luz del plenilunio, al salir vi a Lucas con su rostro claramente iluminado; nunca lo olvidé, pero mi intelecto bajaba de pronto, seguramente porque no quería reconocer la maldad de mi primo. Sólo estos últimos días comencé a quedarme en la realidad hasta que esta noche al salir de la piscina recordé todo lo bueno y lo malo de mis años perdidos.
“Por consejos de mi médico tratante quien confiaba en que despertaría en cualquier momento, mis amadas tías me vestían con ropas de mayor talla, tratando de que quedara como una muchachita y no sintiera el choque emocional al verme bruscamente tan … tan desarrollada como sucedió con el tiempo.
Todos rieron ante su azoramiento, pues su escultural cuerpo, todavía vestido con una ajustada bata de levantarse, no era de una niña precisamente.
—Ah, olvidaba el asunto de los anteojos… —la voz de la señorita Matilda intervino.—. Notamos que el golpe en su cabeza provocó un problema ocular, pues no veía bien, se le prescribió lentes y por motivos que desconocemos, nuestra muchachita quiso ocultarse detrás de anteojos de marcos muy gruesos. Curiosamente con el tiempo comenzó a normalizar su visión, pero quiso seguir usando su “máscara” con cristales normales… quizás para que el demonio que la asustó tanto no la reconociera, según las palabras del psiquiatra que la atendía.
La llegada del Fiscal y de los detectives los interrumpió; los profesionales cumplieron cabalmente su trabajo y la luz del sol los sorprendió sin haber podido dormir. Declaraciones, fotografías del sitio del suceso y preguntas terminaron por ese día a media mañana. La pregunta que nunca tendría respuesta ¿Mató Carlo a su propio padre? Sólo la auditoría podría dejar en claro los movimientos oscuros en la documentación de la empresa de la que se habría apoderado en forma ilegal.
Sergio se aproximó a la feliz pareja que dormitaba en el mismo sofá; ella tenía una sonrisa en sus hermosos labios, pero el sentido de guerrero de Lucas lo hizo abrir sus ojos. Como viera que su amigo quería hablar con él, depositó suavemente a Gina que se quedó totalmente dormida; la aventura nocturna había sido muy fuerte y en la casona al parecer todos descansaban.
—Compadre Lucas —la voz susurrante del muchacho obligo al exdetective a escuchar con atención—, ahora que todo está claro y que eres feliz con la sorprendente Gina, creo que no nos veremos como antes…
— ¡Chechito, no digas tonterías! Es ahora cuando necesito más de tu amistad y confianza; quiero que te quedes a cargo de la exposición de pintura que dura unos días más. Te dejaré un poder notarial para que manejes los dineros a discreción; total ya eres mayor de edad y no te olvides que deberás continuar tus estudios de periodismo en la universidad.
Se abrazaron con cariño y Sergio le dejó pasar el sobrenombre de “Chechito” que tanto le molestaba; comprendió la broma de su “hermano mayor”.
—Gina y yo, seguramente las tías también, en un par de semanas o más queremos viajar al sur a hospedarnos en la casa de tu tío Pancho. Claro, una vez que las autoridades judiciales lo permitan, queremos visitar con María, su esposo José y todos los que quieran acompañarnos, incluida tu bella persona, hermanito, la Posada de los Brujos, si es que no te da julepe.
Nuevas risas de ambos amigos.
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