*Antecedentes*
Las memorias de Salitrea: Primera Parte
https://letrasyalgomas.foroes.org/textos-literarios-cientificosperiodisticos-etc-f6/las-memorias-de-salitrea-primera-parte-t1895.htmLas memorias de Salitrea: Segunda Parte
https://letrasyalgomas.foroes.org/textos-literarios-cientificosperiodisticos-etc-f6/las-memorias-de-salitrea-segunda-parte-t1960.htmV - Los portales de la realidad
Lentamente, el ascensor se fue deteniendo mientras la luz rojiza se apagaba. Las compuertas se abrieron, dejándome sumida en la oscuridad. Encendí la linterna y observé a mi alrededor; mesas de comedor, tenedores, cuchillos… Debía estar en un comedor. Ante mí se hallaban dos puertas con una placa que rezaba:
“Aquí se hallan los condenados por la gracia de Dios. Que ardan en su propio infierno para siempre.”
Temerosa, abrí la puerta y entré en un largo pasillo, con celdas a los lados. Todas estaban ocupadas por personas totalmente dementes, y en cada una se hallaba el nombre del individuo. Jeremy Kyle, Kofi Kingston, Mike Garland. Entré en la celda y encontré a mi primo, sumido en sus propias pesadillas. En las paredes colgaban las fotos de algunos miembros de su familia, un perro, una mujer desconocida y un cura.
Ahora recordaba el motivo de mi viaje, la muerte de mi hermana, su prima, a manos de él... Salió por las noticias nacionales; Mike Garland había asesinado a sus padres, sus hermanos y las personas cercanas a él. Me dirigía hacia Salitrea, al funeral de mi hermana, cuando un camión me embistió… y morí. Pero luego ocurrió esto y ahora he vuelto al principio. Un cuchillo descansaba tentadoramente sobre su cuerpo. Mike…
Salí de la celda y huí de mi primo, inundada por recuerdos amargos. El pasillo nunca acababa, los gritos tampoco. Pronto me perdí en mi propia mente y me desmayé.
Abrí los ojos y observé el principio del infierno; el parque de atracciones. Todo se encontraba en el mismo lugar, los conejos sangrantes, el tiovivo oxidado, las farolas… Empuñé la “Black Rose” y avancé por las máquinas de feria. Ningún monstruo se hallaba cerca, buena señal. Mi camino me llevó a un hotel. Un jardín oscurecido por la suciedad conducía a una entrada cubierta de sangre. El vestíbulo era normal, pese a unas escaleras que llevaban al segundo piso, en las que estaba escrito:
“43, 56, 48, 58”
Subí por ellas y accedí a un pasillo lleno de puertas. Parecían ser habitaciones, pero me llevé una sorpresa al abrir la primera puerta a mi derecha y descubrir otro pasillo. Así continuamente. Cada vez que abría una puerta, entraba a otro pasillo, sucesivamente. Me tranquilicé y pensé. Todos los pasipllos parecían iguales, y tenían números grabados en las puertas; 40, 41, 42, 43… Entré en ella y seguí las instrucciones de las escaleras hasta llegar a una habitación. No había nada sugerente a la vista, así que me asomé al balcón y observé el extraño paisaje.
Un gran bosque se extendía a mis pies, en cuyo final se encontraba un gran lago. Entre los árboles descansaba un bebé de aproximadamente tres años, con su madre. Su cabeza bailaba al vaivén del abrazo de Claudia, con una gran sonrisa en la cara. Me di cuenta de que ese bebe era yo. Se sorprendió al verse a sí misma, tan pequeña. Entonces, un gran aguacero cayó sobre ellas. Claudia tuvo que internarse en el bosque, conmigo en los brazos.
Al retornar a la habitación, encontré a una invitado inesperado; mi padre, Harry.
-¿Papá?
Harry, perdido en sus propios pensamientos, observaba la puerta. Me sostenía en sus brazos. Algunos gritos se oían en la lejanía.
-Tranquila, yo te salvaré de esa arpía, nadie nos podrá separar. –susurró.
Ahora recordaba. Claudia y Harry tuvieron una larga discusión y Claudia casi me mata. Desde entonces, no se habían visto, al menos en mi presencia. ¿Por qué viene ahora a reclamarme? ¿Qué quiere de mí?
La oscuridad me envolvió y aparecí ante un gran edificio.
“Manicomio Helen McGrady”
¿Qué hago aquí? Confusa, entré en el edificio, a un vestíbulo silenciado por la soledad. En medio de éste descansaba una pila de papeles. Les di un repaso y observé la larga lista de pacientes que se hallaban en el manicomio. Parecía que toda la ciudad se había vuelto loca… Logré encontrar un dato de interés:
“Claudia Wolf, mujer, 37 años, psicótica de 2º grado, habitación nº 25.”
Rapidamente, me dirije a la habitación, tras ser atacada por una gran oleada de monstruos que recordaban, tristemente, a enfermos mentales. Uno en particular parecía una persona, con un aparato oxidado en la boca. Me pregunto de dónde habría salido… Llegué a mi destino con solo dos cargadores de escopeta y tres de pistola. Debía ahorrar munición a partir de ahora.
