Contigo hasta la eternidad

Penélope se sentó en el verde banco de la estación. Llevaba el propósito de lanzarse al primer tren que
pasara. Su vida ya no tenía mucho sentido. A sus sesenta y cinco años, se sentía tremendamente sola.
Sus hijos vivían en el extranjero. Una llamada de teléfono de compromiso los domingos en la noche y una
cena de nochebuena, era cuanto recibía de ellos. Su marido navegaba por el paraíso hacia ya tres años.
Se habían querido mucho, aunque la pasión del primer momento como es natural ya no existía, su amor con
el paso de los años se había convertido en un cariño pausado, casi como de hermanos.

El chachachá del tren se oía a lo lejos, se levanto lentamente, compuso su vestido y pasó la mano por sus
cabellos acoplándolo a las orquillas. Era la hora de partir, camino despacito hacia el andén, coloco sus
pies pegados al borde de las vías, dio un largo suspiro y se lanzo.

Cuando abrió de nuevo los ojos, volvía a estar sentada. ¿Qué ocurría?

La estación ya no era la misma, brillaba de una manera especial, era como si estuviera todo recién
estrenado. Un tren azul cielo paro en el andén. Parecía vació, en sus cristales no se percibía movimiento,
todo era calma. De la maquina se apeo un hombre y cuando Penélope se dio cuenta estaba sentado a su
lado, no lo había visto andar hacia ella, no había oído sus pasos, no había percibido movimiento alguno,
pero allí estaba, sonriente. Una extraña tranquilidad se apodero de su cuerpo.

-La paz sea contigo, ¿no me reconoces?

Le fue recorriendo cada línea de su rostro, como dibujándolo. Cuando los ojos se encontraron un
fogonazo de alegría invadió el espíritu de Penélope.

-Alberto, mi querido Alberto, eres tu, ¿pero como puede ser esto?, tu estas?? tu estas?

-¿Muerto?, si, y tu también, por eso puedes verme. Te espero desde el mismo instante en que fallecí. He
estado viajando en este tren cada minuto de mi existencia en este nuevo mundo. El mismo día de mi
fallecimiento, se me apareció mi madre, me explico que aquí cada uno es libre de escoger su camino. Si me
apetecía continuar hacía el paraíso prometido podía hacerlo. Allí me esperaban todos mis seres queridos que
habían partido antes que yo. Pero me sentía solo, sabia que una parte de mí, se había quedado contigo en
la tierra, cuidándote, intentando que tu vida fuera lo mas llevadera posible. Me tendió un libro plateado. En
sus páginas estaba toda tu vida, desde tu nacimiento. Me pudo la curiosidad y me dirigí inmediatamente a
la última página escrita. En ella estaba detallado el día de tu muerte. No me lo pensé y decidí esperarte.
Ahora podemos pasar juntos a la eternidad, ese era mi deseo. ¿Estas preparada?

-¿Contigo, hasta el final de los tiempos? No podía soñar una vida mejor. Vamos

QUE LINDO CUENTO, ALGO EXTRAÑO,PERO QUE DEJA UNA ESPERANZA A TANTOS QUE SE HAN QUEDADOS SOLOS, QUIEN SABE, SI SIEMPRE HABRA ALGUIEN ESPERANDONOS EN ALGUN SITIO VERDAD?
ME RESULTO ENTRE MELANCOLICO Y FELIZ JA,

Como la penélope de Serrat, le das un giro diferente a esta historia pero no deja de ser bella, el amor eterno, ese que traspasa la muerte.
Me gustó amigo
Besos
Lili

Un relato muy bello y tierno, Manuel. Deja una muy linda sensacion despues de haberlo leido, amigo. Un abrazo,
Jose

Gracias Mateo, espero que cuando me toque la partida pueda volver a reunirme con la gente que partió antes que yo, un abrazo amigo

Gracias Lili, como buena serratiana (no existe la palabra pero bueno, la inventamos) adivinaste la intención, si cambie un poco el giro de la canción y lo situé al el esperando pero en la eternidad, un abrazo amiga

Gracias Jose, bueno un cuento de esperanza, imagino que todos queremos que cuando todo termine haya algo en el mas allá que nos una, un abrazo amigo