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 La infancia perdida Novela Capitulo II

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Roberto Santamaría Martín
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MensajeTema: La infancia perdida Novela Capitulo II   La infancia perdida Novela Capitulo II Icon_minitimeLun Mar 08, 2010 9:55 am

La infancia perdida Novela Capitulo II


El tren ya estaba en el andén cuando Celia apareció seguida por sus tres hijos que ayudaban a su madre con el equipaje. El pequeño Fermín iba cogido de su mano dando saltos.
Subieron al tren y se fueron “acomodando” en aquellos sólidos asientos de madera, no actos para un viaje tan largo como el que les esperaba.
Anselmo, el hijo mediano de Celia, apenas se había sentado, sacó de uno de los bolsos un “calendario Zaragozano”, muy utilizado por entonces en los despachos y oficinas, dicho calendario se componía de un taco de pequeñas páginas, donde en cada una de ellas marcaba el día y el mes de la fecha, con un pequeño espacio para hacer anotaciones y por el reverso venían interesantes refranes, pequeñas leyendas anecdóticas, proverbios y curiosidades.
Anselmo se había aficionado a su lectura y podía pasarse horas enteras leyendo aquellas pequeñas páginas, disfrutaba de ellas desde aquel día que su padre le había traído uno de aquellos interesantes “tacos” como él los llamaba.

Mientras tanto Alfonso, se hallaba enfrascado en la lectura de una novela de aventuras de Emilio Salgari, en tanto que Celi mantenía en sus brazos a su pequeño hermano Fermín que se había quedado dormido a los pocos minutos de subir al tren.
Celia miró a sus hijos y en un profundo suspiro, alivió parte de la tensión que oprimía su corazón, aquellas ocho horas que durarían el viaje a Madrid se le estaban haciendo eternas; de vez en cuando se levantaba y salía al pasillo a estirar las entumecidas piernas.
No cesaba de pensar en Andrés, sabía el gran peligro que estaba corriendo al entrar en Madrid en aquellos días. Había oído comentar en el pueblo, que las fuerzas franquistas habían conseguido romper la resistencia de Madrid, después de varios días de fuertes ataques de artillería que habían machacado a los escasos combatientes que aún se mantenían en pie.
De nada sirvió las vidas sacrificadas en la contienda, ellos lucharon con todas las fuerzas que les daba el saber que estaban luchando por la libertad, sabían que si perdían, lo perderían todo.

Eran tiempos en los que el fascismo en Italia cada vez crecía más en adeptos. Mientras el nazismo se abría paso en Alemania. Nada se podía hacer por mantener la República en pie, cuando el mundo occidental les daba la espalda, dejándoles a merced de Franco y sus aliados. El pueblo español estaba sólo contra las hordas franquistas compuestas por los militares golpistas, el ejército y la aviación de Mussolini y la alemana de Hitler, que machacaron sin piedad las ciudades causando millares de víctimas entre la población civil.
Andrés en una ocasión me dijo. —Nos están dejando solos, ningún gobierno de Europa occidental nos presta ayuda, Inglaterra nos niega el petróleo para nuestros barcos, Francia nos cierra las fronteras y no mueve ni un dedo contra el nazismo que está atentando contra la democracia en toda Europa. Tal vez no tarden mucho en arrepentirse de su error y lo tengan que pagar en sus propias carnes.

Cuando Andrés despertó debido al traqueteo del autobús y los grandes baches de la carretera, se hallaban ya muy cerca de Madrid, a la altura del cruce de la carretera del Pardo. Al poco tiempo entraban por la Moncloa y pudo ver con horror, el estado de los edificios que allí se encontraban, aquello era el caos total, gran parte de las casas de aquella zona, estaban completamente reventadas por las ondas expansivas de las bombas caídas hacia poco más de dos semanas.
Descendió del autobús que le había dejado en la Moncloa y emprendió el camino a pie hacia la nueva estación del metro de Tetuán, dicho metro le llevaría hasta el barrio de Vallecas, lugar donde vivía su amigo y antiguo camarada Ernesto “el ferroviario”, donde esperaba si todo salía bien, encontrarse con Celia su mujer y sus cuatro hijos, a los que tenía muchas ganas de abrazar después de aquellos largos años que había estado separado de ellos.

