DESTACADO
ESTE CUENTO LO TENGO EN MI BLOG DE CUENTOS DESDE HACE TIEMPO.
HOY HE RECIBIDO UN COMENTARIO DE UN CHICO EN EL QUE ME DICE QUE
LE HA GUSTADO MUCHO Y HE PENSADO COMPARTIRLO CON ESTE FORO DE
LETRAS. A VER SI OS GUSTA.
LA LUCIÉRNAGA CANDELILLA
Había una vez, una familia de luciérnagas que vivía entre las hierbas de un jardín muy bonito situado junto al camino que llevaba al bosque. Allí el papá y la mamá luciérnagas encontraban caracoles y babosas con las que alimentaban a sus hijitos que eran lo que nosotros los humanos llamamos gusanitos de luz.
El jardín estaba lleno de vida. Había insectos de todas las especies y entre todos formaban una gran comunidad en la que cada cual, se ocupaba de su tarea. Los escarabajos limpiaban los desperdicios, las mariquitas se comían los pulgones que mataban las flores y las luciérnagas tenían la misión de servir de farolillos durante la noche.
Esta familia de luciérnagas era bastante numerosa y aunque se entendían muy bien y nunca se peleaban, la más pequeñita que se llamaba Candelilla, se creía siempre la mejor en todo. La más guapa, la más sabia, la más trabajadora y por supuesto no se cansaba de decir que su luz era la más clara y potente presumiendo siempre con su farolillo encendido.
A los otros insectos que vivían en aquel jardín, la pequeña luciérnaga les parecía un poco vanidosa pero no le hacían demasiado caso porque sabían que era todavía muy joven y muy ignorante. Sin embargo, a medida que iba creciendo se hacía más y más orgullosa hasta que, un día, pudo ver como una luz mucho más potente que la suya, alumbraba ¡tooooodo el camino!. Extrañada y envidiosa, Candelilla buscó por todas partes a la luciérnaga que era dueña de aquel farol tan luminoso y entonces vio que estaba en el cielo y que era ¡muy grande, muy grande!.
Muy indignada y herida en su vanidad, quiso conocer a aquella luciérnaga que tenía tanta luz y comenzó a preguntar para saber si alguien la conocía, pero como nadie supo responderle, pensó que lo mejor era llegar hasta el cielo para ver con sus propios ojos el enorme farol. Hizo un hatillo con las cosas más necesarias, envolvió un bocadillo de caracoles en papel de aluminio para comerlo por el camino y con gran esfuerzo y muy poco a poco, subió hasta la copa de un árbol para alcanzar el cielo, pero el foco seguía igual de lejos por mucho que andaba y andaba. Subió a otro árbol todavía más alto y, nada... la luz seguía tan arriba como siempre. La envidia que tenía Candelilla era cada vez mayor y siguió andando, andando y subiendo, subiendo hasta llegar a la cima del monte más alto donde vivía el sabio solitario que tenía escritos en un libro muy gordo, todos los secretos del mundo y Candelilla le pidió audiencia al chambelán para hacerle una pregunta a aquel sabio que lo tenía todo escrito.
Después de esperar un día entero, porque había una cola de animalitos muy larga esperando para hacer preguntas, Candelilla le explicó al sabio que buscaba a la luciérnaga que tenía aquel farol tan hermoso y al que nunca podía llegar. El sabio sonrió y le dijo:
-Estás equivocada, pequeña Candelilla. Lo que ves en el cielo no es una luciérnaga como tú, es la luna y nunca podrás alcanzarla, pero como veo que lo que sientes es una gran envidia deberás aprender de tus errores así que sigue tu camino y descubre por ti misma ese foco de luz que tanto envidias. -
Y posando a Candelilla sobre una nube, el sabio solitario que tenía un libro muy gordo donde estaban escritas todas las cosas, sopló haciéndola volar hasta el gran farol suspendido en el cielo.
Mientras se iban acercando todo se inundaba de una luz cada vez más blanca y más luminosa y el farol se hizo ¡tan grande! que su forma redonda desapareció y se convirtió en un mar radiante que no acababa nunca. Candelilla se asustó bastante pero como su envidia era mayor que el miedo y solamente pensaba en lo hermosa que ella sería si pudiera conseguir toda aquella luz, entró en aquel mar refulgente que era la luna.
Salió a recibirla una bellísima hada envuelta en chispas plateadas que le dijo:
-Yo soy el hada de la luna que apaga y enciende su luz, dime... ¿en qué puedo ayudarte pequeña luciérnaga?
La pequeña envidiosa le dijo al hada que lo único que deseaba era conseguir para ella toda aquella luz y el hada al comprobar su orgullo y su envidia, la llevó hasta el balcón de la luna y la hizo mirar hacia la tierra.
-Observa desde aquí lo que ocurre en la tierra y comprenderás- le dijo el hada luminosa.
La luciérnaga vio entonces, como la luna alumbraba los campos, las ciudades y los mares en la oscuridad de la noche para ayudar en su camino a todos los seres que habitaban en la tierra. Estaba ensimismada ante tanta belleza cuando se fijó en un jardincillo muy, muy pequeño y tan escondido que hasta él no llegaba la luz de la luna.
-¡Esa es mi casa...!- dijo asombrada -¿Por qué está tan oscura?
-Porque a ese rincón tan pequeño no puede llegar la claridad de la luna, por eso está alumbrado por las luciérnagas- le respondió el hada luminosa.
Entonces, Candelilla vio como aquel pequeño rincón del mundo, sólo estaba iluminado por sus hermanas las luciérnagas que se afanaban en alumbrar cada rinconcito escondido. Y al fijarse con atención, comprobó que había un pequeño espacio sin luz, tan oscuro, tan oscuro, que nadie se atrevía a pasar por allí, y entonces vio que aquel trocito de oscuridad era el que ella debía de estar alumbrando.
Avergonzada, la envidiosa luciérnaga Candelilla se arrepintió porque se dio cuenta de que no cumplía con su trabajo y comprendió que cada uno tiene su sitio en el mundo por insignificante que éste parezca.
El hada de la luna se compadeció al verla tan afligida y con su varita mágica, golpeó suavemente el farolillo de Candelilla del que salieron unas chispas resplandecientes tan, tan brillantes que nadie más podía tener porque eran chispas de luz de luna.
Cuando la nube la volvió a dejar en el jardín de su casa, ocupó su sitio en silencio para seguir iluminando el trocito de camino que le correspondía, miró a la esplendorosa luna y sonrió agradecida.
Desde entonces la luciérnaga Candelilla no volvió a tener envidia de nada ni de nadie y fue el gusanito de luz que tenía el farolillo más deslumbrante de todo el jardín.
Y colorín colorado.... este cuento se ha acabado. – MAGDA.