Caminando el Mundo (Relato) Fue real

Cuando me dijeron que el viaje para cubrir la actividad del presidente era a China no lo podía creer. Al fin se cumpliría un sueño que tenía desde niño y que jamás pensé que podía realizar.
Ese viaje a Oriente era mucho más de lo que un reportero grafico podía esperar, teniendo en cuenta lo jugoso que es desde la óptica de un fotógrafo ávido de experiencias nuevas y exóticas.
Y así fue que volando en el Tango 01 presidencial, viajé hasta el otro extremo del mundo.

Muchas fueron las sensaciones que se despertaron en aquel inmenso y súper poblado país y su cultura milenaria sin embargo, el objeto de este escrito no es dar detalles del viaje sino de contar un episodio que viví.

A raíz de la diferencia horaria que existe entre ambos países dormía apenas tres horas. Durante el día cubría la actividad del Presidente que se extendía desde el desayuno muy temprano hasta la cena, luego en el hotel, revelaba las fotografías y las mandaba vía telefotos a Buenos Aires para que se distribuyan mediante la Dirección de Prensa de la Presidencia de la Nación a los medios de todo el país que, esperaban las fotos antes del cierre de sus respectivas ediciones. Lo que me obligaba a quedarme despierto casi toda la noche enviando material periodístico.

Por supuesto que a la mañana siguiente y después de varios días de trabajo mis ojos occidentales eran más pequeños que los más pequeños de los ojos orientales que se pudieran encontrar en toda la China.

Esa mañana salimos para uno de los recreos que usaron los emperadores de la dinastía Ming. El lugar estaba a varios kilómetros de Pekín y por supuesto me quedé profundamente dormido. Cuando arribamos no sabía ni siquiera como habíamos llegado y menos la dirección que tomamos.
Recuerdo que mi compañero de asiento era un fotógrafo de la revista 7 Días envidado por el Gobierno.
Después de tener cubierta la nota con Dubini nombre del fotógrafo compañero de viaje, nos miramos y decidimos separarnos de la comitiva. Había tanto para fotografiar que no resistimos la tentación de hacerlo total, luego regresaríamos a los micros antes de que el resto de la comitiva terminara el paseo.
Pero resultó que… cuando volvimos al lugar de los micros estos ya no estaban.

Un gran vacío se produjo en nuestras mentes.
- ¿Y ahora que carajo hacemos? le dije a Dubini que me miraba como si estuviese embalsamado.
- No tengo la más puta idea – me respondió –
No sabíamos donde estábamos ni teníamos ningún medio de comunicación con el resto del mundo.
Los chinos hablan chino y usan dinero chino; nuestro español y nuestro inglés apenas entendible para los ingleses no nos servia de una mierda y nuestro dólares americanos en la china comunista eran una braza candente.
Nos sentamos a esperar que alguien viniera por nosotros antes de terminar muertos por un grupo de chinos patoteros o encarcelados en algún calabozo en el confín del mundo.

- ¿A quien carajo le importa dos fotógrafos argentinos provenientes de un régimen de facto en la china comunista tras la cortina de hierro me querés decir?- Le dije a Rubini que para ese momento ya puteaba en chino mandarín.
- No se pero, hay que salir de aquí como sea.

A escasos 50 metros un chino apoyado en un auto ruso de la década del 50 fumaba despreocupado.
- Ese debe ser un taxista o un remisero - le dije caminando a pie firme hacia el susodicho.
Cuando llegué hasta donde estaba lo tomé del brazo y le dije que nos sacara de ahí.
El chinito me sonrío y no me dio ni cinco de bola.
- DALE CARAJO SÁCANOS DE AQUÍ AHORA - le gritó Dubini fuera de si.
- El supuesto taxista se metió en el auto con cara de susto subimos detrás de él y arrancó ¿quien sabe para dónde putas?
- Este chino nos secuestra, la puta madre - me decía Dubini.
- Tranquilo, que nosotros somos dos.
- A si… y ellos son 1500 millones pelotudo, ¿que me estás diciendo?

No tenia manera de calmar a mi compañero que a los pocos kilómetros empezó a insultar al chino como si fuera a un referí en un partido de River y Boca.

- ¿donde mierda nos llevas? Decí algo, hace una seña carajo, chino del demonio y la pu…. que te p…..

El chinito no decía ni jota, seguía manejando y cada tanto nos hacia una sonrisa que servia para ponernos más nerviosos de lo que estábamos.

Después de tres horas de viaje a no se donde, tuve la impresión que entrábamos a Pekín y en unos minutos más estuvimos en la puerta del Gran Palacio del Pueblo, lugar que casualmente teníamos la próxima nota con el Presidente.

El auto se detuvo y salimos como rata por tirante.
Luego de preguntarle al chino que teníamos de interprete por que nos habían dejado abandonados en el recreo del emperador. Este nos respondió.

- No… no dejar abandonado, yo mandé auto a buscar para que ustedes regresen.

Vaya pobre chinito, de verdad es desesperante perderse y no saber para donde ir, y peor con las barreras del idioma, la falta de un telefono, moneda de cambio, extranjeros y todo dando vueltas en conmoción, una gran relato, gracias por compartir esta experiencia.
saludos
k

jajajaja,un claro episodio que nos muestra los problemas de comunicación.

me encanto,y bueno yo no repito más,y se que andas liado ahora con tu libro,pero sin duda este relato debe estar dentro de ese libro (documento historico) El fotografo Presidencial...no creo que vayas en cana asi que ,se que tenes material de sobra,y me encantaria terminar de leerlo



Un abrazo Ricardo,faltan días...ehhh?,uff si yo estoy ansiosa me imagino como andaran ustedes dos.



Que las hadas los acompañen amigos.