Dos días antes Celia y sus hijos habían llegado a Madrid, nada más bajar del tren saco unas monedas del monedero diciéndole a Alfonso.
— Espérame aquí y cuida de tus hermanos hijo, voy a llamar por teléfono.
—De acuerdo no tardes madre. —respondió Alfonso
La llamada de teléfono la hacía a Ernesto “el ferroviario”, el amigo de su marido, al que había conocido durante una visita que le hizo Andrés y ella.
Se trataba de un buen hombre, casado con Julia con la que había entablado una buena amistad desde entonces, a pesar que esta, salvo en dos ocasiones en las que se habían visto, se había desarrollado a través de las cartas que frecuentemente se escribían contándose sus aconteceres.
Al otro lado del teléfono una voz varonil preguntó. —Sí, dígame, ¿quién está al aparato?
Hola Ernesto, soy Celia la mujer de Andrés Galán.
— ¡Hombre Celia! ¿Eres tú?... ¡Qué alegría! Cuánto tiempo sin saber de ti.
—A mí también me da mucha alegría Ernesto. — ¿Qué tal está Julia?
Está muy bien gracias, con muchas ganas de verte.
—Escúchame Ernesto, acabo de llegar a Madrid y me dijo Andrés que te llamara, que tú sabías que hacer.
—Si Celia no te preocupes, todo está controlado, dime donde te encuentras y yo paso a recogerte.
—Mira, estamos en la estación del Norte.
—De acuerdo Celia, voy para allá. —contestó Ernesto disponiéndose a salir
—Gracias Ernesto, nunca olvidaré lo que haces por nosotros. —dijo Celia
—De nada Celia. Hoy por ti, mañana por mí. —respondió Ernesto.

Ernesto salió de casa dirigiéndose a la estación de metro. Bajó las escaleras de la estación y saco un billete. Esperó en el andén unos minutos hasta que llegó el metro que le dejaría en la estación del Norte, donde le esperaba Celia con sus hijos.
Durante el trayecto iba recordando como conoció a su amigo Andrés, fue en Madrid, durante una reunión de militantes del partido socialista, unos meses antes de producirse el inicio del golpe de estado, que Franco y unos cuantos militares indeseables se rebelaron contra el gobierno de La República, elegido democráticamente por el pueblo español. Desde aquel día, Andrés y Ernesto se hicieron grandes amigos.

Celia seguía esperando la llegada de Ernesto, de pronto le vio llegar, no había cambiado mucho desde la última vez que se habían visto.
Se abrazaron unos segundos, mientras se miraban con la curiosidad que da el largo tiempo trascurrido.
—Qué bien te veo Celia, estás muy guapa. —dijo Ernesto al tiempo que besaba a los hijos de Celia.
—Gracias amigo, tú también tienes buen aspecto, no has cambiado. —le dijo Celia mientras le miraba con agradecimiento, sabía lo importante que era para ellos la gran ayuda que él les estaba prestando.


Última edición por Roberto Santamaría Martín el Vie Nov 04, 2016 4:54 pm, editado 13 veces
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MensajeTema: Re: La infancia perdida Novela Capitulo II   La infancia perdida Novela Capitulo II Icon_minitimeJue Mar 18, 2010 7:35 pm

Se lee con mucha facilidad, es ágil, dinamica, con detalles precisos que no cansan al lector.
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MensajeTema: Re: La infancia perdida Novela Capitulo II   La infancia perdida Novela Capitulo II Icon_minitimeVie Mar 19, 2010 9:06 am

Nomade escribió:
Se lee con mucha facilidad, es ágil, dinamica, con detalles precisos que no cansan al lector.
Me gusta
Muy agradecido por tu tiempo y por seguir mi novela
con los gratos comentarios dedicados a mis humildes letras.

Un cordial saludo

Roberto
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MensajeTema: Re: La infancia perdida Novela Capitulo II   La infancia perdida Novela Capitulo II Icon_minitime

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