La había olvidado hace mucho tiempo, y ese día rebuscando entre sus cosas la encontró. Era una imagen decolorada de lo que habían sido tiempos mejores, esos a los que uno quiere volver para quedarse ahí la eternidad. Tal vez, por eso mismo la había olvidado. Para no sufrir por aquello que ya no podía tener.
Decidió que era hora de aceptar el pasado y abrazar el presente, así que la tomo entre sus manos y de un soplido le removió la capa de polvo que la cubría. No sabia donde ponerla, no estaba acostumbrado a tener fotos en su hogar, siempre le había rehuido a las imágenes de otros tiempos y mucho menos le gustaba que estas lo observaran inmunes desde la pared. Pero hoy se sentía diferente.
Busco un buen lugar sobre la repisa de la chimenea, la cual estaba llena de polvo (como prácticamente todo en la casa) y la apoyo ahí. Pero luego le dio la sensación de no estarla tratando como se merecía, así que decidió ir a comprar un porta retrato.
En la tienda lo marearon con las opciones y tamaños, nunca hubiera pensado que conseguir un objeto tan simple pudiera resultar tan complicado. Los había en todos lo tamaños, formas, colores y materiales que se pudiera imaginar. Pero al final se decidió por algo simple, un marco sencillo de madera color roble.
Volvió a su hogar despotricando por el tiempo perdido. Aun así tomo la foto con cuidado y la coloco en el marco. Luego la volvió a colocar sobre la repisa. La observo durante un rato, mirando la imagen con infinita tristeza en los ojos. Habían sido tiempos de inmensa alegría. Ella había sido una compañera fiel y amorosa. Pero hacia demasiado tiempo que la vida se la había arrebatado.
Se sentó en un sillón descolorido por los años, tanto como lo estaba el, y por un momento se imagino que las cosas fueran al revés. Que la foto fuera la realidad y el sentado en ese sillón fuera la fotografía. Pero enseguida desistió de la idea ya que quien en su sano juicio tendría sobre su chimenea una foto de él y un sofá desvencijado. Nadie.
Le dieron ganas de llorar por lo triste de su propia situación y por lo injusto de la vida. Miro otra vez la fotografía. Ella estaba esplendida, con un vestido de raso verde que le moldeaba la figura de una forma exquisita, ambos estaban abrazados, el brazo de el apoyado delicadamente en la cintura de ella. Recordó aquel día. Ella le había horneado temprano un riquísimo pastel de fresas. El olor inundaba toda la casa, el había llegado cansado del trabajo pero deseando verla.
Respiro hondo, incluso ahora le parecía sentir el olor a pastel. Cerró los ojos y siguió recordando. En cuanto había entrado a su casa, ella lo había recibido con un beso en la mejilla y lo había mandado a sentarse frente a la chimenea a descansar y leer el periódico. En aquellos tiempos la sala de estar era muy diferente al presente, no estaba tan sucia ni enmohecida como ahora, y los muebles estaban encerados y pulidos. Se podía sentir el olor a madera al entrar en ella, era un olor familiar que se mezclaba con los aromas exquisitos que siempre venían de la cocina, en pocas palabras era un verdadero hogar.
Luego le había traído un trozo del delicioso pastel. Incluso ahora le parecía poder saborearlo, sentir su textura en la boca. Obviamente su mente le estaba jugando una mala pasada, ya sabia él que se iba a terminar volviendo loco.
- Vamos, comételo rápido, tenemos que ir a sacarnos la foto, ¿Lo recuerdas?
Se quedo congelado. Era la voz de su mujer, tan dulce y clara como aquel día. No quiso abrir los ojos por miedo que la alucinación terminara ahí.
- Amor, ¿te sientes bien?
Sintió su mano sobre su hombro, y el deseo de verla le gano a la razón. Y ahí estaba ella, hermosa y radiante con su vestido verde. No pudo evitar mirar hacia la repisa.
Allí se encontraba en un marco de madera color caoba la foto de un anciano dormitando sobre un sofá desvencijado.
- Todo esta bien querida- le respondió, pero dejemos eso para otro día, prefiero quedarme conversando aquí contigo.