UNA ESFERA DE COLORES

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Algo impreciso me despertó y allí estaba él, parecía ausente y al mismo tiempo atento a todo lo que sucedía, aunque en aquel momento se puede decir que no sucedía nada.
Era un domingo por la mañana, las ranuras de la persiana a medio cerrar, dejaban entrar una tenue luz azulada, presagio de un día soleado. Comenzaba la primavera y mi principal intención al despertarme, siempre me llevaba a volver la vista hacia la ventana para adivinar si el tiempo nos traería un día nublado o luminoso. Sin embargo, esta vez no tuve tiempo de volver la cabeza para comprobarlo. Él, acaparó toda mi atención. Estaba allí, sentado a los pies de la cama, como si fuera una parte más del mueble; quieto, sereno... Pude fijarme en su vestimenta, algo de color entre gris y caqui, me pareció una prenda que podía ser característica de la milicia aunque no tenía su hechura. Sin cuello, ribeteada de un vivo como de un dedo de ancho en color amarillo, le daba un aspecto marcial pero la expresión de su rostro era muy suave sin llegar a ser dulce. Su sexo era indefinible, eso me pareció en un principio, aunque pronto descubrí que carecía de atributos femeninos. El cabello de un rubio tan claro que podía pasar por albino, le llegaba justo al cuello en una melena lisa, bien peinada pero muy natural, y el rostro era ¡fantástico! Sin tener los rasgos propios de un humano, era muy parecido a nuestra cara. Con eso quiero decir que poseía, dos ojos, una nariz y boca pero con bastantes diferencias a las que determinan nuestro género.
Su piel, totalmente lisa, era blanca hasta la transparencia. La boca aun carente de labios, aparecía como una agradable ranura que sonreía sin hacerlo, la nariz apenas abultada, dejaba ver unos pequeños orificios que, sin ser bonitos según nuestro baremo de la belleza, resultaban atractivos y los ojos merecían mención aparte.
Debajo de aquella frente pálida y tensada, de una anchura perfecta, se veían dos ojos enormes, con esa forma que los humanos hemos dado en llamar achinada, en los cuales no pude distinguir pestañas. Si me hubieran preguntado por el color, habría optado por el negro azabache pero sin iris ni esclerótica. Eran dos enormes perlas negras llenas de vida y una inmensa ternura en la mirada. Le pregunté: "¿Cómo te llamas?". "Nerthel", fue el nombre que comprendió mi mente porque de su boca fina, no salió ninguna palabra. Y entonces me fijé en sus manos, tan blancas como su rostro, con unos dedos largos, uniformes, hermosos pero extraños que se movían con lentitud. En la mano que mantenía a la altura de su pecho, portaba una bella esfera de colores luminosos con el aspecto de un juguete de cristal.
Con gesto lento y directo, me la ofreció, y al cogerla en mis manos, quedó entre él y yo un rayo de luz que nos unía parecido a un arco iris en movimientos circulares. Sentí una profunda paz y serenidad. La esfera se adaptaba perfectamente a mis manos aunque eran mucho más pequeñas que las suyas y pude percibir su textura y su calor. Templada, o quizás solo tibia, de una dureza que, sin embargo, no le proporcionaba ningún peso, comprendí formaba parte de mi cuerpo. Él ser, sonrió con más precisión y se puso en pie. Su altura enorme, que sentado sobre la cama no se apreciaba, no me sorprendió. Todo resultaba como algo que aun siendo desconocido, se daba por sabido. Era normal, todo era normal aunque yo era consciente de que aquel conjunto de sucesos no entraba dentro de la lógica, pero todo aquel absurdo, no me alteraba en ninguna forma, me sentía feliz, en paz. Pese a que el rayo de luz que nos mantenía unidos no permitía la separación, en cuanto se incorporó tuve la consciente lucidez de mi obligación a ir tras él y cuando ya me levantaba de la cama para hacerlo, entraron en la habitación dos de mis hijos con el médico que siempre me había atendido. Le vi acercarse, auscultar mi cuerpo detenidamente y dirigiéndose a mis hijos le oí decir:

-Ha sufrido un infarto agudo de miocardio mientras dormía, firmaré su defunción, así no tendrán que hacerle la autopsia. – MAGDA.

no voy a extenderme, soñar con la muerte es vivirla.
un placer leerte, pero bueno, siendo que ya soy fanátiico,
esta apreciación no vale mucho. es un gusto personal, nada más.

¡Gracias, amigo! La muerte nunca me ha asustado sobre todo ahora que ya he vivido lo mío y creo que lo que estoy viviendo de un tiempo a esta parte es un regalo del cielo, como si fuera un premio de consolación. Tal vez porque pienso que mi esencia no va a desaparecer, lo creo firmemente, puesto que soy energía y la energía no desaparece sino que se transforma, no sé que acabaré siendo, pero algo seré, aunque no tenga este cuerpo ni me llame Magda o Xanino, ahora bien, pero si he de continuar en la tierra me gustaría ser árbol, planta, hierba, flor o agua. También montaña, luz o viento, águila o mar y si puedo aspirar a más, estrella lucero del alba, constelación o galaxía y en último término... ángel.
¡Gracias por leerlo y por tus palabras amables.

Es un cuento suave y agradable, casi podría decirse que hasta generoso por lo que el autor nos da de su intimo sentir.
Un abrazo

Mi querida magda un cuento que suena sereno, sabio, confiado, que resulta tan bello y alentador a pesar el tema tratado.
Hay sabiduría en tus letras y disfrute de lo vivido.

Bella narración ,mucha paz dejas en estas letras.

Xanino, no sé si esta narración tan bien redactada es fruto de la imaginación consciente o verdaderamente sucedió. Sé por experiencia propia que esto, estas experiencias se acercan mucho a la realidad que muchas personas viven en el trance de la muerte y que después ya no le temen y cambian su manera de ver y entender la vida, se vuelven uno con todo y su compromiso al servicio es ejemplar.
Xanino, ese ser que tan bien describes es sin duda alguna un aspecto de la luz, en este caso luz sanadora, ¡existen estos seres, son reales, creedme!

Sin comentarios Xanino, lo dices todo en tu narración

Gracias por compartir este relato...me quedé sin palabras y con mucha mucha paz...
Un abrazo
Silvina

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