El esquema del payaso +++RECOMENDADO JULIO DE 2011+++

“E se Arelcchin t'invola Colombina
ridi, Pagliaccio e ognun applaudirà!
Tramuta in lazzi lo spasmo ed il pianto;
in una smorfia il singhiozzo e 'l dolor...
Ridi, Pagliaccio, sul tuo amore infranto,
ridi del duol che t'avvelena il cor”1
Ruggero Leoncavallo, Il pagliacci

Durante los últimos años del siglo XVI y los primeros del siglo XVII, en los primeros despuntes del renacimiento, nace en Italia una forma interesante de teatro, la comedia del arte. Una forma interesante de comedia que no necesitaba de un guión predefinido y que daba libertad a los actores de decir cualquier tontería que hiciera reir al público siempre y cuando no salieran del esquema de la actuación, es decir, tres actos y una serie de situaciones características de la comedia del arte tales como los enrredos amorosos y la interacción de ciertos personajes.
Dentro de la comedia del arte los personajes enmascarados a media cara jugaban todos un papel central en la trama, pero tres de esos personajes son los que marcarán defenitivamente los géneros de la comedia y la tragedia: el arlequín, la colombina y el ponchinelo. La forma en que estos personajes fueron interpretados durante años en las calles de la europa renacentista no es tan interesante como el giro que tendrían sus jocosas e ilarantes aventuras casí dos siglos después en la obra de uno de los más grandes compositores de ópera del siglo XIX, Ruggero Leoncavallo. Il pagliacci, o el payaso, es quizá la representación operistica más conocida y popular, y no es para menos, el aria para tenor al final del primer acto es una pieza maestra llena de emociones como tristeza, impotencia y odio. La idea de Leoncavallo en está escena es sencilla: mostrar como el comediante, en este caso el actor de la comedia del arte, no es como se pinta. El payaso rie y bromea, da saltos y hace cabriolas para divertir al público que necesita olvidarse de sus penas, sin saber que en el fondo de su alma, detrás de ese maquillaje y vestuario, quizá guarda penas y tristezas más grandes que las de quienes buscan en él un consuelo.
Está imagen del payaso que reprime su dolor es la de Canio, personaje principal de la tragedia de Leoncavallo que tiene que soportar el dolor que le provoca la infidelidad de su esposa mientras “vesti la giubba” (viste la túnica) y se dispone a actuar. La escena cumbre, y después de la cual los ojos del espectador no son los mismos, refleja la condición del ser humano que no tiene consuelo ni desahogo, aquel que traga en seco sus cuitas y muestra al mundo una cara maquillada y sonriente mientras siente que se le corroe el alma y se le carcomen las entrañas. Después de Leoncavallo la imagen del payaso no será la misma, muchos otros tomarán al ponchinello Canio para crear canciones cursis en su nombre y basadas en su triste imagen; más rescatable será el poema de Juan de Dios Peza en el que su personje, Garrick, ilustra a la perfección la imagen del payaso de Leoncavallo, pero esté lo que representa es más que sólo material para hacer llorar.
El esquema del payaso de Leoncavallo es más común de lo que se cree, es de hecho lo que muchos esperan de sí mismos y de los demás, ser personas que puedan mantener sus emociones controladas y reprimidas mientras conviven con el resto de la sociedad. Pero sólo un actor tal como Canio podría lograr tal proesa, no es faci guardar la pena y el dolor bajo un disfraz mal hecho de felicidad y dicha cuando de hecho nunca ponemos en práctica tal habilidad. Envenenados por dogmas morales creemos que toda mentira, incluso aquella que nos pueda salvar la vida, debe ser de antemano rechazada. Y mejor, o peor, aun, nos negamos a fingir pues nos hemos dejado adoctrinar y convencer de que la falsedad en nuestro actuar es un acto vil pero, ¿No sería más vil hacer a los demás partícipes de nuestra desdicha? Quizá sea un tanto egosita decir que nuestra tristeza es nuestra, y de nadie más. Pero es más bien un acto altruista el librar a otros de lidiar con nuestro humor. Seguira habiendo gente amiga del payaso que ofrecera su hombro incondicional para que esté llore con libertad, que dirá que no hay que tener verguenza de las lágrimas, ¡Pero en qué cabeza cabe que no se llora por verguenza! No se llora porque no se debe llorar, las lágrimas son para muchos ta valiosas que no deben ser usadas en público. Quizá para muchos sea cuestión de orgullo, de no dejarse ver débiles y sentimentales, y es esa presisamente la imagen del payaso, aquel hombre que ha llegado a tocar el fondo de la tristeza pero goza de tal voluntad que lo hace decir como Canio, ¿A caso no eres hombre? Y se dispone a salir al teatro de la vida donde todo mundo se enmascara como en una comedia del arte pero pocos tienen el valor de reconocerlo. Al final lo trágico del payaso de Leoncavallo es que no puede resistir con un temple digno de los héroes griegos y termina enloqueciendo de dolor y tomando venganza de quienes lo traicionaron. Esa es quizá la advertencia final a todos aquellos que vean en el payaso un modelo de templanza y resistencia a seguir: Tengan cuidado con guardar tales emociones dentro, puede que un día, o una noche, terminen pudriendolos por dentro y ya no puedan guardarlos más y salgan desparramados por todos lados. Quizá sea más sano dejar que el payaso llore en público, depués de todo, ¿No sería gracioso ver a un payaso llorar?