Accedí a la habitación de Claudia y hallé una escena aterradora; se encontraba en una esquina, con una camisa de fuerza, ojeras, el pelo alborotado y una estrella grabada en sangre en la frente. La estrella de Samael.
-¡Os maldigo a todos hijos de perra! Un día saldré de aquí y conseguiré revivir el paraíso eterno, ¡nadie lo impedirá! Volveré con mi hija, ya veréis…
Entonces sus ojos se cerraron y cayó para siempre… Estaba muerta. Después de estas revelaciones, no quería sufrir más. Lentamente, volví a caer en el manto de Salitrea, esta vez inconsciente.
Me desperté, esta vez en un tiovivo. Los caballos se encontraban sucios y destrozados, el suelo roto en algunos sitios. Pero se movía. Daba vueltas al son de una música extraña, que se antojaba lejana, recuerdos de mi infancia olvidada volvían a mi mente. Cuando era más joven, solía ser muy reservada y trataba mal a las personas cercanas a mí. Se podía decir que me había separado de aquella extraña Lisa hace siete años… Pero inevitablemente, tenía que volver. Recordé aquella vez en que hablé con Samael; se manifestaba en la parte oscura de mi alma, un alma despiadada y malvada.
Unos tacones resonaron detrás de mí y, al girarme, observé de nuevo aquella figura. El pelo canoso y largo, la piel pálida y maltratada, los ojos grises que delataban su verdadera personalidad.
-¿Por qué me traes de nuevo? ¿No era suficiente entregarte toda una ciudad llena de personas?
-No soy quien tú crees…
-Entonces, ¿quién eres?
-Soy tú, tus sentimientos oscuros, creo que ya lo sabías… Pero te lo niegas a ti misma. Soy la venganza, soy el odio, soy la maldad que habita en tu interior. Abrázame, juntas venceremos a la que dice ser tu madre y vengaremos a Harry.
-Eso no es lo correcto, tenemos que llevar a Claudia de nuevo a un manicomio, lejos de esta ciudad maldita.
-Pero eso no es lo que tú quieres, ¿verdad?
-No, en realidad… Deseo matarla. Quiero verla sufrir por haberme arrebatado a mi padre, pero al fin y al cabo, sigue siendo mi madre. No puedo hacerle eso.
-¿Eso es lo que pretendes hacer? ¿Te crees una santa? Todo el mundo se deja llevar por mí, y tú no eres una excepción.
Empuñó un cuchillo, decidida a atacarme. Saqué la escopeta y le reventé la cabeza de un disparo. Me sorprendió con qué frialdad lo hice. Aterrada por mi acción, me alejé del cadáver sangrante e intenté salir del tiovivo. Se había detenido en la entrada de una iglesia, oscura y siniestra. Un rayo rompió el silencio que gobernaba el lugar.
-Voy a por tí, Claudia.
VI - El sacrificio
El interior de la iglesia era sumamente tétrico; las paredes, de tonos oscuros, estaban cubiertas de vidrieras que representaban demonios. A mi alrededor había varios bancos, y delante de mí, se erguía un gran altar. Una persona se hallaba postrada ante él, rezando en silencio. Di un paso y se volvió. Era Claudia.
-Te estaba esperando, hija mía. Al fin has regresado a mí.
-Claudia… ¿Qué eres?
-¿Yo? Soy tu madre, he vuelto a este mundo para vengarme de todo lo malo, crear un paraíso eterno, libre de la maldad humana.
-No, no es lo que quieres. Algo te ha pasado, ¿es Samael quien te controla?
-Samael es mi dios, Lisa, le debo todo a él. Es quien me ayuda, y quien te controla a ti.
-Pero… ¿Por qué todo esto? ¿Qué quiere de mí? Yo… soy una simple mortal, soy una persona normal como las demás.
-No es cuestión de que tú seas la elegida, sino yo. A través de mí, su poder puede llegar fuera de esta dimensión paralela, ajena a tu mundo. Por eso su influencia llegó hasta tu casa, pero costó mucho… Hizo falta siete años para conseguirlo.
-¿Y qué vas a hacer ahora? ¿Matarme? No puedes, en esta ciudad no.
La conversación se estaba alejando de los límites de la cordura. Claudia había perdido completamente el juicio.
-No, para qué querría matarte, hija. Lo que quiero es que me ayudes a salvar al mundo del caos. Juntas podremos lograrlo.
-¿Cómo?
-Extendiendo el reino de Samael. Los pecadores vivirán una tortura eterna, encerrados en su propia mente para la eternidad. Solo habrá vida para los santos, que crearán un mundo de justicia y de fe inquebrantable.
-No, eso es condenarnos a todos. Si nos entregamos a Samael, todos caeremos bajo su poder oscuro… Y sufriremos para siempre.
-No, sufrir no, vivir libres. ¿O es que crees que nosotras dos no nos vamos a salvar? Samael nos ha reservado un paraíso especial, donde estaremos tú y yo, solas, disfrutando de la vida.
