Jaime Olate Escritor activo
Cantidad de envíos : 2341 Fecha de nacimiento : 17/01/1941 Edad : 83 Localización : Santiago de Chile Fecha de inscripción : 01/08/2008
RECONOCIMIENTOS Mención: -Escritor con textos DESTACADOS Mención: Lobo ,El Detective. Texto EXCEPCIONAL Premios: 1ºLugar Concurso "Ecología" parte Textos, Octubre de 2010
| Tema: La Posada de los Brujos. Capítulo 1. Dom Ene 29, 2012 6:43 pm | |
| Hola amigas y amigos de Letras y Algo Más, después de haber revisado esta novela con más tranquilidad, le he quitado “las moscas” y errores que, dentro de mis conocimientos o desconocimientos si lo prefieren, se escaparon de mi tremenda agudeza, ¡Ja!, visual cuando se publicó por primera vez. Claro, seguramente un corrector de editorial como son varios de ustedes, igual va a encontrar otras fallas que son invisibles para mí, permitiéndome llegar a la anhelada superación. Aprovecho la ocasión para reiterar mis agradecimientos a todos quienes me ayudaron al nacimiento de esta criatura, en especial a mis queridas amigas Cynthia y Etelsaga, quienes, con infinita paciencia, estuvieron conmigo en la oportunidad que más las necesitaba. Los 30 capítulos los enviaré diariamente, como una manera de hacer más fácil su lectura.
LA POSADA DE LOS BRUJOS.
Capítulo 1.
Artista y Atleta. El diáfano cielo azul mostraba una pequeña nube blanca que viajaba flojamente; una bandada de bulliciosos pájaros cruzó hasta perderse en la lejanía, donde se alcanzaba a ver los blancos picachos de la Cordillera de los Andes, la nieve se negaba a desaparecer en esa caluroso atardecer de inicios del mes de enero, verano en el hemisferio sur. El paisaje era una copia feliz del Edén: árboles y más árboles, nativos y enormes plantaciones de extranjeros pinos y eucaliptus; en lontananza se alcanzaba a divisar un lago tan azul como el cielo. Cerca, a pocos metros, en un pequeño río, las aguas corrían gozosas sobre piedras multicolores; un corto puente sólido de concreto armado, rompía el encanto de un lugar lejano de toda civilización. Otra nota discordante la constituía una antena satelital y cables que llevaban energía eléctrica a la enorme casa patronal desde el riachuelo, más bien de un generador, cuyas aspas eran movidas por la fuerza del agua. Frente a la casona, en el borde un bosque originario, un par de jóvenes parecían entretenidos; cerca de ellos un atril con una tela que parecía abandonado. El más joven se movía como un felino, acariciando el aire y giraba cual si fuera a atrapar una mosca; parecía danzar con cierto gracejo. Repentinamente se detuvo y miró al otro, unos diez años mayor, con un atractivo rostro enmarcado en una cabellera larga y negra tomada en forma de coleta; completaba el juego de pelos sus bigotes y una pequeña y bien dibujada barbita. Alto, aproximado a 1,85, delgado, cercano a los treinta años, contemplaba con una chispa irónica a su amigo, más bajo que él. — ¡Ya, poh, Lucas, deja de burlarte! —suplicó Sergio González, el muchacho, o “Chechito”, mote que tanto le molestaba—. Crees que sólo tú puedes practicar artes marciales y ser artista al mismo tiempo. Lucas no respondió a su quejumbroso amigo, simplemente alzó una mano, instándolo a seguir con los ejercicios, pero el chico, molesto, abandonó y se dirigió a una rústica mesa; tomó varios cuchillos que comenzó a lanzar contra una tarima de madera afirmada en un árbol a pocos metros. Clavó cuatro y falló dos, levantando las manos agachó su cabeza. — ¡Me rindo! — arrastrando los pies se aproximó a Lucas, mostrando una exagerada derrota. Fue abrazado por su amigo y ambos estallaron en francas carcajadas, mientras imitaban una danza. — ¡Mira, tremenda gracia que un chico como yo trate de ganar a un Matusalén que lleva años con estas prácticas! Me llevai harto kilometraje de ventaja. —La experiencia, mi viejo, la experiencia —sonó profunda la voz de Lucas De los Ríos, quien comenzó a sacarse a la camisa y los zapatos, dejando al descubierto su cuerpo musculoso, bien trabajado en duro entrenamiento. Tomó la posición clásica de un karateca, dando comienzo a una serie de movimientos armoniosos, precisos y rápidos, para terminar en frente del muchacho, juntó las manos y lo saludó. Checho se limitó a hacerle un gesto displicente, mientras él sacó los cuchillos de lanzar, tomó la distancia necesaria dando la espalda a la tarima; volteó con rapidez al tiempo que arrojó una tras otra las seis armas blancas que se clavaron muy juntas. Al oír los entusiastas aplausos de Checho y sus gritos de aprobación, hizo una teatral inclinación, agradeciendo las felicitaciones. Con pasos elásticos, fue y tomó su camisa. —Lo siento Sergio, por hoy dejemos los ejercicios, quiero terminar o mejor dicho, tratar de terminar mi última pintura. Se aproximó al atril que mostraba el bello paisaje circundante; meneó desaprobadoramente su cabeza y en un gesto maquinal, se rascó suavemente su barbita. — No, no me puede gustar…, creo que estoy perdiendo la inspiración —miró al límpido cielo y vio que otra nubecilla blanca viajera volaba rumbo a la cordillera—. Es necesario terminar un cuadro más, si no… no hay exposición. Nunca pensé que me faltaría una pintura para el próximo mes…, hasta tengo arrendada la sala de exposición en Santiago. —Pero, compadre, un cuadro más o uno menos, nadie lo notará. —Pero yo sí —replicó el pintor y acto seguido hizo una enorme X en el paisaje; ante la cara de estupor del muchacho, lo miró con cara de culpa—. Perdona, amigo…, esto no sirve… necesito inspiración. El sol ya iba a retirarse a su dormitorio detrás de la Cordillera de la Costa, la naturaleza pareció revivir con el frescor de una suave brisa que movía las ramas de los frondosos árboles y el clásico bullicio de las avecillas, entremezclado con mugidos despertó de sus preocupaciones a los dos, recogieron la tela y se dirigieron a la casa, pasando por el puente. En la puerta estaba esperándoles doña María Rosa, la gorda campesina tía de Sergio, en cuya casa estaban pasando tan deliciosas vacaciones. —Ya, puh, niños, a comer que se hace tarde… y usté, don Lucas ¡Tan flaquito que está, por Dios! —Checho hizo una mueca burlona que ella no vio y dijo en voz baja a su compañero: —No le hagai caso, pa’ mi tía María todo el que no es gordo como ella, se está muriendo de hambre. —Gracias doña María; tiene razón, hay que comer para ver qué hacemos mañana.
(Continuará: “¿Crees en Brujerías?”). | |
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sgrassimeli Escritor activo
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RECONOCIMIENTOS Mención: POEMA EXCEPCIONAL: CUANDO ME NOMBRAS- a la excelencia en sus comentarios Mención: - por sus Aportes a Letras y Algo Más Premios: 2º Lugar Concursos Letras y Algo Más
| Tema: Re: La Posada de los Brujos. Capítulo 1. Mar Ene 31, 2012 10:45 am | |
| Excelente narrativa. Fluye la lectura. Me es sumamente grato volver a recorrer este rincón del portal para descubrir esta posada. Lo seguiré de a poco (y que las hay, las hay o debemos decir "habemos"). Gracias por compartirla. | |
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