A eso de las 11:30 de las noches de plenilunio, después de la cena, luego de los noticieros, las telenovelas y la última película de la noche, y por supuesto, después de haber tenido sexo con su mujer, Adán acostumbraba a levantarse con parsimonia, vestir su batóla hindú y calzar sus pantuflas. Lentamente daba un paseo por toda la casa, repasando las cosas y los recuerdos mientras fumaba su pipa acompañado con una copa del coñac que escondía con recelo en su pequeño baúl de cedro. Eva, su mujer, aprovechaba la ausencia del marido en el lecho para masturbarse y concluir el orgasmo interrumpido por la precocidad de Adán. Los dos eran felices, cada uno a su manera, cada uno aceptaba ese destino familiar de la reproducción, así el amor y el placer fuesen secundarios o simplemente artificiosos, utilizaban sus anhelos para preservar la existencia y a su manera cada uno suplía los placeres que el otro le negaba.
El ritual se repetía una vez cada mes, porque la luna, así como las mujeres, tiene periodos de fertilidad y por supuesto Adán se transformaba en un lobo lujurioso que acechaba los cuartos de las empleadas domesticas y las paginas porno de Internet Con las domesticas no lograba mayor cosa, pero en las paginas porno alcanzaba hasta tres eyaculaciones consecutivas.
Una noche de estas te coge un paro cardiaco y tu mujer te pilla muerto y con sus bragas puestas- Le advertía Angel en las borracheras de los sábados- Acuérdate de la promesa que le hiciste de no comer del fruto prohibido y serle fiel hasta que la muerte los separe_ Concluía Angel mientras amasaba el pezón de Salomé, su prostituta preferida.
Adán vagaba por el pueblo en los atardeceres, una que otra vez se cruzaban con su esposa sin darse cuenta. Ya no recordaba el rostro de su amada esposa, ni su dolor, ni siquiera su propia edad, ni de su mujer el apellido. Todas las noches se acostaban a la misma hora pero era como si cada uno durmiera en mundos diferentes.
Una tarde dominguera Adán paseaba con su amante Ruth por el parque principal de “El Paraíso”, pueblo perdido en medio de las selvas amazónicas, tan perdido que sus habitantes no sabían su nacionalidad; el paseaba entrelazado con Ruth y compartían la crema de un cono de helado e intercambiaban sus sabores besándose y lamiéndose las gotas espesas que chorreaban por sus comisuras. En un cruce de caminos, la amante de Adán se saludó con Eva y le presento a su nuevo novio, Adán y Eva se dieron la mano y se presentaron mutuamente.
-Tengo la impresión de haberla conocido en algún otro lado- Expreso Adán con un aire de misterio y extrañeza.
- Lo mismo digo yo. Usted me recuerda a un ser querido, pero no puedo precisar a quién- Contestó Eva esforzando su memoria- Que lastima no poder compartir un rato más pero mi esposo esta por llegar y no he preparado la cena, permiso- Culminó Eva y se marcho con un pequeño vacío en su vientre.
Desde ese encuentro Adán comprendió que estaba perdido en “El Paraíso”.
Con permiso ( o sin el ) de Jairo Guerra, autor del cuento.
Teknarit, África.