-Eso es lo que tú crees –dijo una voz.
Jameson apareció por detrás de mí, con un cuchillo en la mano. Acto seguido, se abalanzó sobre mí y me sujetó el cuello, con el arma peligrosamente cerca.
-Yo sé cómo detenerte, Claudia. Sacaré a Lisa de esta dimensión y te dejaré aquí atrapada para la eternidad.
-¡No puedes, Jameson! Samael no te dejará salir. Vas a pagarlo muy caro, no la alejes de mí…
-Demasiado tarde.
El cuchillo trazó un semicírculo y me degolló. Caí en mi propio charco de sangre, mientras Claudia gritaba de rabia.
-¡No lo estropees! Tarde o temprano la encontraré, ¡lo juro!
Sacó una pistola y apuntó a su cabeza. La bala salió despedida del arma, mientras mis ojos se cerraban.
*****
Renací en una habitación completamente oscura. Lo primero que hice fue encender la linterna y llevarme una desagradable sorpresa.
Me hallaba en una celda, aprisionada, como todos los demás habitantes de Salitrea. Enfrente de mí se hallaba Gray.
-¿Lisa? –preguntó confundido.
-¡Gray! ¡No deberías haber entrado! –grité mientras me aferraba a los barrotes.
-Tranquila, descubriremos una manera de salir de aquí.
-Rápido, Claudia debe estar buscándome.
De repente, un ruido escalofriante comenzó a sonar por todo el pasillo. Intenté identificar el sonido con profundo terror. A la izquierda, cada vez más cerca. Metal. Gray se quedó pálido al ver la figura que acababa de entrar. Me asomé y ahogué un grito.
Un gran hombre cubierto de harapos se acercaba lentamente. Portaba en su mano derecha un hacha del tamaño de un león, y llevaba un casco de gladiador en la cabeza. Gray y yo nos miramos, temiendo que fuese la última vez que nos viéramos. El hombre se paró ante mi celda y, con horror, vi cómo abría la puerta y me cogía del cuello. Me arrastró por un pasillo interminable, acompañado de los gritos atronadores de Gray.
-¡Lisa! ¡No! ¡Voy a por ti! ¡No te mueras!
Un golpe rotundo me dejó inconsciente.
*****
Desperté atada con cadenas de hierro a una cruz, enfrente de Claudia y mi yo oscura… Las dos me observaban, atentas.
-Bueno Lisa, como veo que no quieres cooperar conmigo, tendré que obligarte a hacerlo.
-¿Cómo piensas hacerlo? –pregunté asustada.
-Muy fácil, Layla…
Mi yo oscura, Layla, accionó una palanca y una trampilla se abrió en el techo, dejando caer un fino velo de lino. Unas imágenes se proyectaron en él. Se veía a Gray, inconsciente, sufriendo en pesadillas.
-Como ves, tu querido Gray está atrapado en su infierno particular… Nosotras podemos hacer que no sea eterno.
La duda se plantó en mi corazón y tuve que tomar la decisión más importante de toda mi vida. Puedo traicionar mis principios y dejar mi alma a merced de Samael, para que Gray pueda vivir en paz, pero sé que nunca me perdonará. Por otra parte, si no accedo, sufrirá para siempre, y encontrarán otra manera de utilizarme.
Tomé la decisión con frialdad.
-Estoy bajo tus órdenes.
-Muy bien Lisa, lo único que tienes que hacer para nosotras es asesinar a las personas indicadas, para poder liberar al alma en pena de tu amigo. Tu primera víctima es…
Layla accionó otra palanca y de la trampilla surgió un cuerpo ensangrentado y maltratado, atado cruelmente con las mismas cadenas que me tenían presa.
-Acaba con su vida.
Layla me desató y entregó un cuchillo ornado, con grabados satánicos en la empuñadura. Observé el rostro atemorizado del preso, con suma atención. Volví a tomar una decisión. Clavé el cuchillo en el corazón de Jameson, que desfalleció a los pocos segundos.
Todo por Gray.
Epílogo - Los 24 sacramentos
Claudia y yo descansabamos en lo alto de la colina en frente de Salitrea, mientras observábamos cómoun portal se abría ante nosotras. Un universo más puro y real se hallaba al otro lado.
Claudia me había explicado cómo podía salvar a Gray; sería difícil y muy, muy doloroso, pero tendría que hacerlo.
-Debes asesinar a los supervivientes de Salitrea -dijo en aquel entonces, cuando todavía sostenía el cuchillo ensangrentado por el alma de Jameson -Debían de estar en la ciudad en ese momento, pero de alguna manera, lograron escapar. En total son veinticuatro; aquí tienes todos sus datos y sus ubicaciones. Cuando hayas asesinado a todos, vuelve a mí y seremos libres... junto a Gray -añadió presurosa.
Observé de nuevo el portal y respiré hondo. La última batalla y la última misión y podría vivir en paz, al fin. Crucé al mundo de los mortales.