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| Tema: Estancia: Los albores (Primera entrega) Lun Feb 07, 2011 5:51 pm | |
| Estancia: Los albores Diez años antes del 1800, un viejo estanciero: francisco, enfrenta el dilema de tener que arrear quinientas cabezas de ganado en pie, desde las fronteras con el imperio portugués hasta el puerto de Montevideo. Y como en vísperas de toda guerra los hombres jóvenes, reclutados por uno u otro bando… escasean, el viejo estanciero acompañado únicamente por su fiel Ponciano, —esclavo ahora liberto que por edad y costumbre, continúa haciendo la misma vida de antes—, se ve obligado a contratar a un grupo de adolescentes, casi niños, para ayudarlo en tan dura faena. Así parte de la estancia los albores, el grupo compuesto por dos adultos algo mayores ya, y seis quinceañeros; todos de a caballo, quinientas vacas y una carreta cargada con algunas armas y provisiones varias. Ponciano es el carrero al frente de la caravana, cien metros detrás, la vasta tropilla levanta el polvo rodeada por los jóvenes y Francisco, que recorre constantemente el perímetro dando instrucciones a los novatos, consiente de los peligros que él y Ponciano saben: llegarán. Tanto así, que le prohibió a su propio hijo, allá en la estancia, el privilegio de acompañarlos. Desmontó y entró en el casco, enfadado: —Cuatro niños blancos y el indiecito vaimaca es todo lo que queda en el pueblo —Se lo dije señor Artigas, ya imagino quienes son, los tres hijos de terratenientes: Rivera, Oribe, Lavalleja… y el monaguillo franciscano. Mi hijo Ansina también nos puede acompañar. —Padre, yo también puedo ayudar —No Gervasio, tú con trece años eres el menor, te quedarás en casa —Pero padre… —Hazle caso a tu padre José Gervasio, él sabe lo que hace —Ya está decidido; Ponsiano, ve a preparar la carreta: marchamos con el sol Se acerca el medio día y Lavalleja frunce el seño al levantar su vista al cielo, celeste; para ver a esa enorme ave, negra; con sus dos alas desplegadas y estáticas. Tres plumas abiertas rematan cada una… y se inclina un poco, comenzando a describir un gran círculo allá en lo alto. —Mirá tarta —y la señaló con su dedo —Es… es un cu… un cuervo —explicó Oribe a su mejor amigo, el único capaz de llamarle así. Del otro lado, a la izquierda de la vasta tropilla de ganado, iban juntos Vaimaca y Rivera; en silencio; cuando el caballo de Rivera se clavó. Comenzó a bufar pisoteando el suelo y entonces ambos, miraron al piso mientras la araña, levanta sus patas delanteras y con ellas todo su torso, para mostrar en advertencia el rojo intenso de su pecho, que contrasta con lo negro de esa tarántula que parada sobre sus traseras, abre ahora sus dos colmillos blancos, que parecen húmedos… y no falta imaginación para verlos gotear veneno. Es más grande que la palma de hombre abierta. Rivera alienta a su caballo a matar, a que pise a la araña pero Vaimaca… le manotea la rienda: —No… no es necesario Y quedaron mirándose fijo a los ojos, ambos mantuvieron la mirada sin ceder y entonces… todo pasó muy rápido. El monaguillo que venía más atrás, con una pluma en su derecha mientras se las ingeniaba, para sostener el tintero con su izquierda al tiempo de mantener apoyado ese grueso libro a lomos del caballo; hizo un buen relato de lo ocurrido: Un pájaro color negro azabache, gigante, cayó en picada como enviado por el señor, sobre el animal peludo y posando sus dos patas en el suelo, lo tomó de inmediato con el pico para impulsarse de nuevo en un solo movimiento; dos, tres aletazos y ya estaba alto, y siguió aleteando rumbo a las sierras, aquellas que están allá, sobre mi horizonte izquierdo. —Te lo dije… no era necesario —y le suelta la rienda Rivera no le respondió… (¡Indio de mierda!). Mucho más atrás, cerrando la tropilla de ganado Ansina le ceba mate al viejo Francisco, sin enterarse de nada. Mientras Ponsiano allá en el extremo delantero, al frente de todo avanza sentado en la banca de su carreta, con las riendas atadas a un lado y practicando bajito un candombe en su tambor de repique, golpeteándolo, con su dedo índice y mayor va llevando la caravana hacia delante, a su ritmo, durante todo el largo y caluroso día sin parar, hasta ver el sol delante suyo… en línea recta con su frente y todo teñido de rojo sobre verde pradera; con un monte a su derecha. Próxima entrega, próximo lunes. Enlace a siguientes entregas |
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sgrassimeli Escritor activo
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| Tema: Re: Estancia: Los albores (Primera entrega) Miér Feb 16, 2011 12:50 pm | |
| Muy buena ambientación y narrativa. | |
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| Tema: Re: Estancia: Los albores (Primera entrega) Miér Feb 16, 2011 6:22 pm | |
| Gracias por tu comentario. Lograr que alguien lea textos largos en una pantalla; es aún más difícil que lograrlo en un papel. |
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| Tema: Re: Estancia: Los albores (Primera entrega) | |
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