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ImageShack.us PRONTO SERÁ PRIMAVERA
Tal vez este pensamiento sea muy trivial. Se ha escrito demasiado sobre los sentimientos que despiertan las estaciones del tiempo, y entre todas ellas la que se ha llevado más ríos de tinta ha sido la primavera, quizás porque es cuando el mundo se despierta y con él todos los deseos de un nuevo comienzo. Junto al otoño, son los dos principios de la naturaleza. La primera renueva la vida, la segunda prepara el reposo hasta la nueva transformación. Ambas están llenas de belleza, como si fueran dos mujeres que compiten en hermosura, pero no, la comparación sería más exacta si pensáramos en una sola hermosa mujer que, cuando llega el otoño, todavía conserva la belleza de una juventud que se extingue y se prepara para una ancianidad pacífica y llena de maravillosos recuerdos.
Hoy he intentado unir mis sentidos a esta primavera que ya florece y nos trae, poco a poco, los calores veraniegos y aunque todo está ya escrito sobre esta estación, me arriesgo a expresar mis sentimientos aun teniendo la seguridad de que muchos, cuando los lean, piensen que no he dicho nada nuevo. Y seguro que tienen razón; no voy a decir nada que no se haya dicho ya, pero como cada uno de nosotros tenemos una individualidad, nuestras percepciones también lo son, por lo tanto, siempre se encontrará entre estas letras, algo nuevo, quién sabe, tal vez una palabra moverá una fibra sensible de nuestro corazón nunca antes apreciada. Esa cuerda que estaba quieta, sin vibrar y que, de pronto, sin saber por qué, una expresión, una frase baladí, la obliga a soltar la más hermosa nota que se expande en ondas por el universo.
Todos sabemos que hay personas más sensibles unas que otras a los olores. Se explicó muy bien esta singularidad en la novela del escritor alemán Patrick Süskind, "El perfume", y aunque fue una historia que, personalmente -salvando sus méritos literarios-, no me gustó, explica con claridad esta particularidad que poseemos. Pero los olores a los que me voy a referir son mucho más agradables que los que se citan en el libro.
Es primavera y, sobre todo en un día de fiesta, cuando la mayoría de las personas aprovecha los primeros momentos del día para remolonear y agotar al máximo las horas de descanso, lo aprovecho para abrir la ventana y dejar entrar ese olor que golpea en los cristales y llena los sentidos de sensaciones inexplicables.
Tan agradable es la percepción que la considero la más apropiada para ayudar en esa primera meditación del día. Sentada cómodamente cerca de la ventana o el balcón abierto, dejo que la brisa fresca de la mañana acaricie mi piel envuelta en un abrazo tierno que llena de exultante fragancia todo mi ser. Detengo el momento y lo examino, procuro ser consciente de todas las sensaciones que llegan a mí. Huele a tierra, a aire limpio, a frescura, a hierba recién segada, a mar, a ternura, a sabiduría, a vida única.
El trino de un mirlo o el de un petirrojo, acompaña con su música la sensación de calma, de paz. Aspiro el olor a existencia renovada, a primavera y dejo que fluyan las emociones como el agua de un arroyo limpio que corre entre el camino de un bosque. Percibo la brisa que mueve las hojas de los olmos susurrando un canto misterioso semejante a música de duendes, imperceptible si no se presta atención. El silencio es notorio, inmoviliza; la naturaleza es embrujo y cautiva los sentidos. Así, en esta quietud, estoy no sé cuanto tiempo gozando de la levedad de cuanto me rodea. Sólo existe el perfume de la primavera. Y aunque, de vez en cuando, los ruidos prosaicos de la existencia rompen el fervoroso silencio, sus sonidos no molestan, sólo acallan durante unos momentos los cantos de los pájaros y en ese intervalo, escucho con devoción el sosiego del universo, ese que sólo rompemos los estruendosos habitantes de un cosmos magnífico y desconocido.
Luego, lentamente, vuelven a concretarse los trinos llenos de armonía del mirlo o el petirrojo y otros que no sé distinguir pero que llenan de cadencia la tranquilidad del principio del día.
Sí, me gusta el olor a primavera, aun en este Madrid agobiado de quehaceres, de movimiento, de gentes heterogéneas que no tienen tiempo para escuchar, para absorber la hermosura del silencio de la naturaleza, para que su olfato respire la primavera.
Unas horas después empieza el bullicio de la vida común. Llega el calor. El sortilegio se rompe. MAGDA.