Momentos sacrosantos

Y ahí estaba sentada ella nuevamente. Ya no dudaba como antes si sentarse sobre esa banca o impedir el espectáculo a contemplar.
Miró a su alrededor y uno que otro pajarillo se acercaba a buscar algún trozo de comida que algún transeúnte había dejado caer.
Se sintió como el pajarillo buscando una imagen para nutrirse.
Estaba ansiosa, no demoraba en pasar aquella prestante figura que todos los días la llevaba a sentarse justamente ahí: en el parque al frente del caminito de piedra en medio del prado verde, recorrido por cantidad de caminantes. Pero a ella sólo le importaba uno, un hombre especial.
Sabía que se acercaba la hora convertida en sagrario para ella, sus manos no sabían que asir, mientras su cabello era acariciado suavemente por el viento. Los pasos tranquilos pero firmes se acercaban una vez más y como ritual diario aquel personaje rodeado de gente, pasaba una vez más ante sus ojos ignorándola como siempre.
Grandes lagrimones cubrían su rostro y su mirada solo veía a través del velo acuoso de sus lágrimas, mientras una voz interior le recordaba que ese hombre era imposible y jamás volvería a sus brazos; ella tendría que guardarse nuevamente sus caricias, sus besos y sus orgasmos.
Cerró sus ojos para conservar aquella imagen que cada día envejecía igual que ella, pero sabía que aquellos momentos viejos no volverían más, sus manos no tocarían aquel cuerpo como aquellas noches cuando 40 años atrás, ella en ese cuarto de hotel gozaba los placeres de un visitante del cual se enamoró para siempre.
El único cliente que besaba su cuerpo con ternura y le regalaba en sus encuentros apasionados rosas rojas. Aquel que muchas madrugadas dejaba sobre ella parte de su soledad traicionando su celibato religioso y dejaba unos cuantos billetes que sacaba del bolsillo de su sotana, como acabados de salir del banco.
A sus espaldas escuchó la voz de su hermana quien decía: "Vamos, ya sabes que ese hombre jamás sabrá que pariste varios hijos de él".

Increíble ethel, como todo buen relato, el final increíble, como hablamos en la radio, no dejan de ser seres humanos , con sus necesidades, quizás si la iglesia cristiana sobre todo, dejara a sus sacerdotes, contraer matrimonio o tener pareja, estos episodios tendrían un final feliz, un placer leerte como siempre, un abrazo

Una ternura de espera, la imagen de la mujer en silencio, un dolor injusto quiza, hermoso relato.
saludos
k

Brutal en todo el sentido de la palabra.
El final impactante.
Felicitaciones

Tremendo, me gusta la manera paulatina de ir descubrirle al lector la escena y la historia relista que se muestra al final.

¡Qué fuerte, Ethel! Comienza casi sin interés y al final arranca al lector una fuerte reacción emocional. ¡Muy bien construida la trama! ¡Me ha gustado mucho. Eres magnífica! Un besote.

Gracias, es una realidad que no se puede ocultar...

Un abrazo

Muy buen relato, Ethel. No me esperaba la sorpresa del final. Ahora le encuentro gran sentido al titulo. Bien logrado, amiga. Un placer leerlo, Saludos,
Jose

Hola.
El único cliente que besaba su cuerpo con ternura y le regalaba en sus encuentros apasionados rosas rojas. Aquel que muchas madrugadas dejaba sobre ella parte de su soledad traicionando su celibato religioso y dejaba unos cuantos billetes que sacaba del bolsillo de su sotana, como acabados de salir del banco.-Esta parte es, dolidamente hermoso. Pero todo el relato es muy bueno, que puedo decir yo. Me gustó. Salutem

Gracias José y Aeter..... (perdón por este nick tan largo)....