Marcos se va de casa.

Continuación de "Los albinos del mar"






No bien se despertó ese lunes, Marcos supo que algo ocurría. Su madre no había encendido la radio, su padre no había ido a trabajar. Conversaban en la cocina.


Fue al baño y salió inmediatamente. Mientras se vestía trató
de escuchar pero hablaban en voz baja. Sin embargo, el aroma del café llegaba como de costumbre.


-¿Qué pasa? –preguntó por fin. Sus padres lo miraron de una
forma particular, entre tristes y solemnes, pero con una sonrisa de orgullo.


La madre lo abrazó y le dio unos besos gordos, de los que
solía darle en ocasiones especiales. Sólo que ésta vez lloraba.


-Hace una hora llamó Andersson –le dijo el padre. -¿Te
acuerdas de él?


A Marcos se le estrujó el corazón. Los recuerdos de su primera
infancia estaban prohibidos y había aprendido dolorosamente a guardarlos tal como se le exigiera. Y sí, se acordaba del hombre alto que lo recibiera en el mar, el único que hablaba tiarés, la lengua original ya casi olvidada. De él habían recibido las instrucciones inquebrantables, él lo había dejado con los extraños que luego serían sus padres. ¡Hacía tanto, había costado tanto! Y ahora otra vez la incertidumbre y el desarraigo.


La madre no lo soltaba. ¡Parecía tan pequeña e indefensa
abrazándolo! Aunque aún no cumplía los diecisiete, Marcos era el más corpulento de la familia.


El padre los obligó a sentarse a la mesa de la cocina y sirvió el café. La madre sintió la necesidad de decir lo que le nacía.


-Cuando se me declaró la enfermedad, lo primero que pensé
fue ¡jamás voy a tener un hijo! Luego vino ese hombre contigo y dije ¡Sí! con todo mi corazón y sin importar las consecuencias. ¡Estabas tan flacucho y pálido y había tanto miedo en tus ojos! Te abracé y ya no te pudieron separar de mí. Pobre, tu padre nunca pudo opinar.


El hombre suspiró, iba a interrumpirla pero consideró que era mejor esperar pese a la hora.


-Hacía tres meses que estabas con nosotros cuando te sacamos a pasear, fuimos al río. Puse la merienda, te invité a caminar, tu padre a jugar a la pelota… ¡pero tú sólo mirabas el agua! Hasta que te escapaste y entraste al río tal como estabas vestido. Te llamamos, gritamos como locos, vino gente y un hombre se tiró detrás de ti. Pero nadie te podía alcanzar. Nadaste y nadaste hasta lo profundo y te sumergiste en el cauce sin que pudiéramos verte más. ¡Fue peor que cuando me enteré de la enfermedad!


Marcos lo recordaba perfectamente. Mucho tiempo había estado explorando el lecho del río.


-Cuando por fin regresaste, no estabas mojado, estabas
llorando. Querías abrazarme pero yo estaba en shock. Tu padre te cubrió con una manta y se apresuró a meterte en la camioneta y la gente se dispersó convencida de que había sido una travesura de chicos, de que estarías por allí escondido. Sólo el hombre que había entrado al agua se acercó para decirme “¡Señora, su hijo nada como un campeón!” –La madre se secó los ojos con los pulgares. -Supe entonces que nunca nos ibas a pertenecer del todo, que siempre buscarías el
camino a casa. Ahora tienes la posibilidad. ¡Ve mi amor, que nosotros siempre te estaremos esperando!


El padre aprovechó el silencio para tomar la palabra.


-Sin embargo, después de ese día fuiste un niño normal. Y
ahora Andersson viene a buscarte.


-¡Pero no puede ser! ¿Y los estudios, y el fútbol? –La madre volvió a abrazarlo como si estuviera de acuerdo.


-¡Marcos!, sabíamos que este día iba a llegar y no me arrepiento. Fueron los mejores años de mi vida, ¡de nuestra vida! -se corrigió al ver a la esposa que le sonreía.-Fuiste
el mejor hijo que se puede desear y créeme, ¡te juro que si hubiera algo que yo pudiera hacer…! -se quebró.


-Lo que tu padre quiere decirte es que aceptamos un trato. Tendríamos un hijo por diez años si no hacíamos preguntas y si lo devolvíamos cuando se cumpliera el plazo. ¡Claro que vivimos deseando que ése día no llegase, que se olvidaran de ti! ¿Pero cómo iba a ser eso posible, no? Ahora sólo nos queda la esperanza de volverte a ver algún día, ¡y esa esperanza será suficiente porque estamos agradecidos de haberte conocido!


El hombre hizo una seña y la mujer se resignó a empacar el bolso que llevaría. Después, también se levantó y entró al baño, dejándolo solo para que llorase su destino.


Regresaron a un tiempo, Marcos tenía el mismo gesto que cuando lo conocieron.


-Ya, dáselo de una vez –dijo la madre.


El hombre sacó un estuche del bolsillo y se lo entregó.


-Ponételo, a ver cómo te queda –La mujer tenía una
extraordinaria facilidad para aceptar los cambios bruscos, una entereza que había aprendido por la fuerza.


Marcos encontró un anillo ancho y oscuro de un metal
desconocido. Se lo puso en el dedo anular izquierdo y se sorprendió al sentir un calor intenso que se lo ajustaba imperceptiblemente.


-Teníamos que entregártelo recién cuando fuese la hora. –le dijo el hombre. -Eso le prometimos a Andersson.


La mujer abrazó a su marido por la cintura. Volvían a ser los de siempre.

Excelente relato antifaz, fácil de leer, ameno, y dejas al lector con ganas de más. Saludos!!!

OK, YA CAI, Y AHORA QUIERO SABER MAS.
NO ME GUSTA LA SUERTE DE MARCOS, NI ESA ACEPTACION DE LOS PADRES ADOPTIVOS,PERO SUPONGO QUE ES LO QUE LE DA AL RELATO LA ESPECTATIVA....Y ENTIENDO QUE LOS PADRES NO PUEDAN DEJAR DE CUMPLIR EL PACTO....PERO PUEDE MARCO NEGARSE?
SUPONGO QUE EL ORIGRN A ALGUNOS LES TIRA.
ME GUSTO COMO LLEVAS LA NARRACION Y ESPERO LEER COMO SIGUE

Bueno te aseguro que lo disfruté, está muy bien escrito. Cuando terminé de leer me dije -cuanto tengo que aprender para llegar a escribir de este modo.

Tengo todavía la congoja que me dejo la lectura.

Felicitaciones.

Un texto que conmueve,que deja "metido" al lector y que de alguna manera quiere saber más.Voy a buscar el que nombran allí.

Excelente cuento este, que tampoco sabía que existía. Es un verdadero placer haberlo podido leer. Muy bueno Antifaz. Un abrazo,
José