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 La Posada de los Brujos. Capítulo 3.

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Jaime Olate
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Jaime Olate


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MensajeTema: La Posada de los Brujos. Capítulo 3.   La Posada de los Brujos. Capítulo 3. Icon_minitimeLun Ene 30, 2012 11:14 pm

Capítulo 3

El Nacimiento de Venus.
Caminaban en silencio por un estrecho sendero, teniendo al frente la nevada cordillera; las últimas luces del día se iban rápidamente y ya les costaba caminar en la penumbra. Desde un pequeño monte a los lejos vieron el débil reflejo de una laguna.
— ¿Y por dónde llegaremos a la famosa Posada?
—Por allá, compadre, detrás de los árboles —Checho se detuvo—. Viejito, hasta aquí llego yo.
— ¿Qué cosa? ¿Tienes miedo?
—Mira, para serte franco, “Luquitas” amigo… tengo mucho julepe. Anda solo, te esperaré aquí… ¡Juro que no me moveré hasta que regreses! …¡Si es que regresas!
Lucas, divertido, lo miró se encogió de hombros y continuó, ahora solitario; con algunos tropezones, tardó unos quince minutos en llegar al charco, la oscuridad le impedía ver la casa o posada. Miró a las grandes montañas y vio con agrado que la luna llena inició su majestuosa aparición, hermosa, refulgente.
Su corazón latió más rápido, pues desde su ubicación vio que la diosa Selene comenzó a reflejarse en el agua. Escuchaba el ¡tam tam! de su pecho un poco agitado por el esfuerzo al transitar por el agreste camino, pero también oyó una especie de barritar de elefante al compás de su corazón. Una fogata recién encendida comenzó a iluminar con danzantes llamas su derredor, hasta transformarse en una enorme hoguera que le permitió ver asombrado una antigua casa de dos pisos a unos veinte metros del agua. Tenía razón don Pancho, se veía enrojecida, con un raro brillo que parecía estar incendiándose; sus dos grandes ventanas eran enormes ojos que malignamente lo espiaban.
El sonido, que ahora reconoció como la trutuca, un instrumento musical mapuche de madera largo y ahuecado que era soplado por un gigantesco hombre, daba ese sonido tan especial, acompasado y con ciertas notas; junto a él, una mujer araucana tocaba un pequeño tambor el tam tam similar al latido de su pecho. Era una machi con su cultrún, otro instrumento musical nativo. Entonaba en su idioma una canción extraña de cuya melodía no podía abstraerse. La chamán cantaba y miraba nuestro satélite natural y luego la pequeña laguna, en una ceremonia indudablemente mágica y ancestral.
Desde el pequeño montículo en que se había ocultado detrás de los matorrales, el pintor no perdía detalles de tan singular visión. Su atención se centró en un chapoteo en las aguas iluminadas por el fuego y por el brillante astro nocturno; logró divisar un objeto, ave o animal que estaba asomándose entre las ondas acuáticas.
Su asombro fue creciendo lo mismo que la figura en el agua y las ondulaciones que destruyeron en mil pedazos el reflejo de la luna. No acertaba a adivinar qué era esa cosa, pero en pocos segundos surgió majestuosa y fantasmal una mujer. ¿Una sirena? No, era una mujer completamente desnuda que caminaba hacia la indígena, pero su rostro no se veía, tapado por su largo cabello. Era como una sonámbula que salía del agua; la luz de la llamarada le permitió ver el par de pechos más hermosos, grandes, erguidos y voluptuosos que ninguna de sus modelos tuvo jamás.
Estaba paralizado de estupor, pensó que soñaba, cuando la náyade salió completamente, la luz de la luna iluminaba la espalda y vio sus preciosas nalgas y piernas. La bella aparición tenía una extraña mezcla de rojo oscuro por delante, con las llamas que danzaban en la hoguera y por detrás era blanca como la luz del plenilunio.
Mientras ella se aproximaba a la machi, el joven estaba tan sorprendido por la belleza de la mujer en todo el esplendor de su desnudez, en medio del tam tam del pequeño tambor, los bufidos de la trutuca y el canto primitivo, que involuntariamente dio un paso para ver mejor y quebró una rama seca que sonó como un balazo. La música se detuvo y, tanto la Venus de Botticelli como los dos araucanos escrutaron la oscuridad que protegía a Lucas; la maciza mujer se apresuró a cubrir a la beldad con una gran toalla.
La oscura figura del Hércules nativo, armado con un garrote, se acercaba lentamente al lugar donde estaba el joven artista, pero la voz de la chamán lo detuvo:
— ¡No debiste estar en este lugar sagrado! —su potente voz hizo ecos en los cerros circundantes—. Ya no podrás dormir tranquilo… ¡No podrás vivir en paz por lo que acabas de ver!
Los tres se dirigieron a la casa, pero se adentraron por un costado en la oscura y cercana espesura hasta perderse de vista.
Lucas se encontraba tan perplejo y se preguntaba si estaba soñando con el embrujo de ese insólito lugar; tal vez fue víctima de la luz de esa luna llena que continuaba su transitar por el cielo estrellado, quizá la historia que contó el tío Pancho lo había impresionado demasiado. Sentado en el pasto miraba las llamas de la hoguera, el rojo del frontis de la tenebrosa casona, para luego volverse hacia la luna reflejada en el agua.
Poco a poco recuperó la calma, dándose cuenta recién que su corazón latía con fuerza; una leve y fresca brisa terminó por despertarlo de su estado de embrujo para escuchar los ruidos de la noche, oía como un cuchicheo los pequeños seres nocturnos que se le antojaron estaban contando la visión que el destino le hizo ver. Nunca había oído hablar sobre esa mágica escena que acababa de presenciar, el ritual de una bruja y una bella ninfa que no podría olvidar.
Comenzó su caminata de regreso, al principio a tranco lento, después se apresuró y llegó al trote al lugar donde Sergio lo esperaba.
—Vaya, al fin se dignó a regresar el caballero— protestó el muchacho. La luz nocturna mostró a Lucas con su respirar agitado—. ¡Eh! ¿Qué le pasa, compadre? Estás como si hubieras visto al diantre.
Tomó a su amigo de un hombro, mientras lo examinaba y se dio cuenta que algo extraordinario había visto. Con suavidad lo empujó de vuelta a casa, el silencio entre ambos mostró la gran calidad de amigos que eran; sin embargo, Lucas lo detuvo y le rogó que guardara el secreto de la extraña aventura que relató en breves palabras.
Ahora había traspasado el asombro a su querido amigo, quien lo miraba incrédulo, con la boca abierta. Convencido de la veracidad de tan singular suceso, pues conocía a su compañero incapaz de mentir, se rascó la cabeza y asintió. Luego levantó su mano derecha, tratando de hacerse el gracioso hizo un juramento.
— ¡Qué me caiga muerto si hablo de esto! —al escucharse a sí mismo, sintió un escalofrío, sacudiendo cómicamente su cuerpo.



(Continuará: “La Magia de la Luna”)


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sgrassimeli
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MensajeTema: Re: La Posada de los Brujos. Capítulo 3.   La Posada de los Brujos. Capítulo 3. Icon_minitimeMar Feb 21, 2012 10:59 am

Excelente narrativa. Buenos recursos (especialmente me gustó la imágen de la casona con las ventanas como ojos). El lenguaje permite la lectura fluída. Atrapa y ese final está escrito de manera que el lector pueda sentir ese escalofrío de la incertidumbre. Muy bueno!
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